Todos hemos vivido momentos dolorosos en nuestras vidas. Seguro tú también has sufrido la pérdida de seres queridos, o has visto como proyectos en los que has invertido una gran cantidad de tiempo y esfuerzo se desvanecen frente a ti.
Son momentos incómodos para todos los involucrados, tanto cuando tú eres quien está sufriendo, como cuando ves que tu amigo o familiar es quien está en ese estado. Porque muchas veces en esa situación no sabes qué hacer para poder levantarle el ánimo con tal de hacer que se sienta mejor.
¿Te acuerdas de alguna situación así, donde no sabías qué decir para poder mejorar la situación porque en realidad no hay nada que hacer?
En esos momentos me he dado cuenta que una de las peores cosas que podemos hacer es decirle a nuestro amigo, a nuestro familiar, que esté tranquilo y se calme y que "todo pasa por algo", porque la verdad es que no es así.
Hemos aprendido desde niños a buscarle explicación a todo y por lo tanto queremos que aquel suceso doloroso haya sucedido por alguna razón. El problema es que cuando hacemos eso, lo que le decimos implícitamente es que deje aceptar el momento y la situación tal como es, y en vez de vivirlo desde la emoción, lo tome desde la mente y le quitamos la posibilidad de sentirlo y experimentarlo en su totalidad.
Además, el "todo pasa por algo" también se ha transformado en los últimos años en la solución fácil cuando algo que estamos buscando no resulta y decidimos rendirnos; para quitarnos la culpa y aceptar nuestra propia resignación a actuar o cambiar. Entonces decimos: "todo para por algo", cuando en realidad quizás lo que nos falta es empuje, o las simples ganas de experimentar los sucesos de la vida de manera completa y presente sin importar lo dolorosos que sean.
Por eso, si en realidad quieres ayudar a un amigo o a un familiar en un momento difícil, en un momento en el que sufre, lo que harías es aprender a estar más presente mientras estás con ellos, ya que la mayoría de las veces alguien que está en ese estado lo que necesita es simplemente tener a alguien que esté a su lado completamente allí para sentir su apoyo.
Imagina cómo te gustaría que te hubiesen tratado a ti en los momentos en los que has sufrido. Una simple mirada y un abrazo firme pueden ser mucho más poderosos que las palabras equivocadas.
El poder de una conversación radica en estar presentes en ese momento, escuchando de manera real y completamente consciente lo que el otro me está diciendo y no buscando las palabras para responderle, que es lo que usualmente hacemos.
Una conversación no se trata de tener la razón, y menos en el momento en que tu misión es en realidad el apoyar a un amigo o un familiar en un momento difícil, lo que necesitas es estar ahí para hacer conexión con esa otra persona más allá, de corazón a corazón.