COINCIDIR: Delincuencia organizada y Pemex

La seguridad industrial debe de imperar, y Pemex no hace nada. Solo ha sido y sigue siendo el centro de corrupción más grande de país. Solo un milagro acabaría con la red de "negociaciones" y beneficios personales en la pirámide del poder.
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La frialdad con la que el procurador de México, Jesus Murillo Karam, anunció los resultados del peritaje realizado al edificio B de la paraestatal Pemex, donde hubo una explosión a causa de una fuga de gas metano que destruyó tres pisos del inmueble y en donde 37 personas murieron y más de cien quedaron heridos, me dejó helada.

Primero me sentí ofendida por la forma tan irrespetuosa como el procurador Karam se refirió en su informe a los que murieron, de acuerdo a su reporte. Un informe inhumano y carente de sutileza. Parecía que estaba hablando de "cosas", de carne quemada, y no de seres humanos que nunca imaginaron lo que estaba por suceder. Personas que estaban a la espera del fin de la jornada laboral para ir a reunirse con sus seres queridos.

No quiero imaginarme lo que sintieron los familiares de las treinta y siete personas muertas cuando escucharon lo que el procurador dijo: "Al no haber cuerpos desmembrados, con muestras de asfixia..." se confirma -dijo sin decir- que no fue un atentado, sino que la tragedia fue causada por la mencionada fuga de gas.

La explosión en el edificio B de las oficinas de Pemex da mucho en que pensar porque son muchas las numerosas tragedias petroleras causadas por negligencia que ha vivido el país azteca y que han quedado en el silencio y el olvido.

Las cosas no cambian, lo que impera en las decisiones es el compadrazgo y amiguismo con los de "arriba" en la autorización de contratos multimillonarios para la construcción de obras, instalaciones, servicios y mantenimiento de Pemex a un costo muy alto en vidas de inocentes.

La lista de hechos trágicos y víctimas es interminable, pero recordemos sólo dos de las más grandes tragedias. El 22 de abril de 1992, en Guadalajara, Jalisco, una fuga de gasolina de un ducto de Pemex se vertió al subsuelo y al sistema de drenaje, y causó una explosión que dejó más de 200 muertos y una gran área de la ciudad en ruinas. El 19 de noviembre de 1984, la explosión de un depósito de gas en la Refinería de San Juanico, en el Estado de México, vecino a la Ciudad de México, dejó, más de 2,000 muertos. Ninguno de los dos "accidentes" fue debidamente aclarado y no se castigó a los culpables.

¿Qué más tiene que suceder para que las tragedias de esa paraestatal sean evitadas?

Hoy en México la población se siente impotente e indefensa. Nuestros gobernantes son insensibles, corruptos y dilapidadores. La verdad es que su discurso es "la misma gata revolcada", solo discurso, si no que se lo pregunten a el procurador Karam, que violó toda dignidad humana con su informe. ¿Cómo evitar más tragedias? No sé. Solo sé que ya hay avisos en San Martín Texmelucan; Puebla que vive a diario alertas de irregularidades; Morelos con el Gasoducto Tlaxcala-Morelos.

La seguridad industrial debe de imperar, y Pemex no hace nada. Solo ha sido y sigue siendo el centro de corrupción más grande de país. Solo un milagro acabaría con la red de "negociaciones" y beneficios personales en la pirámide del poder.

Pensar que, como proponen algunos, con la destitución del director de Petróleos Mexicanos (Pemex), Juan José Suárez Coppel por "negligencia" se arregle el problema, es infantil cuando todos sabemos que la paraestatal lleva cargando en su historia de corrupción la muerte de miles, y no por el narco, sino por otro tipo de asesinos "delincuencia organizada" y cuello blanco, Pemex.

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