La Reforma Migratoria y el poder de la familia

Hace 14 años, mi madre y yo dejamos nuestro hogar en México para buscar una nueva vida en el Sur de California. Sin una tarjeta de Residencia Permanente () hasta mi segundo año de secundaria, deduje que este sería el final de mi educación. Pero mi madre vio algo diferente. Todos los días, ella se despertaba a las 4:30 am...
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madre hija latina

Durante las próximas semanas, el Senado considerará la propuesta más reciente para una reforma migratoria integral: un tratado de 844 páginas que fue elaborado por un grupo de senadores de ambos partidos el mes pasado. Desde su introducción, las implicaciones políticas y económicas del plan se han convertido en el enfoque central. Pero al reflexionar sobre mi propio camino hacia la ciudadanía, me encuentro con la esperanza de que no dejaremos que la conversación termine allí - que consideraremos tanto los dólares y centavos, como a los miles de niños, familias y comunidades cuyo futuro ahora se encuentra colgando de un hilo.

Hace 14 años, mi madre y yo dejamos nuestro hogar en México para buscar una nueva vida en el Sur de California. Sin una tarjeta de Residencia Permanente (Green Card) hasta mi segundo año de secundaria, deduje que este sería el final de mi educación. Pero mi madre vio algo diferente. Todos los días, ella se despertaba a las 4:30 am, se pasaba la mañana trabajando como empleada doméstica, viajaba 15 millas hacia su otro trabajo por la tarde en un club social local, y terminaba el día lavando los pisos en un restaurante Applebee's después del cierre - todo para que mi futuro pudiera ser muy distinto algún día. Una década y media después, ella estuvo presente en mi graduación de Georgetown. Honestamente no sé cual de las dos se sentía más orgullosa de la otra en ese momento.

Después de la universidad, con acceso al mundo de las oportunidades que me dio mi educación (y la tenacidad de mi madre por lograr dármela), me hallé atraída nuevamente hacia los salones de clases y me vinculé a Teach For America para enseñar a niños de séptimo grado en el Valle del Río Grande. Allí, vi muchos padres Latinos quienes compartían la determinación de mi madre - madres y padres que hacían sacrificios asombrosos por sus hijos todos los días. A través de ellos, supe que mi madre - a pesar de ser extraordinaria - no era única. En nuestras comunidades, los valores familiares prevalecen sobre todos los demás. De tal manera, bajo circunstancias desafiantes, encontramos la fuerza gracias a nuestro amor por el otro, a nuestro sentido de la responsabilidad compartida, y a nuestro compromiso por asegurar que los sacrificios de nuestros antecesores ayuden a forjar el camino para quienes venimos después.

Las largas horas de mi madre me dieron la oportunidad de ser lo que yo quisiera. Yo elegí pararme al frente de un salón de clases porque quería formar parte de aquella garantía para que ellos lograran hacer lo mismo.

Ahora, nuestro país comienza a considerar la propuesta más reciente de una reforma - un paquete que puede ayudar a lograr los sueños de una educación universitaria para decenas de miles de familias como la mía. A lo largo y ancho del país, 65,000 estudiantes indocumentados obtienen sus diplomas de la escuela secundaria cada año. De estos jóvenes promesas - una pequeña proporción de quienes pasaron por mi salón de clases en Texas - no más del 10% logran graduarse de la universidad. Muchos ni siquiera se presentan por temor de atraer una atención desfavorable. Otros navegan por el proceso únicamente para darse cuenta de que la prohibición actual sobre la asistencia financiera y el valor de las matrículas dentro del estado para los jóvenes sin residencia permanente, en muchos estados, hace que el costo esté mucho más allá de lo alcanzable para ellos. Entonces, después de años de recibir motivación e inversión de maestros como yo, quienes les dijimos que podrían hacer cualquier cosa que quisieran, resultó en que no podrían.

Al apuntar hacia un camino expedito hacia la ciudadanía para las personas que llegan a los Estados Unidos como niños y eligen matricularse en una universidad o en las fuerzas militares, la última propuesta surge para cambiar esta situación. Y si bien las implicaciones económicas positivas importantes de lograr una fuerza laboral más educada y productiva no deberían ser subestimadas, tampoco lo debe ser el compromiso para con la familia y la comunidad que sostienen nuestra determinación de que ésto se haga una realidad.

Viendo mi propia historia en retrospectiva, sé que ninguna legislación podría igualar la determinación de mi madre para lograr llevarme hacia donde ella me veía ir. Pero un paquete como éste podría haber facilitado su carga un poco - y en esencia podría cambiar el camino de muchas familias que se encuentran separadas u oprimidas por el peso de las políticas actuales. En base a nuestro compromiso para con estas familias, para las nuestras, y por el amor del uno por el otro, debemos unirnos para apoyar un cambio significativo. A medida que lo hacemos, rendiremos homenaje a quienes forjaron el camino y el futuro que ahora visualizamos.

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