De anarquía ciclista y de cuando me atropelló un auto

Me embargó la urgencia de hablar sobre el empleo de las bicis como medio de transporte en las urbes de tránsito complicado debido a que se ha extendido de manera explosiva y anárquica.
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Escribir sobre el uso de bicicletas y su apogeo en la Ciudad de México (y en general en las ciudades latinoamericanas) era un objetivo desde hace un mes, al menos. Estaba sopesando percepciones cuando me ocurrió un accidente que interrumpió la confección de este texto, pero que ratificaría muchas de esas ideas.

Me embargó la urgencia de hablar sobre el empleo de las bicis como medio de transporte en las urbes de tránsito complicado debido a que se ha extendido de manera explosiva y anárquica. Al menos así lo percibo en la Ciudad de México, donde las estadísticas revelan incidentes constantes entre ciclistas y otros medios de transporte como el auto o autobuses. Yo recientemente estuve involucrado en uno de esos accidentes.

Sin ufanarme de ser un ciclista modelo, que no soy, diré que suelo esperar a que no haya autos para atravesar ciertos cruces, tomo los carriles indicados, cedo el paso a peatones, avanzo a velocidad moderada, me bajo de la bici al andar en las aceras, no tomo sentidos contrarios y, digamos, sigo reglas básicas de circulación.

Una tarde tomé la Ecobici, el sistema de bicicletas público de la ciudad, y me dirigí por mi ruta habitual para ir al gimnasio en la colonia Roma, donde moverse en bici es recurrente. Ese día un auto me llegó por atrás y me golpeó por el costado izquierdo. El coche iba a gran velocidad y siguió su camino como si yo no existiera.

No me asusté en el momento del impacto y pude mantener el control de la bicicleta, por lo que no caí evitando, quizá, un accidente aparatoso. Al detenerme para revisar que yo no tuviera alguna lesión grave y que la bicicleta no hubiera sufrido una avería, el automovilista se fugó. Yo me quedé con contusiones e hinchazón en la pierna, brazo y mano izquierdos.

Se trataba de heridas superficiales y no había lesiones serias, según las revisiones médicas. No obstante, con el paso de los días, que sumaron un par de semanas, sufrí dolores y tuve que someterme, sobre todo en la mano izquierda donde tuve una inflamación de ligamentos, a inmovilizaciones y vendajes que me lastimaron.

Esta experiencia fue muy desagradable y, además, frustrante porque ocurrió sin justificación alguna a manos un conductor irresponsable al que nunca le vi el rostro y que quizá iba descuidado en su teléfono celular o que, simplemente, me echó el coche como suele suceder en esta ciudad enfrascada ya en una guerra entre automovilistas, ciclistas, peatones, motociclistas. De todos contra todos.

Cuento lo que me ocurrió sólo para acentuar que, pese a ello, no cambió mi impresión de que el uso de bicicletas en la Ciudad de México se ha desarrollado sin educación vial ni sensibilización ni regulación. Tratándose de un sistema de transporte "ecológico", "sano", "barato" y, por ende, políticamente correcto, se ha creado en torno a él un halo que, desafortunadamente, lo ha vuelto intocable y esto ha gestado conductores peligrosos.

A la par de la arrogancia y superioridad moral desarrollada por los ciclistas, estos han interiorizado la falsa idea de que están ajenos a cualquier norma y sanción debido a que son "salvadores" del mundo. "Transformadores". Se han convertido en infractores alevosos e indemnes. Nadie, incluidas las autoridades de tránsito, se atreven a reprenderlos porque ellos son "los buenos".

No obstante, el escenario común en la ciudad incluye ver a ciclistas sin casco, que se pasan altos, que circulan en sentido contrario y en aceras, que usan carriles prohibidos de transporte público, que circulan por sitios inadecuados, que avanzan a velocidad riesgosa, que zigzaguean entre autos... vaya, una oda a la anarquía vial. Como suelo aludir, hay excepciones, mas la inmensa mayoría hemos cometido alguna falta.

En este momento es preciso destacar la complejidad de incentivar el uso de bici en una ciudad como la de México en la que el auto ha sido el amo y señor del barrio. No existe la infraestructura suficiente y las calles tan deterioradas o hechas para el uso exclusivo de coches son peligrosas para los ciclistas. Pero al obviar toda regla de tránsito estos sólo acentúan el riesgo y, asimismo, han nutrido una animadversión entre la ciudadanía.

Los ciclistas en la Ciudad de México requieren educación vial obligatoria y estar sometidos a pruebas y sanciones similares a las que se exigen para conducir un auto. Claro, en una ciudad impregnada por corrupción, abuso de poder y anarquía vial in extenso esto se podría convertir en un arma de doble filo que puede transformar a los ciclistas en las víctimas más susceptibles de atropellos.

Pero necesitamos, entre todos, contribuir a alcanzar cierto orden en una ciudad tan caótica. Además, con ciclistas educados este medio de transporte no sólo se volvería más popular y viable, también más seguro. Lamentablemente nos estamos alejando de esto y es cada vez más peligroso, accidentado y antipático.

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