Un momento mágico

Hace unos meses atrás tuvimos la bendición de reconocer a nuestros hermanos y hermanas que sirven en las fuerzas armadas. Pero esta mañana fue una de esas mañana mágicas en donde el Universo nos brinda la oportunidad de estar en el preciso momento que tenía que estar.
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Hace unos meses atrás tuvimos la bendición de reconocer a nuestros hermanos y hermanas que sirven en las fuerzas armadas. Pero esta mañana fue una de esas mañana mágicas en donde el Universo nos brinda la oportunidad de estar en el preciso momento que tenía que estar.

Eran aproximadamente las 10 AM, había unas 25 personas haciendo una fila lenta en una agencia gubernamental de la cual nosotros estábamos siendo parte de la misma.

Al rato de estar allí entró silenciosamente un hombre con un niño en su pecho, vestido con un uniforme militar, se colocó al final de la misma fila que todos nosotros estamos haciendo hace unos cuantos minutos largos. El niño que tenía en su pecho estaba tranquilo, mirando a todos lados observando este mundo en donde cada uno de nosotros vivimos, que damos por sentado la magia que ocurre a nuestro alrededor en cada segundo que respiramos.

Al rato de estar allí y ya justo cuando iba a ser atendido, le preguntamos en voz baja a varias de las personas que estaban detrás de nosotros si les molestaría el que dejara a este servidor y padre ir al frente de nosotros para que saliera mucho más rápido. Automáticamente le hice el acercamiento y el tímidamente dijo que no gracias, por supuesto que tuve que insistir y fue en ese momento en donde la magia de la humanidad renació nuevamente entre nosotros.

De momento no fui el único que le dijo que se fuera al frente de la fila, de las nada espontáneamente diferentes personas de raza, sexo y color le empezaron a decir que se fuera al frente. Este gesto colectivo que comenzó con un simple acto de bondad se convirtió en una ola de emociones que se apoderó de ese espacio y prácticamente todo el mundo que estaba en esa fila le dijo que no había problema con que se colocara al principio de la fila. De no haber hecho esto fácilmente le hubiese tomado unos 30 a 40 minutos antes de completar su transacción.

Fue en ese momento en que él se movió para ser el próximo en ser atendido, que los rostros de aquellos que están agobiados por la espera se les coloco una sonrisa en sus labios, los elogios y las gracias no faltaron y hasta le dijeron que buen padre era.

En todo momento este ser humano se mantuvo incrédulo de los que estaba sucediendo, su humildad se le veía impregnada en su piel y la sonrisa de agradecimiento iluminó ese espacio.

Al terminar de ser atendido vino y nos estrechó la mano y mirándonos fijamente a los ojos genuinamente nos dijo gracias y fue en ese preciso momento cuando las personas espontáneamente comenzaron a aplaudir. El sonido de las palmadas de cada uno de las personas allí retumbaban el alma de todos los que estábamos allí, el impacto fue tan grande que las personas que estaban allí comenzaron a hablar entre si y hasta salimos un poco más rápido.

Esto es solo una prueba más de que SOMOS MÁS lo que estamos haciendo la diferencia y podemos contribuir con actos sencillos a que el espacio en donde vivimos se llene alegría y felicidad.

Qué tal si hoy recordamos el poder que tenemos todos de hacer magia a nuestro alrededor, ¿qué tal si comenzamos a reconocer las bendiciones que ocurren al frente de nuestros ojos y las comenzamos a validar?

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