Estado policíaco: triunfo terrorista

Las agencias policíacas están activas estereotipando, persiguiendo y levantando dossiers (carpetas) a miembros e instituciones de la comunidad musulmana. El desdén violatorio a los derechos constitucionales se ejemplifica igualmente en actividades donde es común la práctica de infiltrar las comunidades de informantes que frecuentemente inducen a la comisión de actos delictiva
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El incremento y notoriedad de ataques terroristas y las conspiraciones para efectuar los mismos en suelo norteamericano nos llama la atención sobre el balance adecuado para garantizar la seguridad ciudadana y mantener las libertades y derechos civiles.

El discurso toma prominencia toda vez que resultan indisputables dos escenarios. Primero el hecho de que la nación americana sigue siendo víctima de atentados y ataques terroristas fraguados domésticamente o en el exterior; y ejecutados por sus ciudadanos o por inmigrantes. El otro escenario incontrovertible es la constante pérdida progresiva de los derechos y libertades civiles que costaron sangre, sudor y lágrimas a líderes como César Chávez, DuBois, Martin Luther King, Malcom X y John Peters Humphrey, autor de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Ellos y muchos otros elevaron el reconocimiento y protección de los derechos civiles y humanos en la nación americana a niveles envidiables en comparación con otras partes del orbe.

Hoy la realidad es que vivimos en una especie de estado policíaco donde el deterioro del reconocimiento y respeto por los derechos civiles avanza aceleradamente. Ello es atribuible a la implementación de leyes y reglamentos que los limitan o desaparecen; y a las frecuentes e impunes prácticas ilegales por parte de muchas agencias del orden público.

Lamentablemente las agencias policíacas están activas estereotipando, persiguiendo y levantando dossiers (carpetas) a miembros e instituciones de la comunidad musulmana. El desdén violatorio a los derechos constitucionales se ejemplifica igualmente en actividades donde es común la práctica de infiltrar las comunidades de informantes que frecuentemente inducen a la comisión de actos delictiva. Esta aberración se discute en detalle en el libro: "La Fábrica del Terror: dentro de la guerra contra el Terrorismo manufacturada por el FBI" (título traducido) por Trevor Aaronson.

La prensa no está exenta del estado policíaco actual. Ahora se denuncia que el FBI obtuvo en secreto los registros de más de 20 líneas telefónicas asignadas a Prensa Asociada (AP) y sus periodistas. En un cuadro verdaderamente vergonzoso el Fiscal General, Eric Holder, jefe último del FBI, se mostró con tartamudeo intelectual tratando de ofrecer alguna explicación lógica al más reciente ataque a las instituciones democráticas y a la Constitución que juró defender.

Por otro lado, el centro de torturas en Guantánamo lleva más de una década ejemplificando la antítesis a los valores históricos de la nación. Nadie cree las recientes promesas de cierre del mendaz Presidente Obama; quien es considerado por algunos como una deshonra a los luchadores por los derechos civiles que le hicieron camino para que se alzara como el primer presidente de la raza negra electo.

En Guantánamo se ha torturado y continúa torturando. Hoy se mantienen encarcelados a casi una centena de individuos que han sido exonerados de conducta criminal y se alberga un total de 166 detenidos sin la formulación de cargos. Allí la generación que llevó a filmes de Hollywood los ayunos de Mahatma Gandhi como modelo de resistencia pacífica ejemplar; ejecutan alimentaciones forzosas utilizando máscaras, esposas y tubos naso-gástricos.

Por todo ello organizaciones como la Unión de Libertades Civiles Americana, Centro de Víctimas de Tortura, Human Rights Watch, el Consejo de Relaciones Islámico-Americanas (CAIR) y decenas de otras alzaron sus voces solicitando el cierre de la infame institución y que detengan la cruel, inhumana y degradante práctica de alimentación forzosa que oficiales de las Naciones Unidas cualifican como tortura.

Nuestra sumisión silente como pueblo-víctima raya en la complicidad. Mantengámonos denunciando cada acto violatorio de nuestros derechos y exijamos resarcimiento. Alcemos voces de protestas a cada intento de las agencias o políticos de quitarnos derechos adquiridos. Sobre todo, tomemos nota de aquellos políticos responsables del deterioro progresivo de nuestros derechos para no elegirlos nunca más.

Hajj Wilfredo Amr Ruiz, capellán musulmán

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