Un milagro de amor

Lupita tenía siete años y su hermanito Juanito cinco, cuando se enfrentaron al dilema de que tenían que darle un regalo al Niño Dios el 24 de diciembre...
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Las tradiciones y cuentos mexicanos que nacieron de la fusión de ritos indígenas y creencias católicas son únicas en el mundo. Están rodeadas de un gran colorido y significado y han dado nacimiento a grandes celebraciones, como las Posadas, en donde los vecinos de un barrio se juntan para conmemorar el viaje de José y María a Belén para esperar el nacimiento de Jesús, el Niño Dios.

Las personas se visten a la usanza de la época y piden posada cada noche hasta que, en la última posada, llegan a su destino, nace Jesús y todos celebran al romper las tradicionales "piñatas" cubiertas con papel multicolor y rellenas de dulces y frutas al ritmo del canto "Dale, dale, dale, no pierdas el tino..."

Cantos, historias y leyendas se escuchan durante la época navideña y han sido trasmitidas generación tras generación con el paso de los años y de los siglos recordando el nacimiento del Niño Dios. Son historias que siempre tendrán la magia de hacer que quien las escucha y las cuenta lo haga con mucho amor, por eso hoy quiero narrar una de esas bellas historias.

Lupita tenía siete años y su hermanito Juanito cinco, cuando se enfrentaron al dilema de que tenían que darle un regalo al Niño Dios el 24 de diciembre. No sabían que hacer porque su familia era muy pobre y por eso enfrentaron las burlas de otros niños que se reían de ellos. Eso no los detuvo en su ánimo y la ilusión de adorar el Niño Dios.

Lupita y Juanito vivían en el campo en una choza muy pobre y tenían que caminar mucho para llegar a la escuela y la iglesia en donde todos los niños ya empezaban los preparativos de la Nochebuena.
Lupita y Juanito participaban en los arreglos y eran los encargados de construir el pesebre, hecho con lodo y paja y con varas. En los días previos a la Navidad asistían a las Posadas porque les encantaba el canto de las letanías.

El 24 de diciembre partieron hacia la iglesia para asistir a misa y en el camino cortaron algunas varitas para ofrecerlas como regalo al Niño Jesús. Cuando los otros niños vieron el regalo nuevamente se burlaron de ellos, pero ellos guardaron silencio. Entonces sucedió el milagro. A las varitas le empezaron a salir hojas que se convirtieron en hermosas flores rojas con forma de estrellas, rodeando el pesebre.

Este ha sido mi cuento favorito. Me enseñó desde pequeña que el amor se antepone a todo, sobre todo a quienes piensan que con dinero se llega a la felicidad.

Victoria Ortiz. Periodista independiente. vickyram27@yahoo.com

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