Los latinos y la encrucijada del presente

Este blog nace con la encomienda de seguir el andar de los latinos por el mundo. De mirar con atención aquellos acontecimientos, paradojas y coyunturas que determinan a nuestras comunidades...
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Este blog nace con la encomienda de seguir el andar de los latinos por el mundo. De mirar con atención aquellos acontecimientos, paradojas y coyunturas que determinan a nuestras comunidades tanto en Latinoamérica como en Estados Unidos, Europa y otros continentes. De atender las honduras de nuestra herencia cultural y su proyección hacia el futuro a partir de lo que somos actualmente. De mirar nuestra relación con el planeta.

Los latinos, en nuestra extraordinaria e intrincada diversidad, estamos frente a un panorama único en la historia. Complicado, pero promisorio. Por supuesto que cada época tiene su relevancia y deja su impronta, que el presente de cada uno es el relevante porque es el que le ha tocado vivir, que no se puede en ningún sentido dar la espalda a nuestra historia y sus ciclos, que aún afrontamos retos inmensos. Sin embargo, este momento es singular porque está marcado por el optimismo.

Me explico. A partir de 2007 una crisis económica comenzó a cabalgar por el mundo y cimbró, sobre todo, a los titanes económicos como Estados Unidos y Europa. A diferencia de otros periodos como los fatídicos 80, la perversamente llamada Década Perdida de América Latina por los descalabros que pusieron a la región en la lona, esta vez salió "bien librada".

Brasil y México se mantuvieron como referencias regionales. Sobre todo el primero que se elevó al primer plano del "concierto internacional". Perú, Colombia, Uruguay y Chile dieron muestras de estabilidad y crecimiento. Salvo excepciones como Venezuela que ha hecho frente a terremotos sociopolíticos, Latinoamérica se mantuvo firme e inyectó un halo de confianza a las jóvenes generaciones que ya no se sintieron acechadas por los fantasmas de la ansiedad y la desesperanza que acarreaban los tropiezos económicos o políticos traducidos en contextos tan aterradores como las dictaduras militares.

Siete años después de que se desatara la crisis las potencias han tratado, con dificultad, de salir del bache. Por su parte, Latinoamérica ha tenido que voltear a ver sus lastres históricos como la desigualdad, la pobreza, la violencia y la necesidad de infraestructura. El Mundial de Brasil, por ejemplo, terminó en medio de protestas, del desastre deportivo de la selección nacional y de un descenso de la imagen primermundista que el Gigante Latinoamericano tenía colgada. México enfrenta paradojas de igual complejidad por el narcotráfico y la violencia. Centroamérica también.

Se preguntarán, ¿entonces se puede hablar de optimismo? Habrá a quienes les cueste creerlo pero sí y no se trata de un optimismo infundado y etéreo como en otros tiempos, sino uno más concreto y, por tanto, paradójico.

Los jóvenes latinos ya no son cínicos ni despreocupados. Resignados o inertes. Críticos sin propuesta. Dejados. Desinformados. Por el contrario, están a tono con la contemporaneidad. Son vitales, educados y globalizados. Miran los desafíos con un mayor ánimo que sus padres. Se manifiestan, se educan, son consumidores de cultura, proyectan nuestra identidad y la preservan no con ánimos paternalistas sino de convivencia con otras culturas, migran, hablan español (y otros idiomas), no perciben la política como los regímenes anteriores, están conscientes de su poder de acción en escenarios tradicionales como las calles o en los foros recientes como las redes sociales, persiguen el bienestar y se saben con derecho a él.

Es indispensable que esos ánimos de cambio y creatividad no sólo se mantengan sino que se incrementen, expandan y empujen a una renovación profunda de nuestras sociedades, sistemas políticos y participación ciudadana. Las comunidades latinas en Estados Unidos son un magnífico ejemplo a observar. De lo anterior depende no solo la garantía de un futuro alegre sino también el bienestar del presente. Los latinos tenemos la oportunidad y el ánimo de dejar de lamentar nuestro pasado o de anhelar un futuro inaprensible para construir un hoy esplendoroso. Como nunca antes. Propio. Pese a todo. Ojalá no la dejemos pasar de largo.

En Twitter, @omargvillegas.

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