Tragedia exige medidas complejas: 'La seguridad escolar no existe'

Una legislación urgente para controlar compra y uso de armas de fuego es una buena idea, pero es una solución simplista. Las masacres de víctimas, los tiroteos, los asesinatos domésticos y otros usos equivocados de armas exigen medidas complejas porque reflejan problemas igualmente complejos. La pasada tragedia en Connecticut, igual que otros eventos parecidos, muestra una sociedad con abrumadores problemas de salud mental y profunda ignorancia sobre ellos, de parte de las familias y del gobierno.
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seguridad escuelas
- Por Ofelia Pérez
Escritora, autora y conferencista sobre ausencia paterna y comportamiento humano

Una legislación urgente para controlar compra y uso de armas de fuego es una buena idea, pero es una solución simplista. Las masacres de víctimas, los tiroteos, los asesinatos domésticos y otros usos equivocados de armas exigen medidas complejas porque reflejan problemas igualmente complejos. La pasada tragedia en Connecticut, igual que otros eventos parecidos, muestra una sociedad con abrumadores problemas de salud mental y profunda ignorancia sobre ellos, de parte de las familias y del gobierno.

Me parece casi ridículo que los medios y el público se pregunten cómo y por qué ocurren horribles tragedias. Es no tener una consciencia mínima de la sociedad en que vivimos, ni de lo que hay detrás de un individuo de 20 años que decide, armado hasta los dientes, capaz de terminar con las vidas de seres indefensos que no le han hecho nada ni tienen que ver con él. La catástrofe no termina con el evento. Tiene efecto multiplicador grave a corto y a largo plazo para familias inmediatas y extendidas que sufrieron pérdidas de hijos, nietos y sobrinos... pérdidas que cambiaron sus vidas para siempre. Contemos además la marca de ansiedad que queda en familias de toda la nación, frente a un sistema escolar y de salud donde la protección no existe.

Muchas agencias del gobierno, aparte del Congreso solamente, tienen que intervenir y atacar las causas subyacentes desde todos sus ángulos, antes de garantizar la seguridad. Veamos la complejidad del asunto, desde lo que parece más obvio hasta las raíces de momentos funestos como este.

1. La seguridad escolar no existe ni para proteger de los bullies, menos para proteger de la locura de un francotirador aficionado por cuya hostilidad pagaron inocentes. Se falla en no identificar a los bullies, sancionarlos, involucrar a los padres en la solución de esa conducta que está en contra de la ley. Estos son delincuentes diarios a quienes conocen bien y a menudo su conducta queda impune. No entiendo cómo, tratándose de menores de edad que se supone estén bajo tutela parental, ninguna de las autoridades (padres, maestros, consejeros, policías, etc.) han terminado ya con esta situación que es un problema serio de salud mental y de amenaza contra la vida. Da vergüenza observar cómo se penaliza a los padres que intervienen para defender y proteger a sus hijos, cumpliendo con su responsabilidad legal.

Igualmente, en las escuelas hay niños que no son bullies, sino aparentan ser "normales, retraídos, tímidos". Tampoco entiendo que personas entrenadas en una escuela no puedan detectarles signos de falta de salud mental. El enfoque de quien sabe algo sobre comportamiento debe ser, no solo ayudar al que exhibe una conducta extraña, sino proteger a quienes conviven con él en el sistema. Sospecho que ante el escaso apoyo que reciben a veces los profesionales escolares, tienen hasta miedo de informar lo que ven. Esto solo demuestra la debilidad del sistema que, por supuesto, se paraliza (reacción humana natural) ante el más agresivo o ante el cañón de un rifle, excepto por un par de héroes que respetan la vida humana.

2. Hay una ignorancia crasa y generalizada, a todos los niveles sociales y educativos, de lo que es una condición de salud mental, aunque solo esté empezando. En pleno siglo 21 se sigue creyendo que un problema de salud mental se limita a estar "loco", totalmente enajenado. Más de la mitad de la población en los Estados Unidos tiene un diagnóstico de depresión clínica. Piense en los que no han sido diagnosticados y en que, según las estadísticas, dos terceras partes de la población sufren condiciones mentales. El desorden bipolar abunda. ¿Creemos de verdad que los adultos con condiciones mentales, aunque leves, no afectan las condiciones emocionales de sus hijos?

Para colmo, cada vez que aparece un asesino, descubren (con sorpresa) que era brillante, como si la inteligencia garantizara la salud mental. No, las personas con problemas de salud mental usualmente tienen una inteligencia sobre promedio o superior. La gente confunde la inestabilidad mental con el retraso intelectual. Nada tiene que ver. Lo emocional en un ser humano corre paralelo a lo intelectual.

3. Los padres corren con los hijos al pediatra por un catarro, pero tienen una negación grave en cuanto a los problemas emocionales. Si detectan una conducta rara, piensan que no es nada y que lo pueden resolver ellos. Después niegan hasta lo que ven y escuchan aunque otros les digan que piensan que sus hijos tienen problemas. Es la vieja actitud de "No, mi hijo no, el del vecino sí. Mi hijo es impulsivo, tiene sus cosas, es la edad. Él es incapaz de..." Si lo admiten, tal vez tendrían que enfrentarse a sus propios fracasos.

Sus hijos cometen faltas que no son muy graves al principio, pero revelan actitudes que no se deben pasar por alto. Papi y mami confunden el amor. Parte del amor es enseñar al hijo a vivir en sociedad, a observar unos valores, y que aprenda que su conducta tiene consecuencias. Una ayuda profesional a tiempo detiene un problema emocional serio. Es hora de educar a la población y a los padres sobre la salud mental, no solo para que aprendan a preservarla en sus hijos, sino para que reconozcan conductas y síntomas, y busquen ayuda profesional preventiva.

4. Los planes médicos hace tiempo que decidieron que la salud mental no tiene prioridad y le quitan más y más presupuesto. Es difícil de entender, cuando grandes investigadores médicos han probado fuera de duda que las enfermedades físicas crean problemas mentales y que estos a su vez causan problemas físicos. Por otra parte, un familiar con problemas mentales sin resolver pone en mayor riesgo a su familia, a sí mismo y a la sociedad, que un familiar postrado en una cama.

5. La Ley HIPA no le permite a los padres tomar decisiones, obtener información ni intervenir en los tratamientos médicos de sus hijos después de que cumplen su mayoría de edad, que suele ser los 18 años. Si ellos deciden dejarse morir, volverse locos a riesgo de suicidarse o matar a alguien, ese es su derecho. No importa a qué edad el padre notó problemas en el hijo, a los 18, aunque su propia vida y las vidas de inocentes corran peligro, la Ley HIPA saca al padre del panorama y no hay nada que él pueda hacer para salvar a nadie. Si le da tiempo a acudir a un tribunal, tiene que asegurarse de probar su caso muy bien y lograr una custodia legal porque no es tan fácil. ¿Dónde quedan los derechos de los demás, que se supone que también estén protegidos por las leyes? La Ley HIPA tiene que ser enmendada.

El Presidente Barack Obama expresó recientemente que "no hemos estado dando a los niños toda la protección que necesitan". Es cierto. Desde el gobierno hasta los padres, olvidan que los niños son personas camino a desarrollarse como adultos, pero con escasas herramientas de defensa física y emocional. Los niños deben ser protegidos de los extraños, de un sistema que necesita reparaciones, a veces de sus padres, e inclusive de sí mismos.

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