Cuando era pequeña me aterrorizaba la idea de hablar en público, Al convertirme en coach además de descubrir que es uno de los miedos más comunes, supe que era uno de los temores que tendría que trabajar.
Como ocurre con todo en la vida, la primera vez fue la más difícil, pero una vez que me lancé y lo hice ya no hubo nada ni nadie que pudiera detenerme y el miedo despareció como por arte de magia. Ahora dar talleres a grupos grandes (de 30 a 100 personas) es algo que disfruto muchísimo. Me llena de energía y de mucha satisfacción. Esto es algo que jamás me hubiera imaginado posible hacer y mucho menos disfrutar como lo hago hoy en día.
Aún ahora cuando tengo un grupo nuevo me pongo un poco nerviosa, pero en lugar de verlo como un miedo que hay que vence, lo percibo y lo analizo como la emoción de la anticipación de quienes serán mis clientes, las expectativas que tendrán de mi y del taller. Una vez que comienzo hablar algo mágico sucede, las personas comienzan a abrirse y poco a poco vas descubriendo su universo interior.
Cuando doy coaching individual considero que es un privilegio la oportunidad que me dan mis clientes de meterme en sus cabezas y experimentar el mundo desde sus propias perspectivas. Y, sin duda alguna, siento una responsabilidad muy grande.
Durante mi experiencia con mis clientes he aprendido muchísimo sobre las diferentes formas de experimentar el mundo. Con cada persona aprendo algo nuevo como coach y sobre mí misma, mi mundo y la manera en que lo percibo.
Uno de mis más grandes retos como coach es aplicar las herramientas que comparto con ellos. Al mismo tiempo sé que las herramientas funcionan pues yo misma las he utilizado.
Todos tenemos nuestra "zona de confort", pero para crecer y aprender nuevas cosas tenemos que salirnos de ella constantemente y expandirla.
A mis clientes los reto todo el tiempo para que expandan la suya, pero como dicen en inglés "I need to walk the talk" , es decir, debo predicar con el ejemplo. Así que hace un par de meses decidí que era el momento de hacer algo que nunca había hecho y que jamás pensé que haría: fui a una sesión con un grupo de teatro de improvisación.
Éramos aproximadamente unas 30 personas, una mezcla de profesionales, veteranos del teatro y totales neófitos teatrales como yo. Al llegar debíamos poner nuestros nombres en un sombrero. Después de mezclarlos, el anfitrión sacaría dos nombres al azar.
Todo el día estuve con la ansiedad de qué sucedería. Cuando los nervios estaban por llegar a su máximo nivel, justo antes de empezar el evento, fue mi nombre el primero en salir del sombrero. Lo siguiente que recuerdo es estar en el escenario con las luces en la cara, mi compañero de escena alguien a quien no conocía y con la difícil tarea de improvisar durante dos minutos que me parecieron eternos, los más largos de mi vida.
Una vez en el escenario, fue como si el miedo desapareciera. Hicimos la escena y hasta logramos que el público se riera. No sé si se reían de nosotros, o de ellos mismos, de los nervios que sentían porque ellos serían los próximos en someterse a la prueba.
Después del intermedio me tocó hacer una escena más y esa segunda vez disfruté muchísimo. Ahora ya no veo la hora de ir al próximo evento. Me la pasé genial, conocí gente muy interesante, me reí como hacía mucho tiempo que no lo hacía, hasta me dolieron las mejillas de tanto reírme. Para mi fue uno de esos momentos mágicos en los que vences un miedo más en tu vida. Y ahora se ha convertido en uno de mis hobbies.
Así que lo que puedo decirte es que te des la oportunidad de explorar y vivir experiencias nuevas porque, nunca se sabe, tal vez eso que tanto temes pueda convertirse en algo que disfrutas. Cada vez que experimentamos algo nuevo se abre un mundo de posibilidades y oportunidades.
Me encantaría saber cuales han sido tus retos y que te ha ayudado a superarlos.
¿Cómo enfrentas las adversidades y los cambios?
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