La Cumbre de las Américas de Cartagena, celebrada el pasado mes de abril, fue un éxito para Colombia. El mundo, más allá de los problemas, vio una nación optimista, orgullosa, pujante. No se logró una declaración final de consenso de los mandatarios, pero eso no le resta fuerza a lo que ocurrió.
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La Cumbre de las Américas de Cartagena, celebrada el pasado mes de abril, fue un éxito para Colombia. El mundo, más allá de los problemas, vio una nación optimista, orgullosa, pujante. No se logró una declaración final de consenso de los mandatarios, pero eso no le resta fuerza a lo que ocurrió.

¿Y qué fue lo que ocurrió? Que de manera clara y respetuosa quedaron al descubierto las diferencias entre Estados Unidos y Latinoamérica en el tema de Cuba. Y en el asunto de la droga, quedó claro que Centroamérica y Colombia, naciones afectadas por la violencia del narcotráfico, quieren otra política internacional frente al problema. La discusión de la legalización sigue abierta, ahora en la OEA, y cada día gana más adeptos. La política de la guerra no convence. Pronto México se dará cuenta de ello.

Cuba y Estados Unidos pueden sentarse a discutir abierta y francamente sus diferencias. El escenario perfecto es la próxima Cumbre de las Américas a celebrarse en Panamá. El Presidente Santos, líder regional, está posicionado para lograr este objetivo. Luego vendrán el levantamiento del bloqueo y la reintegración de Cuba al sistema interamericano. Es la oportunidad que se abrió en Cartagena.

En esta Cumbre las cosas se hablaron sinceramente. Ocurrió que no se notó la ausencia de Venezuela, Ecuador y Nicaragua. Quedó claro que no podemos seguir gritándonos en el hemisferio, cada cual aferrado a su verdad, sin que los temas por fin se pongan sobre la mesa para ser valorados calmada y sensatamente.

También ocurrió que en Cartagena se inauguraron dos eventos importantes: la cumbre social donde fueron invitadas organizaciones sociales; y la de empresarios, donde los Jefes de Estado actuaron como conferencistas ante los hombres de negocios de América Latina.

El mensaje es poderosos: los temas del desarrollo y la superación de la pobreza son responsabilidad de todos. Gobierno y empresas deben ser socios en este objetivo. Como lo dijo el Presidente Santos, nadie es rico en medio de la pobreza.

La declaración más importante de la cumbre la dio la Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, cuando le dijo a Obama que las relaciones de los países son entre iguales. También lo expresó el Presidente Santos.

Es claro: luego de la Guerra Fría, el mundo ya no está a los pies de dos superpotencias que pelean y se agreden y al resto de naciones se les pide disciplina y obediencia. En el mundo y en este hemisferio hay varias potencias y muchos países en ascenso. Pero más que eso, hay una nueva actitud: yo te respeto, pero tú me respetas. No importa el tamaño de la economía o los arsenales de armas, somos iguales, queremos lo mismo.

Un pobre de Bogotá es igual a otro de Nueva York o Rio de Janeiro. Los problemas son los mismos y las soluciones son comunes. Ese es el nuevo discurso del mundo y es lo que se vivió en Cartagena.

No todos lo entienden porque siguen aferrados al pasado, al viejo paradigma de buenos y malos. Pero cada vez más gente y gobernantes comprenden los signos de los nuevos tiempos.

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