Un país a la espera

Por ejemplo, si finalmente se firma la anhelada paz en Colombia, ¿qué pasará con los que perpetuaron el atentado contra el ex ministro Londoño?
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Hace unos días el ex ministro colombiano Fernando Londoño Hoyos, víctima el año pasado de un atentado de las FARC que le costó la vida a varias personas y dejó heridas de gravedad a muchas otras, escribió en su columna del diario El Tiempo, el prontuario de esta organización terrorista, desde el 20 de enero de este año. Es muy doloroso.

Entre civiles y militares asesinados, más los atentados a la infraestructura energética, las FARC han demostrado que su crueldad sigue intacta y que su ánimo de destrucción no ha mermado. Lo único que ha mermado es su capacidad militar, gracias a los éxitos militares del anterior y el actual gobierno. Por eso, que la ofensiva continúe sin tregua alguna, con diálogos o sin diálogos, parece básico para que algún día los colombianos veamos el fin de esta guerra salvaje que a tantos inocentes, tantos militares excelentes y tantos líderes se ha cobrado.

Con el ex presidente Uribe, las FARC fueron golpeadas donde todos decían que era imposible. Gracias a la tenacidad de Álvaro Uribe Vélez, Colombia pasó de ser un país secuestrado y violentado, a ser un país libre.

Pero con el presidente Santos la guerrilla también ha sido golpeada. Ha sido durante su gobierno que cayeron el Mono Jojoy, máximo jefe militar de esa agrupación, y Alfonso Cano, máximo líder, y las principales piezas que le quedaban a ese grupo, después de la muerte de Tirofijo y Raúl Reyes. Los otros, se han escondido tras la frontera con Venezuela desde que Chávez es presidente, y ahora se encuentran en la Habana. También han sido dados de baja en combate y capturados, varios mandos medios, y se han desarticulado varios frentes.

Lo cierto es que la paz es un anhelo de todos los colombianos. Aunque así de cierto es que, para cuando comenzó este nuevo proceso, el crédito de las FARC estaba muy agotado, y con los crímenes que han cometido hasta ahora, más las mentiras que han dicho (como que no tienen secuestrados), el escepticismo comienza a expandirse. ¿Será que teniéndolas tan acorraladas, cometiendo actos de terrorismo desesperados para aparentar su vigencia, era el momento de plantearse este proceso? ¿No será que habría que seguir la ofensiva sin diálogos, hasta que fuesen las FARC y no el gobierno quienes pidieran acabar con la guerra, negociando una rendición? Solo el presidente Santos, los altos mandos militares y algunos de sus ministros tendrían la información de primera mano para saber lo que convenía. Confío en que tomaron la mejor decisión.

Recuerdo que durante el gobierno del ex presidente Uribe los diálogos siempre se trancaron porque las FARC exigían despejar los municipios de Pradera y Florida, en el Valle del Cauca. El ex presidente, afortunadamente, se plantó y negó despejar un milímetro. Pero el presidente Santos tampoco lo ha hecho, así como tampoco ha aceptado un cese al fuego bilateral y continúa la ofensiva, no solo contra la guerrilla, sino contra el narcotráfico, que es el principal motor de la guerra, siendo que de éste se nutren las FARC para sostener económicamente sus frentes. También se ha atacado a las bandas emergentes, que son una mezcolanza peligrosísima entre ex guerrilleros, ex paramilitares y mafiosos. Y se han capturado a varios capos, algunos escondidos en otros países latinoamericanos.

Para mí la pregunta más importante proviene de los crímenes que siguen cometiendo, de dónde se traza la raya. Por ejemplo, si finalmente se firma la anhelada paz, ¿qué pasará con los que perpetuaron el atentado contra el ex ministro Londoño? ¿Qué pasará con los autores del prontuario que el ex ministro relató en su columna? ¿Qué pasará con los que hoy, o mañana, o pasado mañana, cometerán otro crimen? ¿Están delinquiendo con la garantía de que no serán castigados? Y todo eso, dejando a un lado qué pasará, con todos los crímenes de lesa humanidad y torturas que han cometido a lo largo de un historial que los convierte en una de las bandas más sangrientas del planeta.

Hoy que el proceso tambalea, el presidente Santos tiene la oportunidad de mostrar sus virtudes de estadista. Lo saca adelante con un golpe inesperado en la mesa o, ante la intransigencia y crueldad sin límites de una organización que sigue matando a un país dispuesto a perdonar, da por terminada quizá la última ocasión que tienen estos delincuentes de reintegrarse a la sociedad.

Toda Colombia espera. No más engaños.

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