Un nuevo escándalo se ha unido a la pesada lista de problemas en la selección mexicana. El portero Guillermo Ochoa decidió condicionar su permanencia en el equipo a ser titular. Como resultado el entrenador José Manuel de la Torre, decidió marginarlo de la convocatoria que enfrentará a Honduras y Estados Unidos en el Hexagonal Final de la CONCACAF.
'Chepo' optó por ventilar públicamente las razones por las que no llamó al portero del Ajaccio en un afán de evitar especulaciones y más problemas a su de por si complicada situación. La disciplina que fue el sello de De la Torre desde el inicio de su gestión, se ha derrumbado en el mismo grado que el funcionamiento deportivo.
Este no es el primer caso de deserción en el equipo. Carlos Vela, delantero de la Real Sociedad, le dijo una y otra vez no al llamado, sin que las razones aún sean claras. El manejo de la situación fue tan torpe como ahora con la sublevación de Ochoa.
De la Torre llegó con un gran crédito como director técnico a la selección azteca, sin embargo este se ha agotado, pues ese puesto requiere de habilidades más allá de la simple estrategia.
Un entrenador de fútbol debe ser un líder conciliador, inteligente y tiene que saber manejar recursos humanos, sobre todo, tratándose de deportistas con grandes egos y limitada preparación académica. Estas cualidades han brillado por su ausencia en 'Chepo', que con una actitud militar sólo ha disgregado al conjunto.
No se puede justificar la conducta de Memo, extraña en un sujeto con su perfil, sin embargo todos los entrenadores en el mundo se enfrentan a jugadores suplentes inconformes y pocos casos detonan en un condicionamiento público.
Permitir el enfado del portero y luego exhibirlo, son dos errores costosos pues ahora en un gesto de coherencia debe separarlo permanentemente del equipo y no volver a convocarlo o sentará un precedente peligroso y dañino para otros.
La selección mexicana está comprometida en las Eliminatorias Mundialistas, en mi diagnóstico los problemas se han originado desde las entrañas y no por los rivales. El enemigo vive dentro, como siempre.
