¿Hasta cuándo los clichés antilatinos?

He admirado desde los 17 años al periodista y escritor norteamericano Tom Wolfe. Creo que si no hubiera leído sobre su nuevo periodismo en primer año de carrera, quizás no hubiera sido periodista, así de simple. Los temas que él reporteaba, el retrato social a fondo y, sobre todo, su estilo único, apropiándose de los recursos estilísticos de la literatura para escribir no ficción, me inspiraron no sólo a mí, sino a generaciones de generaciones de periodistas en el mundo entero.
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He admirado desde los 17 años al periodista y escritor norteamericano Tom Wolfe. Creo que si no hubiera leído sobre su nuevo periodismo en primer año de carrera, quizás no hubiera sido periodista, así de simple. Los temas que él reporteaba, el retrato social a fondo y, sobre todo, su estilo único, apropiándose de los recursos estilísticos de la literatura para escribir no ficción, me inspiraron no sólo a mí, sino a generaciones de generaciones de periodistas en el mundo entero.

Por tanto, escribir esta columna me incomoda tanto como puede incomodar desacralizar a uno de tus héroes de juventud.

Pero no puedo ocultar la indignación y desconcierto que me produjo leer Back to Blood, novela resumidero de todos los clichés anti latinos. Sí, dirán ustedes: es ficción, no es real, no intenta ser justo ni representativo. Y, por lo demás, es fiel a su estilo. Está bien todo eso, pero las ficciones construyen realidades, y la que él hace de los latinos en Estados Unidos es una representación a mi juicio injusta, pues contribuye a seguir perpetuando los prejuicios con que parte del mundo americano caracteriza a la comunidad hispana.

Para ellos no hay alabanzas a nuestra cultura, idioma, idiosincrasia, enorme capacidad de trabajo, literatura, vitalidad, sino un conjunto de críticas. Una destacada profesora universitaria afro americana, me confesó que su abuelo decía tantas cosas malas contra los latinos que ella tuvo que hacerle ver que estaba repitiendo las mismas cosas que antes se decían sobre su comunidad afroamericana!

El libro de Wolfe intenta representar el mundo de Miami y su "clash of cultures". Sus personajes, sobre todo los latinos, son de cartón. Mujeres latinas atractivas, jóvenes e interesadas en el dinero y el ascenso social. Policías de pocas luces. Profesores arribistas que tratan de pasar por franceses siendo haitianos. Madres y padres gritones y sobre protectores. La galería de latinos retratados le hace el juego a lo que muchos norteamericanos creen que es Latinoamérica: una gran teleserie.

Esta realidad choca aún más cuando después de la reelección de Obama, los hispanos son la niña bonita de la política norteamericana y los republicanos han cambiado su discurso hostil para lograr revertir la amplia ventaja que le dan en las urnas a los demócratas. Más allá de los argumentos utilitarios, es importante que la comunidad latina sea acogida y valorada, no sólo tolerada o seducida en períodos electorales.

Y uno no valora lo que no conoce.

Y es aquí donde los relatos de Junot Díaz, ganador del premio Pulitzer por La maravillosa y breve vida de Oscar Wao pueden ser de gran ayuda. Un antídoto anti Wolfe, podríamos decir, ya que tanto en Oscar Wao como en el brillante This is how you lose her, retrata la profundidad de la experiencia de vivir en Estados Unidos para los latinos, especialmente para lo que se conoce como la diáspora caribeña. La mezcla, hibrida, especial, controversial, no perfecta ni del todo armónica, de culturas tan diferentes. Leyendo a Díaz uno puede ponerse en el pellejo de los latinos de la diáspora y de sus hijos, de esos hijos que no son de aquí ni son de allá, que deben convivir en un sistema educacional que también segrega, donde hablar español muchas veces es mal visto, y por lo que algunos sólo quieren asimilarse a la nueva cultura y olvidar la de origen. Donde ven a sus madres trabajar hasta la extenuación por tratar de sacar adelante a sus hijos, sufren la soledad al no tener al familión cerca, o la discriminación al comprar una casa o aplicar a un trabajo por su color o apellido.

Una comunidad que tiene voz, y ahora cada vez más voto, necesita no sólo expresarse electoralmente, sino también tener la oportunidad de ser comprendida. Así como los ítaloamericanos, con razón, alegan que si siempre los retratan como mafiosos, la gente sólo piensa que ellos lo son, los clichés wolfianos pienso que hacen un daño similar.

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