Taxis en el DF o una travesía en el infierno

Taxis en el DF o una travesía en el infierno
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A taxi driver stops for a customer on Avenue Chapultepec in Mexico City, Mexico, on Thursday, Jan. 12, 2012. Signs the expansion in Latin Americaâs second-biggest economy is gathering steam have also helped drive gains in the peso, increasing the allure of Mexican debt, said Ramon Cordova a currency trader at Base Internacional Casa de Bolsa. Photographer: Susana Gonzalez/Bloomberg via Getty Images
A taxi driver stops for a customer on Avenue Chapultepec in Mexico City, Mexico, on Thursday, Jan. 12, 2012. Signs the expansion in Latin Americaâs second-biggest economy is gathering steam have also helped drive gains in the peso, increasing the allure of Mexican debt, said Ramon Cordova a currency trader at Base Internacional Casa de Bolsa. Photographer: Susana Gonzalez/Bloomberg via Getty Images

Tomar un taxi en la Ciudad de México es quedar en manos de la circunstancia. Decir que de la fatalidad sería muy radical, aunque a decir verdad la mayoría de las veces es una experiencia en algún sentido desagradable.

Autos sucios y desvencijados, taxímetros intervenidos, taxis piratas, radios a todo volumen, falta de cinturones de seguridad, taxistas que conducen hablando por teléfono, choferes irrespetuosos, agresivos o confianzudos, delincuentes disfrazados de taxistas, transgresores de toda norma de vialidad. En fin, todo un paraíso de ilegalidad y falta de cortesía.

Por supuesto que hay excepciones. Pero como usuario de este sistema de transporte por años y años puedo decir que, desafortunadamente, son los menos.

No me meteré en comentar la complicadísima y lenta acción del Gobierno local para tratar de regular y controlar esta situación que a todas luces los sobrepasa. A ellos y a todos nosotros que estamos a merced de un sistema de transporte riesgoso, poco eficiente y abusivo en su generalidad.

Decidí aventurarme a escribir esto a partir de una experiencia particular (aunque recurrente) y con la intención de proponer una suerte de paliativo que, al menos, haga más llevadera la relación entre los taxistas y quienes ocupamos sus servicios.

Hace unos días me subí a un taxi y el chofer comenzó a hacerme plática. Era de noche, alrededor de las 11 pm, y me dirigía a una colonia de la Ciudad de México considerada riesgosa. El auto y el hombre tenían un aspecto desaliñado y mugroso. Él, de la nada, comenzó a lanzar comentarios homofóbicos en relación con un acto entre parejas gay que hubo en el Zócalo capitalino el 14 de febrero.

No sacaré conclusiones infundadas de que lo hizo para confrontarme quizá detectando que soy un chico gay o que trató de buscar mi aprobación de hombre. El punto es que no es la primera vez que me ocurre algo así y es sumamente desagradable. Y no sólo en relación con ese tema.

He tenido que soportar desde lances de ligue hasta diatribas misóginas, machistas, xenófobas, clasistas y todo un circo de charlas prejuiciosas, irresponsables o radicales. Quejas incendiarias o intentos de adoctrinamiento religioso o político maniqueo. Por no citar las incontables veces que, como usuario de bicicleta, me han "echado el coche encima" o gritado insultos.

Mi conclusión es que el Gobierno del Distrito Federal debería considerar una campaña de sensibilización, concientización o educación (como se le quiera llamar) entre los taxistas para convertirlos en profesionales en su trabajo y "dignos" representantes, porque para muchos extranjeros y turistas de México y de fuera es uno de sus primeros acercamientos a la capital, de una ciudad que se jacta de global, diversa, culta. "De avanzada".

No me meteré en asuntos de políticas públicas y transporte porque no soy experto. Pero sí creo que urge concientizar a los taxistas de que necesitan ser respetuosos de las reglas de tránsito y asumir y saber reaccionar en una ciudad complicada y en un trabajo que les exige, sí o sí, tener contacto con un desfile variopinto de personajes y circunstancias.

No pueden circular sin estribos ni filtros. Sin responsabilidad. No pueden saltarse las dinámicas de una convivencia equilibrada así nomás porque sí. Nosotros como usuarios tampoco, por supuesto, y tener a taxistas más educados nos exige a nosotros corresponder en la misma medida y de la misma forma.

La Ciudad de México, considerada la más dolorosa para moverse en el mundo (y ciertamente lo es), nos orilla a la barbarie y contra ello no nos queda más que recurrir y aferrarnos a la civilidad y el respeto. A la sensibilidad.

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