Discriminación en carne propia

En días recientes he estado masticando temas como la discriminación, el rechazo, la violencia soterrada. Todo a raíz de un incidente que sufrí durante unos días libres en un hotel de Acapulco.
This post was published on the now-closed HuffPost Contributor platform. Contributors control their own work and posted freely to our site. If you need to flag this entry as abusive, send us an email.

En días recientes he estado masticando temas como la discriminación, el rechazo, la violencia soterrada. Todo a raíz de un incidente que sufrí durante unos días libres en un hotel de Acapulco y que me dejó reflexionando en torno a nosotros, todos, cuando funcionamos a partir del prejuicio.

El fin de semana festivo del viernes 1 de mayo al domingo 3 de mayo, durante el llamado "puente" en México, salí unos días de la Ciudad de México hacia Acapulco. Me hospedé en un hotel que encontré en internet ubicado en la Colonia Balcones del Mar en el camino a Pie de la Cuesta. Opté por ese lugar porque era de los pocos con alojamiento disponible y porque ofrecía un aislamiento que me permitiría descansar cerca del mar y lejos de zonas concurridas como La Costera.

Después de una travesía de pesadilla por el tránsito, lo primero que hice al llegar fue tomar un taxi que me llevó al hotel, ubicado cerca de un retén militar y en una zona aislada y poco concurrida. En ninguna de las puertas de entrada había indicación de que se trataba de un sitio de hospedaje. Entré a unas instalaciones amplias y tranquilas.

El lugar se autodenomina un "senior living" o un sitio de descanso para adultos mayores. Efectivamente hallé a puras personas adultas. Me recibieron los administradores y, quizá, socios. Una pareja heterosexual, de tez clara y en apariencia de un nivel socioeconómico alto. Recalco estos rasgos por lo que viene más adelante.

En las instalaciones había otras parejas de extranjeros mayores, seguramente estadounidenses, que actuaban como si fuesen dueños o socios. Igual blancos, heterosexuales y en apariencia de nivel socioeconómico alto. El equipo de trabajadores (cocineros, conserjes, personal de limpieza, meseros, vigilantes) era reducido e integrado por gente local.

La tarde-noche del viernes descansé y la mañana y tarde del día siguiente igual. El sábado cerca del atardecer ocurrió lo que quiero comentar. Yo viví en mi adolescencia en Acapulco. Tengo amigos de secundaria y uno de ellos, heterosexual, quiso que nos encontráramos tras 20 años de no vernos. Mantenemos contacto por redes sociales y fue así como nos comunicamos mi estancia y acordamos una visita suya al hotel.

Cuando llegó comenzó una serie de comportamientos que a la luz de los días he atinado en calificar como hostigamiento y discriminación. Mi amigo y yo nos fuimos a una zona solitaria pero completamente visible de la terraza a platicar y tomar unas cervezas.

De inmediato las miradas de suspicacia nos acordonaron. Comenzó a atendernos uno de los trabajadores, pero después ya fueron los propios administradores y/o dueños quienes iban y venían preguntándonos qué queríamos. Luego se les unieron otros trabajadores del lugar. Nunca, por decirlo así, tuvimos un espacio de privacidad para platicar y ponernos al tanto.

En un momento dado, después de tomarnos unas fotos, el administrador se acercó a preguntarme a qué se dedicaba mi amigo. Luego, so pretexto de que el sistema de cable estaba fallando porque tal vez yo había apagado el aparato en mi habitación, fueron a revisarla. Después, como no queriendo la cosa, se fueron canalizando al resto de huéspedes a donde estábamos, cerca de una televisión, para ver la pelea entre Pacquiao y Mayweather. Fuimos cercados y luego de "tantas" cervezas ya no se nos sirvió más, se dijo que se cerraría el bar y se nos cobró una abultada cuenta.

Yo en el transcurso de los cuestionamientos bajo una vigilancia constante pregunté por una política de visitas que nunca se me aclaró, pero que di por hecho que habría de ser similar a la del promedio de hoteles en el que no están prohibidas en horarios y espacios específicos.

De hecho, en un instante la esposa del administrador preguntó si mi amigo se quedaría a dormir. "Tiene un costo extra", recalcó. Es decir, estar solo y ser un chico gay (algo que no dije ni tendría por qué y que no oculto ni tendría por qué) me convirtió inmediatamente en un personaje cuyo contacto con otro hombre pasa por el matiz sexual y "transgresor" aun cuando sólo platicábamos (y aunque nos hubiésemos abrazado) y de que espontáneamente les aclaramos que éramos amigos y nos estábamos reencontrando en persona tras dos décadas.

Yo desde los primeros signos de acecho me sentí incómodo. Mi amigo lo tomó con más "filosofía". Al menos al inicio. Me dijo que lo viera como una "cortesía" porque en Acapulco "las cosas están complicadas" por la inseguridad. Le dije que eso no lo justificaba, pero lo tomé con calma. Es más, dijo que seguro él tenía cara de "maleante" (¿por ser de Acapulco y de tez morena?) y le comentó al administrador: "pensé que eras extranjero".

Cuando el atosigamiento fue insufrible, mi amigo se enojó. Pero ninguno nos alteramos. Preguntamos si ocurría algo e hipócritamente dijeron que no. Claro, nunca se nos negó en sentido estricto el servicio, se nos daba como "favor". Nunca se nos echó o confrontó, se nos hostigó. Nunca se nos recriminó, se nos cuestionó y se nos puso en entredicho.

Yo le di muchas vueltas al asunto. Me cuestionaba a mí mismo. ¿No se trataba de una reacción visceral mía? ¿Estaba dando una lectura errónea? ¿Estaba haciendo un berrinche puesto que en el hotel había una pareja de lesbianas que al parecer estaban de lo más tranquilas? Pero cuando lo conté a gente cercana, incluidos mis padres, todos se escandalizaron y consideraron que se trataba de una acción digna de una queja rotunda.

¿Reclamar estando solo en un sitio aislado y rodeado por todo un entorno hostil? ¿Denunciar ante autoridades que podrían resultar igual o más discriminatorias? ¿Salirse en un sitio que no se conoce bien y en el que no es fácil tener acceso a comunicación o transporte público? ¿Señalar actos "sutiles" difíciles de comprobar?

No sé si estoy confundiendo o entremezclando términos, pero creo que se trató de discriminación. De homofobia. De clasismo. De xenofobia. Todo en código pasivo agresivo que, además, conozco desde niño. Esas miradas, esos gestos, esas acciones de hacer sin hacer para expresar burla, rechazo, condena. Un terreno de ambigüedad en el que caben los atropellos. Pactos perversos en los que incluso uno es capaz de participar en el acto discriminatorio aun siendo discriminado porque se cree que otros pueden detentar la capacidad de rechazarnos por su condición "superior" de clase, color de piel o heterosexualidad.

Pero más que considerarme una víctima o querer convertirme en un espadachín contra un sitio en particular (por eso omito el nombre del hotel, no por miedo), mi pensamiento se dirigió al desamparo en el que viven a diario millones de personas en México y en el resto de América Latina y en otras regiones con contextos restrictivos, agresivos, intolerantes.

Yo, por fortuna, tengo "el privilegio" (que no debería ser tal) de vivir en un barrio, en una ciudad, en entornos laborales y familiares respetuosos. Sin embargo, fui testigo y se me recordó que la diversidad está cercada, que nos falta un trecho inmenso para a la convivencia plena y que aún en este 2015, como me dijo mi madre, tenemos que cuidarnos y fijarnos a dónde caemos porque no en todos lados nuestros derechos ni el respeto de los mismos está garantizado. No es que no estuviera consciente de ello, pero vaya golpazo de realidad.

Popular in the Community

Close

What's Hot