Honor a quien honor merece

Siempre he criticado la explotación del talento de los niños, y el mal gusto con que se hace, en los programas de concurso de televisión.
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Siempre he criticado la explotación del talento de los niños, y el mal gusto con que se hace, en los programas de concurso de televisión.

He visto más de una docena de programas infantiles, en estaciones de TV de México, Estados Unidos y otros países, en donde presentan a niñas de unos cuantos años, como reinas de belleza adultas y la verdad se me enchina la piel al verlas maquilladas con exceso, con uñas y pestañas postizas, labios rojos sensuales y con vestuario, peinados y poses de vedettes. ¡Qué espanto! ¿En donde tienen la cabeza los padres que permiten que sus hijas luzcan como un objeto para la venta?

Con esto no quiero decir que estoy en contra del apoyo al talento natural de niños y niñas. Saber que nuestros hijos tienen un maravilloso oído para la música, o que tienen una voz privilegiada, o que bailan con un gran ritmo es un orgullo y hay que apoyarlos.

Si nuestros hijos tienen talento y quieren o les gusta el mundo de la música y la actuación, es válido que los apoyemos. Pero con precaución y buen juicio. Hay que motivarlos y ayudarlos a desarrollarse con profesores adecuados, no con charlatanes que buscan explotarlos. No hay que exponerlos de manera indefensa a un ambiente donde abundan los peligros.

Mi comentario en esta columna es porque me ha cautivado un programa de concurso que se llama La Academia Kids, en Televisión Azteca de México. Nunca esperé que un proyecto de concurso de canto como La Academia, que ya tiene más de una década de edad, y el cual ya estaba desgastado y mal producido, reviviera gracias al talento infantil.

Me tiene cautivada la forma en que están guiando a esos chiquitos y el talento asombroso que poseen. Se refleja en su actitud y sus actuaciones el cuidado, amor, profesionalismo y respeto de la producción (que también integró en el proyecto la participación de las mamás de los concursantes, que pueden estar al pendiente de sus hijos). Los niños están siendo tratados como se merecen: como niños, impecablemente bien vestidos sin disfrazarlos de falsos adultos. Y todos muestran un nivel de canto y presencia escénica que ya quisieran muchos concursantes adultos. ¡Nunca La Academia alcanzó ese nivel!

Finalmente es justo mencionar el trabajo del compositor Kiko Campos, director musical de La Academia Kids, quien, a diferencia de los directores anteriores, usa el programa para beneficiar a los concursantes y no para lucirse él cual genio incapaz de equivocarse, como lo hacían los directores anteriores. ¡Gracias maestro Kiko!

Victoria Ortiz. Periodista independiente. vickyram27@yahoo.com

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