Ejecución a sangre fría

La violencia contra la mujer es un problema global que no exime a ninguna clase social, ni a comunidades religiosas, ni grupos étnicos. Si bien es adecuado indignarse por la opresión contra la mujer en Afganistán, quienes honestamente levantan sus voces deberían igualmente denunciar la violencia contra la mujer en su propio vecindario.
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Recientemente circuló un video en los noticiarios y redes sociales donde aparece un hombre disparándole a una mujer indefensa en la provincia de Peshwar en Afganistán en presencia de docenas de otros hombres. Aún no queda claro, ni se espera que se aclaren las circunstancias del salvaje acto ni los particulares sobre los responsables. Hay versiones que apuntan a que el asesino era amante o esposo de la mujer y otras a que eran miembros del movimiento Talibán; aunque estos últimos se han apartado de los sucesos. Aún así quedaron claros algunos otros aspectos.

Quien asesinó a la mujer fue un hombre recibiendo cooperación y aval de otros hombres. Los actores del horrendo crimen no operan al amparo de Tribunales ni ninguna otra clase de institución gubernamental. En otras palabras son grupos que operan como 'turbas' o 'gangas' al margen de la ley, la constitución del país y más aún contrario a los preceptos del Islam.

El acercamiento responsable al atroz espectáculo obliga a descorrer el velo de la alegada responsabilidad del Talibán e ir al meollo del asunto que es la situación crítica de la violencia contra la mujer. Resulta irónico que muchas de las voces que han salido a condenar el terrible asesinato en Afganistán ni se inmutan, ni escriben, ni denuncian la problemática de la violencia de género. Es indignante escuchar a las personas "irse por la tangente" en esta situación y hablar del supuesto extremismo religioso, de la crueldad del Talibán y prácticamente hacerse de la vista larga pretendiendo desconocer la crisis generalizada de la violencia de género que nos abarca tanto allá; como acá en nuestros países.

La violencia contra la mujer es un problema global que no exime a ninguna clase social, ni a comunidades religiosas, ni grupos étnicos. Si bien es adecuado indignarse por la opresión contra la mujer en Afganistán, quienes honestamente levantan sus voces deberían igualmente denunciar la violencia contra la mujer en su propio vecindario. Pero la mayoría no lo hace porque en realidad no les importan los derechos de la mujer ni la violencia de género; sino que atienden en vez sus agendas de odio para demonizar al Islam y atacar a los musulmanes con estereotipos xenofóbicos con fines mayormente políticos.

Mucha gente no conoce, por ejemplo, que en el estado de la Florida, EE.UU. se reportaron a las agencias del orden público sobre 113,000 crímenes de violencia doméstica en el año 2010. A esto hay que sumarle los crímenes no reportados, más los que se reportaron únicamente a familiares, y a líderes cívicos o religiosos. Cada 9 segundos una mujer es víctima de agresión en los Estados Unidos; y en este mismo país una de cada cinco mujeres dice haber sido víctima de agresión sexual por lo menos una vez en su vida.

Para el año 2010, al otro lado del Océano, en España, se reportaban 73 casos de muerte de mujeres por violencia de género a manos de sus parejas o ex-parejas; y en los 10 años anteriores (del 2001-09) se habían cometido 644 muertes de este tipo. Más alarmante resulta que la tasa española de feminicidios crece; pero lo hace muy por debajo de la media europea que es aún mayor. La tasa española de feminicidios por pareja fue de 2.81 por millón de mujeres mayores de 14 años (2006), y la media europea fue de 3.94.

La violencia contra la mujer es un problema real, internacional y de todos. Imputarlo exclusivamente a comunidades musulmanes es trivializarlo de manera irresponsable. El hecho de que quien cometa ese o algún otro crimen invocando el nombre Allah no convierte la repudiable acción en un acto religioso; ni mucho menos significa que está siguiendo los preceptos del Islam. Tampoco cuando los perpetradores de actos de violencia doméstica manifiestan que han cometido sus crímenes por el "amor que le tienen a la víctima" no significa que la aman.

La dignidad y protección de la mujer es deber de todos; y más aún del musulmán. Utilizar el serio problema de la violencia contra la mujer como balón para cumplir agendas xenofóbicas es una forma más de oprimir la mujer manipulando sus sufrimientos.

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