Muros y puentes: Sobre el vigor del español en Estados Unidos

El idioma español palpita en Estados Unidos de una manera vigorosa. Su presencia en la vida estadounidense es inalterable, es una realidad creciente, extraordinaria, que se da pese a que en distintas épocas, en distintos niveles educativos, de muy diversas maneras se ha intentado detener su avance y crecimiento e incluso se quiso sofocarlo.
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El idioma español palpita en Estados Unidos de una manera vigorosa.

Su presencia en la vida estadounidense es inalterable, es una realidad creciente, extraordinaria, que se da pese a que en distintas épocas, en distintos niveles educativos, de muy diversas maneras se ha intentado detener su avance y crecimiento e incluso se quiso sofocarlo.

En algunas latitudes de este país se creyó que luego de una primera generación de los nuevos inmigrantes latinos, no tendría posibilidades de continuidad, como de hecho ha sucedido con los idiomas de distintas nacionalidades, pero felizmente no ha sido así, aunque moleste a quienes la xenofobia les da picazón.

En Texas durante la segunda mitad del siglo antepasado, para hablar de la historia reciente, los mexicoamericanos con grandes sacrificios --con sangre y no poco dolor-- lo preservaron. Es esa una deuda que tenemos con ellos. Una deuda que implica retribución a través de las artes y la educación, que requiere dignificar el sufrimiento de ese pasado con la difusión del conocimiento, con la inclusión del reconocimiento en los programas educativos. Implica que mostremos la gratitud con respeto, exige que valoremos la lección de su resistencia, que resguardemos su memoria histórica. Precisa en fin que nos demos por enterados, por entendidos, nosotros, los nuevos inmigrantes y las generaciones recientes que no hemos tenido que librar batallas ni de lenguaje ni de identidad en la dimensión en que ellos lo hicieron.

Y es que luego de los cambios políticos cuando México sufre la pérdida de la mitad de su territorio, al español en toda esa zona, al principio se le escucha con recelo y muy pronto es mal visto, se le aborrece, y se procura silenciarlo, exterminarlo. Posteriormente en la primera mitad del siglo XX, entre las vicisitudes de su preservación sufre un cierto retroceso, luego un dilatado proceso de recuperación y, dado que en las últimas décadas del siglo pasado los medios de comunicación de habla hispana en el país se desarrollaron impetuosamente, al español se le devuelve gran parte de su lustre, vitalidad y valor.

Si bien queda mucho por hacer --por su esplendor completo vamos-- hoy los medios de comunicación en español se han multiplicado y alcanzan a millones de personas. Los datos recabados en el censo de 2010 dan cuenta de lo que en los años 90 se esperaba sucediera hasta el 2025, ciertamente la comunidad latina representa todo un fenómeno --por demás formidable-- de crecimiento. Hoy en este país somos (sin contar Puerto Rico) más de 50 millones (con los puertorriqueños somos 55 millones), y según las mismas estadísticas oficiales los que hablamos español somos 37 millones (los que no lo hablan, es decir 13 millones, son menores de 5 años o lo hablan como segundo idioma o sólo hablan inglés). Un portento ¿no?

En otras palabras el idioma español no ha desaparecido en términos de primera generación de las nuevas hornadas de inmigrantes, pero además se ha robustecido entre los de estas nuevas generaciones de latinos y sus pares mexicoamericanos con sus varias generaciones en estas tierras; y encima se ha convertido en la primera opción de los estadounidenses.

Además por todo el país 12 millones de estudiantes entre la primaria y la universidad están en este momento aprendiendo español o perfeccionándolo. Hay grandes ciudades (El Paso, San Antonio, Miami, Chicago y Los Ángeles) donde la población latina rebasa el 50 por ciento de sus poblaciones, y si no lo han hecho están por hacerlo. Nuestro idioma, pues, vive en este país de una renovada manera. Su florecimiento está en las calles de muchas ciudades, desborda los medios de comunicación y se estudia propiamente en las aulas donde nuestra población sigue creciendo.

Y este español nuestro de cada día en los Estados Unidos resplandece con nuevas y muy propias características que implican una regulación y un acercamiento al prisma de sus usos y costumbres. En este país conviven, fusionándose, los coloquialismos y regionalismos de América Latina con los regionales, digamosles así, que se generaron en el pasado aludido y en el pasado reciente tanto en el suroeste (los mexicoamericanos), como en la costa Este (los puertorriqueños) y en la Florida (los cubanos). Las implicaciones culturales lingüísticas de cada país hispanoamericano en Estados Unidos vienen formando un gran cauce que ya merece la atención de especialistas, mientras tanto quienes lo usamos lo vivimos a cada momento y en todas partes del país (se dice que ya no existe un solo condado sin población latina), por eso sostengo que en Estados Unidos nuestro español palpita de manera vigorosa.

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