El valor de una mujer

Las que somos madres sabemos que los riesgos tomados antes de ser madres no se repiten cuando tenemos claro en nuestro inconsciente que hay que vivir por nuestros hijos. En definitiva, uno de los mayores estragos que vive una mujer es el equilibrio entre la maternidad y la vocación. En la gran mayoría de los casos cuando una madre decide tomar un cargo público o trabajar por una comunidad, lo hace por el bienestar y el futuro de sus hijos y por el amor a su pueblo. Probablemente ese fue el caso de la ex alcaldesa mexicana que fue asesinada después de ser torturada y maltratada esta pasada semana. La arrebataron de su automóvil en el que viajaba con su pequeña hija. Los criminales dejaron a su hija después de lo que se cree fueron ruegos desesperados de parte de ella para que no le hicieran daño.
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Las que somos madres sabemos que los riesgos tomados antes de ser madres no se repiten cuando tenemos claro en nuestro inconsciente que hay que vivir por nuestros hijos. En definitiva, uno de los mayores estragos que vive una mujer es el equilibrio entre la maternidad y la vocación. En la gran mayoría de los casos cuando una madre decide tomar un cargo público o trabajar por una comunidad, lo hace por el bienestar y el futuro de sus hijos y por el amor a su pueblo. Probablemente ese fue el caso de la ex alcaldesa mexicana que fue asesinada después de ser torturada y maltratada esta pasada semana. La arrebataron de su automóvil en el que viajaba con su pequeña hija. Los criminales dejaron a su hija después de lo que se cree fueron ruegos desesperados de parte de ella para que no le hicieran daño.

Es arduo, difícil y sumamente penoso tener que vivir en un país en guerra en el que la inseguridad puede obligarte a abandonar tu vocación. Los latinoamericanos lo llevamos viviendo por años. Fue el caso de Colombia o Argentina, es el caso de Venezuela, de Cuba, tal vez en algunos casos el de Ecuador y es el latente y acentuado caso de México. Hay periodistas, alcaldes y funcionarios públicos que no duermen en paz en medio de una guerra de narcotraficantes. El exilio o el coraje, vivir con miedo o emigrar. Hay que tener valor para ejercer un cargo público en un estado donde la ley del crimen hay veces iguala a la del orden. Un valor que tiene un precio muy fuerte.

María Santos Gorrostieta, ex alcaldesa del municipio de Tiquicheo, en Michoacán, eligió con todo y que era madre, y que su familia corría peligro, por motivos que desconocemos, seguir con su vocación. Tuvo dos atentados previos, y murió en el tercer intento, ya no siendo alcaldesa. Antes de ser secuestrada en la que sería la última vez que viera la libertad y la vida, salvó a su pequeña hija de un peor desenlace. Vivió con valor, ya que muchas madres deciden antes de poner a sus hijos en riesgo, abandonar cualquier vocación o lugar que pueda generar peligro para ellos.

En una entrevista que otorgó María al diario El País de España el pasado año ella había asegurado: "A pesar de mi propia seguridad y la de mi familia, tengo una responsabilidad con mi pueblo, con los niños, las mujeres, los ancianos y los hombres que se parten el alma todos los días sin descanso para procurarse un pedazo de pan... no es posible que yo claudique cuando tengo tres hijos a los que tengo que educar con el ejemplo".

Difícil pero valiente elección. Es imposible juzgar la decisión de la ex alcaldesa de seguir en México con su familia, los motivos son desconocidos, más allá de esas probables ganas de educar a sus hijos con ejemplo. El padre de los niños había muerto en uno de los atentados previos. Hoy sus tres niños son huérfanos de padre y madre. Seguramente recordarán a su madre como una heroína, pero con un precio muy alto.

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