Celebro tu vida en Día de Muertos

Perdí este año a dos de las personas que más he amado; a una se la llevo el condenado cáncer, al otro la calaca por andarla tentando. El caso es que ya se fueron y yo aún no dejo de llorarles. Si cada año pongo mi altar, este año lo hago con más gusto.
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Ya viene la celebración del Día de Muertos, una tradición muy mexicana donde hasta fiesta les hacemos a los que se nos adelantaron en el camino.

Perdí este año a dos de las personas que más he amado; a una se la llevo el condenado cáncer, al otro la calaca por andarla tentando. El caso es que ya se fueron y yo aún no dejo de llorarles. Si cada año pongo mi altar, este año lo hago con más gusto.

En el festejo de los santos difuntos, nuestros muertitos regresan a visitarnos. Es un fiestón que organizamos para expresarles que son bienvenidos, que los extrañamos, que siguen viviendo en nuestra casa, en nuestro corazón, en nuestros recuerdos y que eso los hace inmortales.

He elegido la mesa de cristal que está al centro de la estancia para colocar como dice la tradición papel picado de colores. Me fui al mercado a comprarlo y por más que busqué un puesto donde todavía se hiciera a mano, vi con tristeza que ya hasta eso se hace con máquinas. Pues sí, papel de china 'Made in China'. El papel es importante porque se cuelga como banderines y se mueve con el aire representando al viento.

Busqué las mejores fotografías para colocarlas en el altar, es bueno que los muertos se vean contentos o al menos que su imagen refleje su verdadera personalidad. Las fotos son como una especie de ID, así si están en el purgatorio cotejan con la foto y los dejan salir.

ofrenda dia de muertos

Nunca estamos preparados para la muerte, quisiéramos vivir por siempre y que nuestros seres amados jamás se vayan de nuestro lado. Por eso colocamos en el altar calaveritas de dulce, para recordar que aunque no nos guste, la muerte siempre está presente.

Las velas son el elemento fuego: cuatro cirios en cada punto cardinal, para que los difuntos no se pierdan, para que se orienten y puedan regresar a casa. Por eso también las flores de Cempazúchitl, muy de temporada, muy olorosas y de un color naranja muy encendido. Con las flores no solo se decora el altar, sino que se les arma un caminito que ellos puedan ver desde arriba y los guíe directito de su tumba a la entrada de la casa.

Para limpiar el ambiente de malos espíritus que puedan impedirle el paso, se quema copal, una resina parecida al incienso que me recuerda el aroma de las iglesias. Se forman dos cruces de ceniza, la grande es para que al llegar pueda expiar sus penas. La cruz pequeña es una ayuda para salir por si estaba en el purgatorio y que pueda seguir su viaje.

Los muertos vienen cansados, hay que dejarles jabón y toalla, por si necesitan limpiarse. También hay que ponerles una jarra con agua para que puedan refrescarse los labios; ahora que si el occiso bebía como el mío, se le deja una copita o de plano toda la botella de su licor favorito. Si fumaba, se le ponen sus cigarritos. Pero lo más importante es que hay que cocinarles sus platillos favoritos y ponerles un buen plato en el altar -que nadie más ha de comer- y todo, para que recuerden el gozo de la vida y quieran regresar a visitarnos el próximo año.

Mientras decoro el altar de mis muertos, no puedo dejar de pensar en lo triste que estoy sin ellos, en lo mucho que los extraño, en lo que nos faltó por hacer, por decir, por abrazar, por reír. A veces se me sale no una, sino varias lágrimas al recordar lo último que dije o que no dije. Si tan solo hubiera... Si no te hubiera reclamado, si te hubiera besado, si nos hubiéramos ido, si nos hubiéramos quedado, si hubiera entendido, si no hubiera sido tan egoísta y te hubiera amado así como eras. Si no hubiera estado esperando a que cambiaras, reaccionaras, hicieras.

El caso es que el hubiera es un verbo muerto, tan muerto como tú. No sé si al morir desapareció en tu alma el recuerdo humano, no sé si te convertiste en un ángel, si acompañas al señor en el cielo, si intercedes por mí y velas mis sueños. A veces trato de sentirte y no te siento. A veces siento que estás ahí -aquí- todo el tiempo. No sé si un día nos encontraremos allá, en el otro mundo, no lo sé.

Solo de algo estoy segura, que tocaste mi vida y la transformaste. Tu ausencia me dolerá por siempre, pero en el día de los muertos y en todos los demás días por venir, celebraré tu vida. Gracias por haber existido, tu vida fue un regalo a mi vida.

A mis abuelitos, Gabriel y Lorena.

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