Siempre que uno es fanático de algún deporte, sueña con ver a su escuadra favorita figurar en el ámbito mundial. De niño me pregunta por qué los equipos mexicanos no podían participar en certámenes en donde sobresalían nombres de clubes como Boca Juniors, Nacional de Uruguay, Colo Colo, River Plate y muchos otros. La Copa Libertadores era como ver a través de una alambrada a los niños del barrio vecino jugando fútbol y divertirse de lo lindo.
Pero en la década de los 90 surgió un orden y una selección que prometía llevar al fútbol mexicano, si no a figurar, al menos a participar en competencias en donde se pudiera medir su verdadero nivel. Ni modo, nos tocó una situación geográfica en la que sólo se podía competir contra equipos que, salvo salieran inspirados al terreno de juego, no eran un buen sparring al momento de participar en mundiales de fútbol y aun así, hubo descalabros notables, como la eliminación de la selección mexicana en las los trayectos a Alemania 1974 y España 1982, sin mencionar la peor actuación en su historia, Argentina 1978, en la que la escuadra tricolor quedó en el último lugar.
Precisamente una amiga argentina me decía que cuando era niña oía por ahí que su selección jugaría contra México y consideraba este hecho como medirse ante El Salvador o Haití, selecciones que tuvieron alguna presencia mundialista hace muchos años. Pero que ahora, el nivel de México era mucho mayor y que los encuentros no eran nada sencillos, si por sencillez recordamos los triunfos albicelestes en dos mundiales seguidos, Alemania 2006 y Sudáfrica 2010.
Pero el tema es la accidentada situación geográfica de México en términos futbolísticos. "Ustedes no tienen que medirse ante Argentina o Brasil para ir a un mundial", le he oído a más de un amigo colombiano ese comentario quejumbroso, "deberían hacer la eliminatoria continental, no sólo jugar ante Costa Rica, Guatemala, Canadá". Bueno, el hecho de que México esté en esa parte del continente, pues no es culpa de nadie en verdad y el hecho de que no haya una justa continental para definir a ocho (antes seis y mucho tiempo atrás sólo a cuatro) escuadras que participen en una Copa del Mundo, mucho menos es culpa de México.
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Cuando comenzó la euforia de organizar y participar en mundiales después de ver el éxito de la Copa América (vale mencionar que en aquellos días bien podía llamarse copa Sudamérica), México intentó participar en una eliminatoria mundialista y competir con los grandes, como Argentina y Uruguay. Brasil se haría más grande a partir de la década de los 40. Pero en esos tiempos no había los medios para viajar como los hay ahora. Todos los países del cono sur se rehusaron a hacer un largo, muy largo viaje para eliminarse con México. Tuvo que crearse una confederación que agrupara a todos esos países de difícil acceso y el beneficiado fue precisamente México, quien tiene más presencia en mundiales que la misma Argentina.
El roce con equipos de nuestro continente que verdaderamente han ganado algo (Brasil, Argentina y Uruguay) no sólo ha traído un aprendizaje que se refleja en el juego per se del fútbol mexicano, sino el adquirir conocimientos a nivel organización, dirección, clubes y ¿por qué no? Hasta ciertas mañas.
La victoria sobre Brasil en la pasada final de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 evidencia que las distancias ya no son tan largas como antes y aunque este oro no significa que México gane en el mundial venidero en Brasil, al menos dio un cúmulo de satisfacciones que su afición merecía, tanto por su lealtad, como su aguante a tanta mercadotecnia que rodea a la selección tricolor.
Y como cierre a estas distancias cortas, las medallas de oro en la pasada justa olímpica en fútbol, fueron conquistadas por equipos de la Concacaf: las chicas de los Estados Unidos hicieron lo propio.
LA SELECCIÓN MEXICANA DE FUTBOL:
