La reina de los Juegos Olímpicos 1968 que huyó de la Primavera de Praga

Forjó su carácter en los bosques de Moravia, cuando salió huyendo de la Primavera de Praga, tras la invasión soviética a su país en abril de 1968. Los Juegos Olímpicos estaban a la vuelta de la esquina y Věra Čáslavská, una destacada gimnasta checoslovaca, se había quedado sin refugio y sin un lugar dónde entrenar, tras haber firmado el manifiesto de protesta "Dos mil palabras".
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Forjó su carácter en los bosques de Moravia, cuando salió huyendo de la Primavera de Praga, tras la invasión soviética a su país en abril de 1968. Los Juegos Olímpicos estaban a la vuelta de la esquina y Věra Čáslavská, una destacada gimnasta checoslovaca, se había quedado sin refugio y sin un lugar dónde entrenar, tras haber firmado el manifiesto de protesta "Dos mil palabras".

"Un árbol caído se convirtió en mi viga de equilibrio, practicaba las carreras al botador en un sendero del bosque; convertí la naturaleza en mi gimnasio y me estaba preparando sin ningún aparato".

Mientras ella se preparaba en las condiciones más rudimentarias, sus rivales soviéticas, habían llegado a México meses antes de los Juegos para adaptarse al clima y a la altitud.

Apenas unas semanas antes del inicio de los Juegos, Čáslavská obtuvo el permiso necesario de las autoridades para viajar a la justa olímpica. Cuando llegó a México, se encontró a un país lleno de color y diversión por todos lados, pero también estuvo de cerca en una situación similar a la que había vivido en su país apenas unos meses atrás.

Pasó el 2 de octubre y Věra era consciente de la situación que sucedía con los estudiante mexicanos, pero en esta ocasión no podía hacer nada para cambiar la situación. A los 10 días, llegó la Ceremonia de Inauguración de los Juegos. El sentimiento de odio e inconformidad por lo acontecido unos días antes en Tlatelolco inundaba la mente de los presentes en Ciudad Universitaria.

En México podían haber problemas, pero también se tenían ejemplos a seguir, y uno de ellos era el de los checoslovacos, que apenas unos meses atrás habían enfrentado la Primavera de Praga. La combinación perfecta se dio cuando el equipo olímpico del país europeo apareció en el tartán del Estadio Olímpico.

"Cuando el equipo olímpico de Checoslovaquia entró al Estadio, todo el público nos gritaba 'Checo, Checo, ra, ra, ra'", recordó Čáslavská con aires de nostalgia en un documental producido por la BBC. La gimnasta era la cara bonita e intelectual de ese movimiento y ante cada acción que hacía, enamoraba más a México.

La gimnasta llegó a México junto a su novio Josef Odlozil, corredor de los 1,500 metros planos. La pareja hizo una promesa, si ella retenía su titulo general individual y él llegaba a la final de su prueba, se casarían en tierras olímpicas.

Věra venía con el reto de tener una buena participación en México 1968. La gimnasta comenzó a ganar cuanta prueba se le pusiera enfrente, medallas de Oro en las pruebas de piso, barras asimétricas y salto de caballo, y Plata en la viga de equilibrio eran su carta de presentación de cara a la prueba general.

En todo momento, Čáslavská había hecho todo lo posible por seguir conquistando a México. La utilización de canciones como 'Jarabe Tapatío' y 'Allá en el rancho grande' para sus rutinas de manos libres, no hacían más que fortalecer el vínculo humano que la checoslovaca había generado con la afición mexicana.

"Había visto a los danzantes mexicanos y sus movimientos. Tenía que mover mis hombros y coquetear con el público de la misma manera", comentó la gimnasta. "Disfruté eso tanto, fue tan divertido y pasional como el temperamento de los mexicanos".

Fue precisamente en la prueba de manos libres que la gimnasta vivió una de las injusticias deportivas y sociales más grandes. Había ganado con claridad gracias a su gran talento y habilidad gimnástica, pero al final de forma sorpresiva y sospechosa, los jueces reconsideraron las puntuaciones y decretaron un empate en el primer lugar entre Čáslavská y la soviética Larissa Petrik.
Věra Čáslavská no se iba a quedar con los brazos cruzados .

Después de que entonó el Himno Nacional de su país por haber conseguido la presea dorada, le dio la espalda a la bandera y agachó la cabeza cuando sonó el de la Unión Soviética, su gran enemigo deportivo y social. "Esto no fue planeado, vino desde adentro de mi alma y mi corazón", dijo la checoslovaca muchos años después.

La gimnasta logró refrendar su título y contrajo núpcias con su novio en la Catedral Metropolitana. Fue nombrada por el público como la 'Reina de los Juegos Olímpicos' y regresó a su país natal como una heroína por lo conseguido en la justa olímpica. Para su desgracia, sus actos revolucionarios habían vuelto a tener efecto.

"Estuve en el podio de los ganadores y externé mi protesta hacia la invasión soviética, a ellos no les gustó eso, era una molestia en su camino, así que me castigaron. No podía encontrar un trabajo, estuve desempleada por cinco años. Me impidieron viajar, ellos querían que yo fuera olvidada", rememoró Čáslavská.

Tuvieron que pasar más de 10 años para que Vera regresara a su segunda patria. En 1979, Checoslovaquia intentaba fortalecer sus relaciones económicas con México y el entonces Presidente, José López Portillo, no desaprovechó la situación para pedirle a las autoridades que le permitieran venir a México para trabajar en un programa con las jóvenes gimnastas. Se le concedió el permiso, siempre y cuando México mantuviera sus exportaciones de petróleo a Checoslovaquia.

"No quiero decir que fui intercambiada por petróleo", comentó Čáslavská, quien fue recibida de gran manera por todo el pueblo mexicano. Tanta era la simpatía por la deportista, que llegó a tener un programa en la televisión: "Haga gimnasia con Vera".

No todo pudo ser positivo para la ex gimnasta. Comenzó a tener serios problemas con su esposo y se separaron en el mismo país en dónde se habían casado años atrás. En 1981, Věra tuvo que regresar a su país debido a que México cesó sus exportaciones petroleras a Checoslovaquia.

Regresó y mantuvo su vida con un bajo perfil. Fue reconocida por instancias como el Comité Olímpico Internacional (COI) por su destacada contribución al movimiento olímpico. El propio organismo abogó para que pudiera seguir dando clases de gimnasia y con el tiempo hasta logró ocupar el puesto de presidenta del Comité Olímpico Checo.

El episodio más triste de su vida llegó en 1993, cuando su hijo Martín hirió en una pelea a su ex marido Josef Odlozil, quien falleció un mes después. El joven fue condenado a cuatro años de prisión, y Věra Čáslavská cayó en una fuerte depresión de la que no logró sacarla ni su elección como miembro del Comité Olímpico Internacional.

Desde el 2008 se ha ido alejando de la vida pública, pero eso no fue impedimento para que dos años después visitara México con motivo del Bicentenario de la Independencia.

"Es un país que siempre llevaré profundamente en mi corazón".

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Vito García es columnista de La Ciudad Deportiva.

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