El culto a la Carencia

Qué tal si hacemos un detente en nuestra empeño de ser algo más, y comenzamos a ver todo aquello que tenemos y empezamos a añadir en vez de restar. Qué tal si nos preguntamos cuantas personas en ese mismo instante no tienen agua, luz o un techo para seguir viviendo.
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Por muchos años hemos sido víctimas de una especie de secreto mundial. Son muchos los que piensan que la escasez no es una verdad absoluta, solo una ilusión. Aunque venerada por mucho, la escasez es una especie de manta puesta en nuestros ojos por terceros, para mantenernos presos de la verdad.

En países industrializados, o mejor dicho de primer mundo, hasta se ha convertido en un culto, como una celebración en donde diariamente nuestro inconsciente nos recuerda todo aquello que no tenemos.

Sin darnos cuenta hemos caído en una trampa malintencionada, sin fundamentos de que no podemos vivir con lo que tenemos, porque no es suficiente y por ende no somos felices. De hecho es vergonzoso como en el siglo 21, con tantos avances tecnológicos y científicos, aún estamos erróneamente midiendo nuestra felicidad, no por lo que es, sino por lo que tenemos.

Es espeluznante el ser testigos de cómo el consumismo rampante y desolador nos ha vuelto inmunes a las cosas básicas como el reconocimiento innato de nuestra humanidad. Nos hemos olvidado de que es lo que realmente llena nuestra alma y nos impulsa a alcanzar metas incalculables.

Los sentidos han sido desplazados por cosas tangibles que tienen una fecha de expiración. El tamaño del televisor es más importante que dedicarle unos minutos a escuchar las historias de tus hijos y tus abuelos. Es asqueante el ver cómo salimos con rapidez y energía a hacer una fila para buscar el último modelo de un celular, pero nos desesperamos en la fila del supermercado cuando una señora mayor se toma su tiempo para sacar los artículos de su carro de compras.

Este virus lo comparamos como si tuviéramos una pulga en nuestro cráneo, la cual aunque nos molesta, nos rascamos un poco para que se mueva la incomodidad a otro lado. Aunque se sigue moviéndose de lado a lado molestándonos, no nos damos cuenta que es una señal de que existe algo que no está en orden con nuestra humanidad.

Es lamentable que tengamos que hacer una columna como ésta, en donde tengamos que señalar que no nos estamos tomando el tiempo suficiente para ver qué es lo que nos está molestando, identificar en donde está y de ser necesario extirparlo.

El término carencia para sorpresa de muchos fue inexistente por muchos siglos. De hecho, la carencia no estaba ni el vocabulario de la raza humana. Al principio de la existencia los Homosapiens a lo que aspirábamos era a tener lo suficiente para compartir con los demás. De hecho está comprobado científicamente que el altruismo es parte esencial de nuestra masa encefálica, esa que no dejamos atrás.

La abundancia siempre ha existido en nuestras vidas. Es la percepción de carencia colectiva la que ha puesto en duda esa realidad, ya que la obsesión de tener, en vez de ver es la que nos ciega a pensar que no estamos en abundancia.

Ese sentimiento que nace de una premisa falsa, es un engaño colectivo del cual todos hemos sido cómplices y participes de él. El mismo está diseñado para que creamos, entendamos y sintamos sin razón alguna que te nos hace falta algo y que teniéndolo encontraremos la felicidad absoluta. Nada más lejos de la verdad.

Es como el juego de ruleta rusa, en el que nos enfrascamos a jugar desenfrenadamente sin saber que pasasará, en donde perdemos nuestro norte y nuestra esencia se queda dentro de un refrigerador en descanso eterno. Lo extraordinario de esto es que sucede teniendo evidencia concreta sustancial de que no es necesario este tipo de comportamiento, pero desgraciadamente seguimos en la búsqueda de algo que no está fuera de nosotros.

La escasez es una ilusión, la cual no vale la pena acusar quien la crea, ni porque, lo importante es despertar a la realidad de que cada uno de nosotros vivimos en una abundancia la cual no estamos viendo, ni apreciando. Aunque la escasez tenga una connotación negativa, necesitamos entender que es solo un estado de conciencia natural de la mente, el cual se ha sacado de contexto.

Qué tal si en vez de echar culpa, comenzamos a hacernos responsables de lo que decimos, hacemos y en algunos casos de la inacción que impera nuestros actos sobre la escasez.

Qué tal si en vez de ver todo aquello que nos hace falta y que alberga la esperanza de que eso nos traerá la felicidad, comenzamos a hacer algo diferente que nos llene de verdad.

Qué tal si hacemos un detente en nuestra empeño de ser algo más, y comenzamos a ver todo aquello que tenemos y empezamos a añadir en vez de restar. Qué tal si nos preguntamos cuantas personas en ese mismo instante no tienen agua, luz o un techo para seguir viviendo.

Qué tal si nos conectamos con nuestros sentimientos y tomamos una decisión instantánea, dirigida por un libre albedrio que nos cobija, y decidimos que tenemos todo lo que necesitamos en este instante y no será nuestra realidad por mucho.

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