Cada vez es más común encontrarse con personas que por diferentes motivos consideran que celebrar la Navidad es más un pesar que una ilusión, he recogido algunas razones:
La nostalgia que deriva del duelo por seres queridos que se han ido, es una constante de evasión hacia ésta época del año, también la soledad o frustración generada cuando se es parte de una familia disfuncional y conflictiva, pues no hay mucho que celebrar en medio de una familia dividida y carente de los valores que profesa la Navidad.
La tecnología también ha propiciado que las personas pasemos más tiempo absortos frente a las computadoras, los iPods, iPhones o teléfonos celulares, que ocupados en sostener convivios y entretenidas conversaciones. La tecnología aunque muy útil para acceder a la información que se genera en cada instante, inhibe la socialización física, fomenta relaciones frías, carentes de la entonación que la voz le presta a las emociones.
Otra causa es la crisis económica que siempre ha existido y que las familias la padecen a veces más, a veces menos pero contribuye al desaliento, especialmente porque la excesiva exposición de la mercadotecnia, que se "cuelga" de las tradiciones para promover el consumismo de productos y servicios, repercute de manera importante en la forma de asumir las festividades, pues nos frustra no poder comprar lo que queremos ni regalar lo que deseamos.
El consumismo nos invita continuamente a creer que la felicidad radica en la fiesta y los bienes materiales, a veces lo que más nos llena de ilusión son los regalos, los que obsequiamos, los que recibimos y aquellos que adquirimos para consentirnos a nosotros mismos.
No es que esté mal entusiasmarnos con satisfactores como éstos, pero mantengamos fuerte y clara la convicción de que no debe importar más el tener que el ser.
Aquellos que creemos en Dios, debemos afianzar nuestras tradiciones, pues sin darnos cuenta con frecuencia olvidamos festejar a Jesucristo en la Nochebuena, dedicarle cantos y oraciones, agradecer por nuestra vida, honrar su nombre con acciones nobles sin dar lugar a discusiones, disgustos ni excesos de tipo alguno.
El motivo de la reunión familiar consiste en celebrar el nacimiento de Jesucristo, figura central del cristianismo y profeta a quien se adjudica la ley universal del amor, uno de los hombres que más ha influido en la historia, pues en todo el mundo se celebra su nacimiento y muerte, de manera que el evento amerita profundo respeto, responsabilidad y conciencia de lo que implica a nivel espiritual conmemorar las enseñanzas que éste hombre aportó al mundo.
Si intentáramos comprender el propósito de la Navidad y más que entenderlo, nos esforzáramos en ejercer en nuestra vida los valores que promueve, estaríamos en la posibilidad de comenzar a descubrir el sentido de la Navidad.
En cuanto a las emociones que a cada persona le inspira la época, debemos ser respetuosos, el triste debe comprender que hay personas que se sienten felices y que se manifiestan en consecuencia, y el feliz debe entender que hay personas que se sienten tristes y habrán de procurar tolerar y no incomodar con sus actitudes.
Aún si no eres creyente, la época es propicia e ideal para hacer una pausa en tu vida y repasar todos los acontecimientos positivos y negativos que te marcaron durante el año, recuerda los sentimientos, las emociones, las personas con quienes compartiste diversidad de momentos, has una pausa para pensar qué te dañó, a quiénes dañaste, qué cosas buenas te aportó la gente o tal vez una institución, qué buenas cosas le aportaste tú a las personas y a tu entorno, tus logros profesionales, tus fracasos o frustraciones, quizá también llegaste al final de año dejando asuntos pendientes e inconclusos.
Tu desarrollo amerita que cada año realices una meditación que te permita acceder al análisis detallado de tus acciones, posiblemente te hará falta tomar notas porque encontrarás una lista enorme de ideas, frases y pensamientos que te conducirán a una evaluación y quizá a un plan para corregir, mejorar y generar acciones que te brinden una mejor proyección el año entrante.
Celebrar la Navidad debería ser para todos un gran acontecimiento, tanto de reflexión como de devoción e introspección profunda.
Si eres de los que no atribuye un significado especial a la Navidad, date la oportunidad de observar y ser receptivo, la navidad es una época impregnada de energía positiva, que no proviene sólo de la fiesta, las luces y los coloridos adornos, la gente inconscientemente está cargada de entusiasmo por razones múltiples, para todos, concluye un año y toda la ilusión está puesta en un prometedor futuro.
La Navidad debemos aprender a vivirla con alegría, se encuentra su sentido cuando tenemos la voluntad de ser mejores personas, cuando descubrimos que la felicidad no radica sólo en lo que conseguimos para nuestro beneficio sino en lo que gozosa y desinteresadamente podemos ofrecer a los demás, cuando intentamos vivir sin violencia y vemos lo bueno en medio de la adversidad, porque sabemos que pese a las circunstancias sonreiremos de nuevo y nacerán nuevas motivaciones.
La Navidad es alimentar el corazón de virtudes y que éstas, sean parte de nosotros todos los días del año.
TAMBIÉN VE:
ADEMÁS: