En mi país, una nación donde la mayoría de las personas pertenecen a la religión católica, las fiestas más celebradas provienen de ésta. En los Estados Unidos, una nación tan diversa en nacionalidades como en religiones, la fiesta más celebrada es la que conmemora la llegada de los primeros inmigrantes. En busca de una vida tranquila, sin la persecución religiosa de la que eran víctimas en su patria, un grupo de peregrinos ingleses arribaron a la región que hoy se conoce como Nueva Inglaterra.
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usa, new hampshire, harrisville, ice fishermen on silver lake. cabin painted with us flag and live free or die message.
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bandera de estados unidos

En mi país, una nación donde la mayoría de las personas pertenecen a la religión católica, las fiestas más celebradas provienen de ésta. En los Estados Unidos, una nación tan diversa en nacionalidades como en religiones, la fiesta más celebrada es la que conmemora la llegada de los primeros inmigrantes. En busca de una vida tranquila, sin la persecución religiosa de la que eran víctimas en su patria, un grupo de peregrinos ingleses arribaron a la región que hoy se conoce como Nueva Inglaterra.

Antes de ellos, estas tierras tan solo eran habitadas por los indios nativos. Y si bien la colonización pasó por una carnicería en la que los colonizadores terminaron relegando a los nativos, hoy por hoy, todos conviven en paz entre estas fronteras. Seguramente que en medio del fragor de la batalla, por sus mentes no pasó jamás que se estaban forjando las bases para lo que muchos años después se convertiría en la potencia más poderosa del planeta. Y que la mayor fiesta que en su suelo se aclamara, sería una celebración de la inmigración.

Quizá no sea casualidad, que la nación más poderosa, también sea la más inclusiva. Porque desde entonces, las fronteras de los Estados Unidos, como las de ningún otro país, siempre estuvieron abiertas para que los oprimidos, los perseguidos, los segregados, los que por su tendencia sexual o religión eran maltratados, los que las guerras, las hambrunas o la situación política o económica en sus países los llevaban a huir desesperados, tuvieran la posibilidad de vivir dignamente. Y muchos de esos que así llegaron, o sus hijos, o sus nietos, después se han convertido en líderes mundiales, que con sus logros han conseguido que este país se destaque, desde el plano deportivo hasta el tecnológico, pasando por toda clase de ciencias, profesiones y disciplinas.

Desde todos los rincones del planeta, personas de toda clase, desearon, desean, emprender un viaje que les permita cumplir, el sueño americano. Hoy por hoy, a mi parecer, ese sueño sigue tan vivo, como en aquellos años en que de Europa provenían ríos humanos, huyendo de la amenaza nazi, o de la ruina en que quedaron después de sus dos conflictos bélicos.

Hace pocas semanas terminó la campaña presidencial. Aunque con sus baches, fue una demostración de lo que significa la democracia. El hijo de una mujer estadounidense con un hombre africano, un afroamericano cristiano con un nombre y un apellido poco común, fue el ganador. El hijo de un hombre que inmigró desde México, un mormón de la raza blanca, fue el otro candidato. Congresistas, senadores, gobernadores y todo tipo de colaboradores, se sumaron a un esfuerzo colectivo, en el que, a diferencia de tantos otros países, la violencia no tuvo cabida.

Y en esta, quizá como en ninguna otra elección, fueron de importancia absoluta, las minorías y los inmigrantes.

Aunque existan críticas (en mi concepto debatibles) hacia el presidente Obama porque no presionó más al Congreso por una solución para los millones de indocumentados, el otro partido, inexplicablemente, se fue totalmente en contra, al menos de una raza de inmigrantes. Y así, a mí parecer, en contra de la esencia de los Estados Unidos.

Todavía retumban en mis oídos las palabras de un precandidato abogando por un muro inmenso en la frontera sur, con alambrado eléctrico, si es posible un pozo con caimanes, y un letrero, decía burlonamente en español, que dijera, No pase. O las del candidato contrincante, que en un debate dijo que la solución era la autodeportación. Pero también las acusaciones por parte de miembros de ese partido, pidiendo la partida de nacimiento del presidente. O las leyes de Alabama y Arizona, patrocinadas por gobernadores de sus filas.

Como si toda la inclusión con la que se ha forjado el espíritu de esta nación, de repente la hubiesen olvidado. Como si todo ese ejemplo de libertad, sobre un acatamiento sagrado hacia la ley y el respeto mutuo por las creencias del otro, que ha hecho de ciudades como Miami una mini representación de Latinoamérica y el Caribe, o de Nueva York una mini representación del mundo entero, de repente ya no les importara.

Afortunadamente, debido a los resultados, tal parece que los miembros que no comulgan con ese extremismo, están elevando su voz, y ahora descubrimos que los otros, aunque son los que más ruido hacen, no eran la mayoría.

Por el bien de este país, y del mundo, ojalá que así sea.

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