Esperando a 'Malak al Maut'

En esta fría habitación de hospital, al igual que en muchos otros lugares, hijos y familiares esperan la visita del obediente Malak al Maut, Ángel de la muerte, encargado de Dios de recoger las almas de los cuerpos.
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Aquí en la tierra que me vio nacer surgen estas letras algo amarradas de dolor, contemplando el rostro agonizante de quien el Creador utilizó como vehículo de traerme al mundo; mi santa madre. En ella veo a cientos de miles de nuestras madres trabajadoras que lucharon toda una vida para levantar a sus hijos, no con la esperanza de que midieran su superación con su éxito financiero, sino que sus triunfos pudieran medirse tal cual sugería el abuelo: siendo capaces de andar con sus rostros erguidos en vez de inclinados con vergüenza por haber obrado alguna injusticia o desafuero. En fin, hijos temerosos de Dios.

En esta fría habitación de hospital, al igual que en muchos otros lugares, hijos y familiares esperan la visita del obediente Malak al Maut, Ángel de la muerte, encargado de Dios de recoger las almas de los cuerpos. Dura la tarea del Ángel, y siempre pesada su visita, pero así el Creador cumple el obligado presagio: "Cada uno gustará la muerte, pero no recibiréis vuestra recompensa íntegra hasta el día de la Resurrección" (Corán 3: 113)

Ya prestada la visita de Ángel, no son muchas las cosas que se pueden hacerse por el alma de quien será juzgado por sus obras en vida. A pesar de la limitación, el Soberano del Día del Juicio Final, acepta y aceptará las oraciones que por el alma partida sigan haciendo los creyentes. Ahí radica la importancia de que los hijos se mantengan orando por el alma de sus madres en la vida, en su partida y después. Estas humildes pero sinceras plegarias son indiscutiblemente el mejor acto de gratitud ante quien nos cargó, alimentó y cuidó; y nos sometemos a Su Divina voluntad: "Hemos ordenado al hombre con respecto a sus padres -su madre le llevó sufriendo pena tras pena y le destetó a los dos años-: «Sé agradecido conmigo y con tus padres. ¡Soy Yo el fin de todo!" (Corán 31:14) Después de todo lo haremos también por nosotros mismos, pues cualquier acto mínimo de bondad, gratitud y misericordia para con nuestras madres es también para nuestro beneficio pues nos conforta el alma y nos acerca a la salvación. El profeta Muhammad nos recordó que el Paraíso radica en los pies de la madre.

Toda la gratitud al Creador y luego a quienes han cuidado y cuidan de nuestras madres. Confieso que frecuentemente me embelesa el conocimiento científico, médico y técnico quienes han tratado y cuidan de nuestras madres. Pero más aún, nunca cesa de sorprender el caluroso trato humano y compasivo de nuestros médicos, enfermeras y de proveedores del cuido doméstico. Un trato sin igual; donde más de uno de los encomendados se acercó a pedir que por favor le pagásemos menos, o rehusaba pagos; o asistía voluntariamente fuera de sus horas laborables. También destacados son quienes frecuentemente abandonan el verbo científico y el toque médico; para en vez comunicar una tierna palabra humana cargada de espiritualidad o la caricia misericordiosa a mi madre. Ejemplar también la comunidad de fe de mi madre que no ha limitado su apoyo a rezos en los templos. Indiscutiblemente Dios les recompensará a todos.

Amen y honren a sus madres. Disfrútenlas hoy. Si ya han partido; este es el momento preciso para la elevar la plegaria al Misericordioso para que derrame sobre ella Sus bendiciones y paz. Hoy, carente de sus compasivas miradas y su dulce voz, me basta acercarme y sentir su calor; como el que me dio en su vientre y también luego. Gracias al Creador por todo; por nuestras madres, por la vida, por la muerte, por la segura resurrección y por el Paraíso prometido.

wruizlaw@yahoo.com

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