Por qué me gusta el circo

Lo único predecible del Cirque du Soleil es su capacidad infinita de inventar algo nuevo, irrepetible, que nunca se parecerá a lo que ya viste en otro show.
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cirque du soleil

"Tu próxima asignación será hacer la reseña de una función de circo", me dijo mi editor hace un buen de años. "Bueno, a ver tigres, elefantes, payasos nefastos y malabaristas", pensé.

¿De eso se tratan los circos, que no? Pues no, si se trata del Cirque du Soleil, como fue en aquella ocasión. En ese entonces vi el espectáculo "Quidam", que se presentaba en Los Ángeles. Desde esa fecha el circo jamás volvió a ser lo mismo para mí.

"¿Cómo un circo sin animales", me sigue preguntando la gente que nunca ha asistido a un show del Cirque du Soleil, una compañía fundada en los años 80 en Canadá. "Pues sí, es que es un concepto distinto del que todo el mundo tiene respecto de ese tipo de espectáculos", respondo, aunque siempre obtengo la misma respuesta: cara de incredulidad y duda.

No importa. Me declaro una fiel admiradora del Cirque du Soleil, y cada vez que puedo asisto a sus funciones, las que, estoy segura, me van a sorprender. Eso es lo único predecible de esta compañía, su capacidad infinita de inventar algo nuevo, irrepetible, que nunca se parecerá a lo que ya viste en otro show.

Este es el caso de "Totem", el espectáculo que la tropa canadiense trajo a Los Ángeles, cuya enorme carpa amarilla con azul montó en esta ocasión en el puerto de San Pedro (la temporada termina el 10 de noviembre; informes sobre horarios y boletos en www.cirquedusoleil.com/totem).

El hilo conductor de este espectáculo es la evolución del hombre; de ahí entreverados, se presentan uno a uno los números que componen el show. Se trata de actos a veces - en apariencia - sencillos, a veces complicados, pero siempre lo suficientemente sorprendentes como para recordar que el uso - y casi siempre abuso - de animales en los circos ya debería de ser cosa del pasado.

Entre los números de una pareja de patinadores, hombres que brincan en unas barras no más anchas que la palma de una mano, chicas que se pasan platos montadas en uniciclos y dos mujeres que hacen acrobacias con tapetes usando los pies, se cuelan los payasos. Pero no se trata de los payasos de nariz roja, pelo naranja y zapatos de 20 pulgadas de largo. Son personajes cuya mayor habilidad es su capacidad de hacer reír a base de mímica, sin llegar a ser burdos ni grotescos. De verdad son chistosos.

A todo esto hay que agregarle que "Totem", como todos los show del Cirque du Soleil, hace uso de la tecnología más avanzada en cuestión de luces, escenografía, efectos y sonido. En este espectáculo, una plataforma circular que se inclina hace las veces de pantalla; en ella se proyectan luces multicolores y las escenografías para varios de los números.

La magia del espectáculo queda redondeada con la música creada especialmente para el show. Las piezas con instrumentos acústicos predominan en las composiciones.

La única objeción que puedo poner a este circo es el precio de sus entradas: la más barata cuesta 50 dólares. Aunque se podría decir que uno paga por algo que en verdad vale la pena. No en balde los espectáculos permanentes montados en Las Vegas son tan populares y exitosos.

Mi esperanza es que algún día todos los circos que hacen uso de animales desaparezcan, que sean cosa del pasado. Que existan solo en documentales o en los libros de historia. Así es como me gustaría que mis hijos se enteraran de ese tipo de espectáculos.

Victoria Infante es periodista independiente.

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