Hace unos días en una reunión de juiciosos cubanos preocupados y ocupados en la evolución de nuestra patria uno de los presentes ante el análisis que se hacía de una propuesta a las autoridades de Cuba mostró preocupación por lo que interpretarían y dirían en Miami las emisoras de tv y radio, los micrófonos abiertos, internet, y opinión popular. Esa inquietud -expresé- era timidez y un freno que debíamos superar los cubanos que estamos comprometidos con el mejor destino de nuestro nación.
Les argumenté que los que perseveramos y batallamos cívicamente con los problemas de nuestra patria no somos políticos que tenemos que buscar votos de apoyo en las esquinas, ni estar expresando -como los políticos de carrera- lo que sus votantes quieren oír aunque se trate de una irracionalidad. Definitivamente no somos buscadores de simpatía, somos patriotas que hacemos y proyectamos lo que consideramos mejor para nuestra patria. Es justo e inspirador agregar que hubo comprensión y entendimiento por los presentes y se aprobó la propuesta.
Explico la experiencia anterior porque es válida para abordar algo más grave que me ha dejado un sinsabor y pesadumbre cubana al ver (excepciones existen) a quienes considerábamos valiosos compatriotas de la sociedad civil cubana que residen dentro de la isla y visitan Miami empequeñeciéndose al amoldar su proyección y discurso a lo que saben de antemano quieren oír en la capital del destierro quienes los invitan y patrocinan sus viajes. Porque si de buscar simpatía y apoyo popular, numeroso, útil y valioso se tratara, defendieran el sentir mayoritario del pueblo de la isla que no apoya al gobierno totalitario pero que -por diferentes razones- no observa con buenos ojos la política de embargo económico a Cuba y la limitación y prohibición de viajes de cubanos y extranjeros a la isla que preconiza una parte cada día mas pequeña del exilio cubano.
Cuando dentro de Cuba dejamos de ser un quijote independiente y nos sumamos "al sofá" de la casa de Ricardo Bofill en el reparto Mañana y al del reparto Aldabó y la calle H en el Vedado de los hermanos Arcos Bergnes (Fidel Castro expreso en la plaza: "la contrarrevolución en Cuba cabe en un sofá...") y en esos tiempos era verdad, sin embargo, ese primer grupo sin dinero del exterior, sin premios, ni cámaras de televisión logro con evidencias, argumentos y pruebas serias sentar y sancionar por primera vez al gobierno de Cuba en las Naciones Unidas y después -como nacionalistas- los desafiamos a un encuentro nacional para comenzar a resolver los problemas del país entre cubanos y no solo en tribunas internacionales.
Y lo más significativo: siempre se preservo la integridad y cuando llegaba la prensa extranjera a Cuba indagando por las superficiales posiciones ante el embargo nunca nos dejamos arrastrar al particular diferendo régimen-Estados Unidos y tratábamos los problemas propios de Cuba que son culpa de trancas nacionales y no de una medida extranjera. Además -algo muy importante- concluíamos que apoyar el mantenimiento del embargo económico y el aislamiento de Cuba es también dar a entender que tenemos que forzar el cambio en Cuba por fuerza económica porque no tenemos ante el régimen y el confundido pueblo ideas o argumentos sólidos para hacerlo por convicción.
Considero que las posiciones extremadamente radicales en la oposición debilitan al que forme parte de ellas dentro o fuera de Cuba porque el pueblo no es extremista de derecha, ni de izquierda. Es un pueblo que ha tenido y tiene problemas pero quiere resolverlos de manera calmada, sin traumas sociales y en concordia nacional. No entender esta realidad descalifica como líder.
¿Ante que estamos hoy? Ante unos perfectos adversarios para el régimen que dan muestras muy graves de incapacidad, ineptitud e irresponsabilidad. Lideres cubanos exiliados que en sus afanes por desconocer la realidad cubana no solo hacen daño a su crédito ante el pueblo de la isla y de una parte muy considerable del exilio de hoy.
Más aun: también hacen daño con sus reiterados anacronismos y desaciertos al prestigio del país que los acogió porque con sus donaciones y votos presionan a Estados Unidos a aparecer ante el mundo como un monstruo y al régimen cubano como una víctima. El crucigrama se completa con la pillería en algunos de los que vienen de allá complaciendo el error y repartiendo falsas esperanzas al estilo de José Elías de la Torriente, famoso tumbador que tuvo Miami con la prenda de la libertad de Cuba. Definitivamente estos que vienen de visita y conocen el terreno cubano son todavía más irresponsables con la patria que los que llevan más de 50 años fuera de ella.