Adiós, Don Francisco

Don Francisco ha vivido un largo reinado en TV, uno que ha encarnado con la dignidad y responsabilidad de alguien que siempre supo que al otro lado de la pantalla había un sillón, abuelos, nietos, hijos, reunidos después de la cazuela del sábado, a la espera de que les alegrara un poco la vida, sin aspavientos ni emociones fuertes. The chilean way.
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Mario Kreutzberger, 67, center, better known as Don Francisco interacts with young guests during the taping of his TV show Sabado Gigante in Miami, Tuesday, Sept. 16, 2008. Don Francisco has been the host Sabado Gigante since 1962, and his show is viewed in 44 countries around the world. (AP Photo/Alan Diaz)
Mario Kreutzberger, 67, center, better known as Don Francisco interacts with young guests during the taping of his TV show Sabado Gigante in Miami, Tuesday, Sept. 16, 2008. Don Francisco has been the host Sabado Gigante since 1962, and his show is viewed in 44 countries around the world. (AP Photo/Alan Diaz)

Pocas cosas eran más típicas del Chile en el que crecí que ver "Sábados Gigantes".

No había casa donde después del almuerzo del sábado, en esa hora pre o post siesta, en que no estuviera un televisor sintonizado en canal 13, mientras abuelos, nietos, padres, amigos, mascotas miraban y escuchaban a Don Francisco, Mario Kreutzberger, desde el año 62, en que su programa se creó. Era, de algún modo, la compañía oficial de las familias chilenas.

Y así permaneció por más décadas de las que nadie pensó. Su fórmula era esa: acompañar sin agobiar, sin agredir, sin intimidar. Pero su receta no era inocua o descafeinada. A veces era pesado, como decimos en Chile, es decir, muy irónico, y se reía de sus invitados o concursantes.

Nunca olvidaré un concurso en que el desafío era adivinar palabras, y una señora no lograba dar con la respuesta a una palabra de tres letras, de una sustancia que le da sabor a la comida (obviamente era sal, pero la señora estaba bloqueada).

Don Francis le dijo: "señora, es lo que le pone en la mañana a los huevos de su marido". "Ah, talco Don Francisco", dijo la mujer, mientras la galería se venía abajo y el animador se tiró al suelo del ataque de risa.

Pasaba todo el tiempo. Dentro de lo apacible, lo impredecible. La sal de Don Francisco era eso, su personalidad entre tímida y graciosa, un poco en guardia, al borde de salirse de libreto.

"Sábados Gigantes" fue el soundtrack de una era, de varias eras, llevándole el ritmo a un país con sus concursos, canciones, viajes y entrevistados, pues Kreutzberger supo ir interpretando a las familias de ese país pequeño e isleño, a medida que los tiempos cambiaban.

Y vaya que cambiaron. El de los sesenta y setenta, dio paso al Chile en dictadura, severo y gris. El país vivía tiempos difíciles, los conflictos eran terribles; chilenos padecían, y no existía consenso casi en nada. Había crisis económica, cesantía, tortura y desapariciones. Pero cada sábado en la tarde, lo que sabíamos era que -para bien o para mal- en cada casa se escuchaba la risa de Don Francis y sus compinches, Mandolino, Yeruba, Valentín Trujillo y muchos otros. Era un rato en que se suspendía el Chile real, y llegaba este Chile compartido.

No todos lo querían. Mi abuela, por ejemplo, lo detestaba: lo encontraba "relamido", queriendo decir sobreactuado. Otros pensaban que subrayaba la evasión en un momento en que se necesitaba conexión con la realidad. Como sea, ha sido "el" referente de la TV chilena y, tras su salto a las grandes ligas, de la TV de todo el mundo. Es un modelo, para imitar o desobedecer, pero modelo al fin.

Ahora que se ha anunciado que el 19 de septiembre se acaba el programa en Estados Unidos (pues en Chile ya se había terminado), se cierra un círculo completo de la vida de tantos chilenos y también de muchos latinos en Estados Unidos.

Una era de una televisión más amable, menos escandalosa, en que los niños veíamos en Don Francisco, La Hechizada, Daktari o El mundo submarino de Jacques Cousteau, un mundo exterior seguro, sin amenazas ni angustias. Un mundo en que los animadores eran figuras queridas por algunos, respetadas por muchos, y que los animadores se parecían más a un vecino que a una celebridad.

Don Francisco ha vivido un largo reinado en TV, uno que ha encarnado con la dignidad y responsabilidad de alguien que siempre supo que al otro lado de la pantalla había un sillón, abuelos, nietos, hijos, reunidos después de la cazuela del sábado, a la espera de que les alegrara un poco la vida, sin aspavientos ni emociones fuertes. The chilean way.

Una ética y estética tan distinta de la TV basura actual, de los reality shows o concursos extremos, que denigran casi por deporte a quienes los hacen y, sin duda, a quienes los ven.

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