La verdad sobre Santa Claus

Cuando tenía 5 años y viajamos a Nueva York para Navidad, me extrañó ver a Santa Claus en casi cada esquina, especialmente en las inmediaciones de Macy's, donde también estaba adentro. En Puerto Rico no me lo había cuestionado porque él solo estaba en un lugar.
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Cuando tenía 5 años y viajamos a Nueva York para Navidad, me extrañó ver a Santa Claus en casi cada esquina, especialmente en las inmediaciones de Macy's, donde también estaba adentro. En Puerto Rico no me lo había cuestionado porque él solo estaba en un lugar: González Padín en el Viejo San Juan. No me atreví ni a preguntar. Luego escuché conversaciones, no llegaban los regalos que yo pedía y Santa me los sustituía por versiones más baratas. Yo era nena, pero no bruta. Cierto día me lo admitieron. Yo me quedé añorando la magia de la Navidad.

Escucho a muchos padres casi con ataques de ansiedad, intentando lo que yo llamo "forzar el issue", preguntando cuándo les dicen a sus hijos "la verdad". Unos deciden ser directos. Otros insisten en la ilusión cuando ya es obvio. Los niños de hoy todo lo dicen, lo preguntan, lo comentan. Muchos lo descubren y se quedan callados porque piensan que si dicen que saben, les van a dejar de regalar. Incluso hay padres cristianos que opinan que Santa Claus debería ser erradicado porque es pagano. Depende de cómo se mire. Santa Claus está inspirado en San Nicolás, un hombre que hizo mucha caridad, y de eso se trata la Navidad y el amor al prójimo. Se piensa que estamos perdiendo la esencia de que Navidad celebra el nacimiento de Jesús. Es cierto, pero si eso se olvida o no, depende de los padres que están criando.

Volvamos a Santa Claus, los regalos y la astucia que necesitan mamá y papá, que a veces quieren que todo se sepa para aliviarse la carga económica de los regalos. Yo pienso que la vida trae solita bastantes desilusiones, para que nosotros destruyamos el globo de la ilusión que de todas maneras va a desinflarse solo. Como es tanta la ansiedad que percibo de padres que preguntan cuándo y cómo les dicen la verdad a sus hijos, les regalo estos consejitos:

  • Cuando ya tu hijo quiere escribir la carta a Santa Claus, hazlo con él. Aprovecha para dirigirle sus peticiones, aconsejarlo sobre lo que va a divertirlo más y lo que va a usar. Observa sus deseos más fuertes para que tengan prioridad en tu presupuesto. Si es posible, divide los gastos de esos regalos con miembros de tu familia. Así te aseguras de que todos los regalos son acertados, tu hijo es complacido, tu bolsillo sufre menos, y no se le rompe la cabeza a los abuelos ni a los tíos.
  • Escribe esa lista ya, en noviembre, para que empieces a vigilar las ventas especiales en tiendas y en la Internet, y recuerda el Viernes Negro. Deja un presupuesto extra para los antojos de última hora. Si compras algo cuyo precio reducen después, reclama la diferencia en la tienda (guarda tus recibos).
  • Haz un esfuerzo grande almacenando, envolviendo, escondiendo, para que tu hijo disfrute la magia del 25 de diciembre.

Según tu hijo crezca, va a empezar a dudar.

  • Contesta las preguntas al nivel que te las pregunte. No elabores lo que no te pregunta. Es importante que junto con cualquier explicación sobre Santa Claus, le lleves el mensaje de la importancia de la Navidad, de obsequiarnos amor y si podemos, pequeños regalos como demostración de amor. Si eres cristiano, habla del regalo de Dios que es Jesús, cuyo nacimiento celebramos. El niño atará cabos poco a poco, sin desilusionarse ni sentirse engañado.

No te hagas el más honesto forzando una "verdad" que tu hijo no está preparado para oír. Muchos psicólogos comentan que lo que algunos llaman engaño no incluye porque el asunto de Santa Claus, bien llevado, no es un engaño que pueda hacer daño al niño. Si conoces a tu hijo, él mismo te va a dejar saber que está preparado para que admitas que Santa Claus es una ilusión que le creaste para darle magia a la Navidad familiar porque es una bonita leyenda.

Comparto aquí lo que hice en mi momento. Cerca de sus 6 años, cada uno de mis hijos me confrontó inesperada y valientemente con que Santa Claus no era verdad, pero no me acusaron por haberlos engañado. Yo confieso que no fue la ilusión de ellos la que vi derrumbarse, sino la mía. Mi interés fue que todos continuáramos la ilusión como un juego secreto, compartido. Les dije lo siguiente.

"Yo, como todos los seres humanos, necesito la ilusión y la emoción de la sorpresa y la magia de la Navidad. Ya todos sabemos que el Santa Claus de ustedes soy yo y el Santa Claus mío son ustedes. Ahora les pido que juguemos a que todos seguimos creyendo. Sigamos compartiendo listas, poniendo el árbol de Navidad. Cada cual esconderá los regalos del otro y esperará a que el otro se duerma después de la cena, para poner sus regalos debajo del árbol. Al otro día, los regalos estarán sorpresivamente debajo del árbol y tendremos una mañana de magia y sorpresas."

Desde esa conversación, han pasado más de20 años para mi hija, más de 15 para mi hijo y ambos tienen familias. Muchas circunstancias han cambiado, pero todavía nos reunimos y esperamos que cada cual se duerma para colocar sus regalos. Conspiramos los unos con los otros para las sorpresas. El Día de Navidad, me levanto, cuelo el café dondequiera que estemos, nos despertamos los unos a los otros para ir al árbol a la misma vez. Delante de los chiquitos, resurge el Santa Claus de la leyenda. Entre nosotros, hablamos del Santa Claus que cada cual lleva muy adentro.

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