La envidia social

Hoy día, la envidia es cada día más latente en nuestros entornos laborales y familiares. En ocasiones, es reflejado en personas con las que nunca hemos interactuado. Sin embargo, en los pasados años ha comenzado una nueva cepa de envidia y está atado a las redes sociales.
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Decía uno de los personajes de la serie televisiva del Chavo del Ocho que "la envidia mata el alma y la envenena". La definición de la palabra envidia se podría resumir como "aquel sentimiento o estado mental en el cual existe dolor o desdicha, por no poseer uno mismo lo que tiene el otro, sea en bienes, cualidades superiores u otra clase de cosas" (Wikipedia).

Hoy día, la envidia es cada día más latente en nuestros entornos laborales y familiares. En ocasiones, es reflejado en personas con las que nunca hemos interactuado. Sin embargo, en los pasados años ha comenzado una nueva cepa de envidia y está atado a las redes sociales.

Cada día más, observamos como algunas personas viven con una envidia diaria y permanente hacia el mundo en general. Recientemente, hemos notado un alto volumen de interacciones en las redes sociales que generan cosas que no tienen sentido y que redundan en la envidia de que la otra persona tiene una vida superior a la de los demás.

Por ejemplo, hay unos que pasan cada momento que pueden, "posteando" en las redes sociales las cosas que sus hijos están realizando, lugares que están visitando, celebraciones, todo tipo de pensamientos imaginables o logros alcanzados. Aunque esto es algo normal y para la interacción continua fueron creadas estas redes sociales, nos hemos percatado que, en ocasiones se ha convertido en una competencia y se ha perdido lo genuino. Esas personas no pudiéramos considerarlas unas personas envidiosas, pero nos hemos percatado de que hay unos en específico que se han contagiado con este virus.

El virus social del "continuo exhibicionismo-netico" ha contagiado a muchos como una pandemia ya que está siendo propagando en niveles jamás antes visto. Ha puesto a competir a las personas con sus amigos, familiares y desconocidos en el ciberespacio. A tal punto que se desviven por tomar fotos y videos para tener contenido que enseñar aunque se aleje o se magnifique la realidad.

No se confundan, no hay nada de malo en compartir lo que hacemos, en donde estamos y hasta las experiencias que tenemos como consumidores. Las redes sociales han hecho lo que hizo el teléfono en su momento cuando fue invitando a nuestros hogares o vida diaria, y hecho accesible a las masas. Esa es la magia de la conectividad, el poder estar cerca sin tener que estar en ese lugar.

Sin duda alguna, diariamente, hemos observado en las interacciones que tenemos con miles de personas como se están conectando de alguna forma u otra. A su vez, vemos como cada día más, se está propagando este sentimiento tan letal para la sobrevivencia de la humanidad. Es un ciclo entre los que exhiben y los que, a veces, creen todo lo que se postea en las redes sociales.

La contaminación cibernética de comunicaciones, está a tal punto que no hay un lugar en donde estés que no haya un mensaje de alguna compañía que quiera y desea que tú compres algo de ello. Ha llegado a tal extremo que ya los artistas y empresas están utilizando y bombardeándote en cada segundo en las redes sociales inescrupulosamente.

Aparte que están contaminando los sentidos, nos están creando falsas expectativas de lo que debería de ser o lo que me debería hacernos feliz, versus lo que nuestra alma se siente cómodo y contenta en obtener. Les recuerdo, que el ser humano está hecho de tal forma que el cambio es lo natural y la evolución es nuestro único constante.

Es en ese estado de evolución, donde se manipula la conciencia, que nos perdemos y nos confundimos y creemos que lo que otros tienen, es lo que necesitamos tener.

Es en ese estado de confusión y demencia senil, en una escala mínima, en donde se dan los escenarios perfectos para caer en las trampas de nuestras inseguridades. Nos damos cuenta de que es solo un nuevo obstáculo que se interponen en nuestros caminos para poder aprender una nueva lección que nace del ciclo llamado la envidia.

Este ciclo se acentúa más intensamente en las pasadas tres décadas en donde la manipulación agresiva y desmedida de parte de los medios de comunicación con el afán de manipular, cohesionar o vendernos algo, los ha llevado a crear falsas necesidades, que nos corrompen como sociedad e individualmente.

El criterio propio, la alternativa de escoger el beneficio que me supla unas necesidades básicas y necesarias, se distorsionan en un mundo de fantasías, falsas expectativas y llena de emociones que no tienen una base moral sólida. Muchos desean verse superiores por razones equivocadas y no realmente por sus valores.

La disertación de unas necesidades sencillas para sobrevivir, se ha tergiversado y se ha convertido en trampas, que lo que hacen es afianzar unas creencias que nos dividen y que nos separan de nuestra misión en esta existencia.

Qué tal si en vez de estar averiguando, buscando lo que no tenemos, comenzamos a apreciar más lo que tenemos.

Qué tal si hacemos un detente a nuestra vida, llena de cosas que tenemos que hacer y sacamos un rato para compartir de la manera en que el alma se puede conectar con otra.

Qué tal si aprendemos a mirar a todos no importan quien es, como miramos cuando estamos enamorados o para ponerlo más simple, como nos miran nuestros abuelos que lo único que desean es nuestro bienestar.

Qué tal si en vez de estar propagando lo que poseemos, sacamos tiempo para exaltar lo que otros tienen o mejor aún ayudar a otros a evolucionar como seres humanos.

Dejemos de estar propagando algo que nos divide y aprendamos a despegarnos de la aparente realidad, que no es más que una percepción. Aprendamos nuestras lecciones, celebremos las victorias de los demás y dejemos de estar proyectando algo, que no es quienes somos como raza o como seres de luz.

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