MUROS Y PUENTES / Esa cicatriz

Luego de permanecer días y días sin escribir mis apuntes, por el (afortunado) exceso de lo demás en mi trabajo, uno repasa (con ojos más aguzados) lo publicado en diferentes medios, revisa los despachos de las agencias, los boletines de las ONG y los temas despuntan, las notas se dejan clasificar, separar, priorizar. Al final elegir entre lo de los drones y el monitoreo en la frontera, lo de la injusticia en el caso Trayvon Martin o la inminencia de la militarización fronteriza.
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Luego de permanecer días y días sin escribir mis apuntes, por el (afortunado) exceso de lo demás en mi trabajo, uno repasa (con ojos más aguzados) lo publicado en diferentes medios, revisa los despachos de las agencias, los boletines de las ONG y los temas despuntan, las notas se dejan clasificar, separar, priorizar. Al final elegir entre lo de los drones y el monitoreo en la frontera, lo de la injusticia en el caso Trayvon Martin o la inminencia de la militarización fronteriza.

La frontera México-Estados Unidos, esa "cictariz" (como la llamaba Carlos Fuentes), hoy está a punto de ser de nuevo llaga.

Hace cosa de un mes en el Senado de los Estados Unidos se confeccionó un proyecto bipartidista de reforma migratoria, el debate como usted sabe va y viene echando chispas desde los cuatrienios de George W. Bush, y ahora según parece ya no es cosa de discutir el cuándo sino el cómo, ya no el fondo sino la forma, parece ya un hecho que se ve inminente pero la verdad que pinta feo y aún se verá más feo cuando salga de la Cámara de Representantes.

En aras de mejorar el atrofiado sistema migratorio, hasta hoy se tiene una propuesta en la que destaca --entre lo más feo-- la militarización de la frontera con México. En el proceso los políticos antiinmigrantes le han dado forma a esta amenaza: crear la zona fronteriza más militarizada del mundo... ¡entre países que no están en guerra!

Más ridículo resulta por el hecho de que la propuesta se hace para adular y convencer a los duros de la Cámara Baja (los republicanos de la extrema derecha) que se obstinan en criticar la supuesta falta de vigilancia fronteriza a fin de que apoyen la iniciativa de reforma migratoria.

Se ha demostrado una y otra vez que dicha frontera es más segura que nunca, pero a ver, hágalos entender... no. Para nada. Se empecinan movidos por quién sabe que siniestra inercia. La mayoría de ellos imagina la frontera desde su butaca en el Congreso, en Washington, como una abstracción que abominan y por ende manotean para borrar la aversión, aunque en los manotazos desestimen a gente buena, no al Mal que dicen ver sino a gente buena, a los migrantes sin documentos que acuden a Norteamérica a trabajar pero que ellos criminalizan, los hay que incluso los llaman terroristas.

En fin, eso ya lo he apuntado mucho, no que resulte vano pero sabemos que --a como pintan las cosas-- lleva una carga de hecho infructuoso.

En fin, decía, lo que sí deben ventilar activistas y legisladores pro reforma es lo que se llevarán entre las patas de sus caballos ciegos esos jinetes apocalípticos (por aquello del choque entre civilizaciones) cuya ira abrirá de nuevo la herida fronteriza.

Una herida que alcanzará, del lado norteamericano, a casi ocho millones de personas; sí, de Brownsville Texas a San Diego California, casi ocho millones que cargarán con las consecuencias de la militarización, a saber y de entrada: Una transformación en la relación de las dos comunidades y una caída de negocios y de empleos, una ausencia de clientes, una falta de trabajadores, deterioro pues de la cotidiana convivencia.

Hasta hoy --a reserva de que en la Cámara Baja con toda seguridad empeorarán el proyecto de reforma-- la militarización incluye 20 mil nuevos agentes para la Patrulla Fronteriza; la construcción de más de mil kilómetros de muros a lo largo de la frontera (hoy existen muros en 1,050 kilómetros, con la enmienda propuesta habría alrededor de 2,175 kilómetros de muros); tecnología adicional (porque ya manejan una notable) que incrementaría el número de drones o aviones no tripulados, sensores a larga distancia, más torres con cámaras de video, otros vehículos y no sé qué más.
El costo de todo eso también deben esgrimirlo a fin de concientizar al pueblo norteamericano, pues de su bolsa saldrían los 48,000 millones de dólares que costaría la nueva vigilancia fronteriza en los siguientes 10 años.

Así están las cosas. En la Cámara de Representantes están cocinando la discusión, los duros velan armas, su líder John Boehner acaba de declarar que debatirán minuciosamente el proyecto de ley y dejó claro que anteponen el "control" de la frontera.

Escalofríos produce, por otra parte, la defensa que hacen los republicanos que favorecen la reforma migratoria. En su perorata "a favor" de la reforma el senador John McCain ha indicado que el levantamientro de muros "era muy importante a fin de tener una frontera más militarizada" y así amarrar apoyo de sus compinches en la Cámara Baja.

McCain llegó a afirmar, a manera de argumento a favor de esta enmienda --diseñada por cierto por dos senadores republicanos: Bob Corker y John Hoeven-- que sería "la frontera más militarizada" desde la caída del Muro de Berlín en 1989. Tal como está la propuesta se construiría un muro fronterizo siete veces más extenso que el Muro de Berlín y contaría con cuatro veces más agentes para vigilarlo.

Nada más y nada menos. ¿Y el gobierno mexicano? Bien gracias. Da pena su pasividad. El secretario de Relaciones Exteriores, José Antonio Meade, se ha limitado a mencionar en conferencia de prensa la importancia binacional de la frontera, en ese contexto ha soltado datos importantes, como que por la frontera cada minuto se comercia un millón de dólares, equivalente al 70 por ciento del comercio bilateral, lo que en buena parte depende de más de un millón de cruces de personas al día... datos que serían contundentes si se esgrimieran en una nota de reclamo directo.

Una postura, la del gobierno mexicano, más bien tibia. Esos muros representan una afrenta entre países amigos, deshonran al vecino y socio, destruyen los principios de buena vecindad tan arduamente construidos. Es cierto los muros desunen, no son acordes con la amistad entre naciones, y son por demás incongruentes, lastimosos, en una cicatriz que se quiere cerrada, sanada.

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