CRÓNICAS de Mogarraz: Francisca Aguirre

No me es fácil escribir con serenidad sobre la poeta Francisca, Aguirre. Juntos, con Luis Rosales, los tres, desempeñamos durante 30 años una hermosa tarea responsable en la Dirección de Actividades Culturales y Artísticas del Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI). Jamás tuvimos el más mínimo desencuentro ni roce, por pequeña que fuere y tampoco acepté otro trabajo o destino, si ello significaba alejarme de Paca Aguirre y de Luis Rosales. Aseguro que en el MAE, trabajar en nuestro despacho era codiciado. Aunque tuviéramos distintos niveles administrativos, a cualquiera le hubiera sido difícil averiguar quién era el jefe, pues allí nadie mandaba.
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No me es fácil escribir con serenidad sobre la poeta Francisca, Aguirre. Juntos, con Luis Rosales, los tres, desempeñamos durante 30 años una hermosa tarea responsable en la Dirección de Actividades Culturales y Artísticas del Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI). Jamás tuvimos el más mínimo desencuentro ni roce, por pequeña que fuere y tampoco acepté otro trabajo o destino, si ello significaba alejarme de Paca Aguirre y de Luis Rosales. Aseguro que en el MAE, trabajar en nuestro despacho era codiciado. Aunque tuviéramos distintos niveles administrativos, a cualquiera le hubiera sido difícil averiguar quién era el jefe, pues allí nadie mandaba.

Las puertas de nuestros despachos, siempre estaban abiertas,, nunca se cerraron, y siempre fueron refugio y esperanza de cuantos necesitaron de nuestra ayuda, para recuperar su dignidad. En tiempos de represión, eran el punto de referencia y encuentro de argentinos, uruguayos, chilenos, paraguayos, peruanos, filipinos y un largo etc. Los reclamábamos, si estaban 'desaparecidos', a muchos los repatriamos, vía Canadá; les concedíamos una 'beca', hasta que encontraron un trabajo digno. Hubo quien no tuvo más remedio que instalarse en nuestro despacho Otros, encontraron acomodo en el contiguo 'Cuadernos Hispanoamericanos', con el inmenso y cercano Félix Grande y otros en prensa o en exposiciones. Cuestión de memoria.

Para Paca: «la poesía es una herramienta del conocimiento, que sirve para sacar lo que llevamos dentro.» Sí, y para contar su historia. Y es que del 'corazón' de Paca participan Félix Grande [el apellido es responsable, como su noble figura] y Guadalupe, poetas igualmente distintos. De este modo, ya podremos comprender a Paca, su poesía y su historia. Al menos, aquí, de esa parte entrañable de su vida que no figura en sus biografías. Pues, como a todos los humanos, la vida nos ha forjado entre el amor y la soledad --más allá de la 'nada'--, ya que la armonía nace de los contrarios, y que, «ni el bien ni el mal son durables», todo cabe en la vida de Paca y con sutil cobertura nos lo cuenta.

Sentenciaba Luis Rosales que «la alegría no tiene historia». Un día llegó Pace compungida. Estaba claro de que, ese día, Paca tenía 'historia'. Luis, le preguntó: « ¿Tú podrías vivir el resto de tus días sin Félix?». Pero Paca no sabía, ni podía vivir sin Félix. De modo que le aconsejó: «a quienes 'queremos' hemos de 'amarlos', no como son, sino como están siendo»: 'paciencia', le aconsejó --que se dice pronto--. 'Paciencia'. El aforismo de Luis, como todos los suyos, es contundente, porque 'amar' es la antinomia de 'querer', lo uno es 'dar' y lo otro 'recibir', 'poseer'.

Una acción es activa y la otra, pasiva; generosidad o egoísmo. No nos ha tocado vivir tiempos de 'amor', voz que ha caído en desuso; son éstos, tiempos de 'querer', tiempos de posesiones «y no hace falta aprenderlo».

Lo que pasó, lo escribió Paca en un libro, que se puede leer mil veces y cada vez aprendes algo más: Ítaca es su nombre. Después de suficiente 'paciencia', todo ha pasado, y están «más juntos que una lágrima».

Pero Paca, al nacer --en 1930--, cometió un error imperdonable. Seis años después, estallo la infame Guerra Civil española. Llegó con el conocimiento necesario para comprender lo que era el horror y el terror. Para llegar a su Frontera:

« [...] y no ingresar en ese tiempo loco
que cobra su alquiler en monedas de espanto. [...]»
Algunos escribimos con sangre. Otros con el corazón.

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