Las dos caras de Bergoglio

Roma y el mundo católico saluda a su nuevo líder. Sería reconfortante que se aclaren las relaciones entre el nuevo Papa y la dictadura militar argentina. Mientras tanto, queda una seria duda sobre nuestro nuevo Papa y su pasado en épocas de secuestros, torturas y desapariciones.
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El anunció de que el nuevo Papa católico es el argentino Jorge Bergoglio fue recibido con regocijo por muchos argentinos que, en una verdadera fiesta nacional, hicieron flamear banderas y sonar las campanas de las iglesias. A otros, el nombre Bergoglio los retornó a momentos dolorosos de la historia nacional, cuando algunos sectores de la iglesia colaboraban con la política de exterminio de la dictadura militar de la década de 1970.

En un tiempo relativamente breve, los 115 cardenales de todos los rincones del mundo, reunidos en la majestuosa Capilla Sixtina, consiguieron los dos tercios de votos necesarios para establecer quien liderará la Iglesia de San Pedro.

La gran novedad histórica fue que, rompiendo con la tradición, eligieron a un papa no europeo. Aún más, un papa que por primera vez proviene de los influyentes Jesuitas, la tan dinámica y controvertida orden de san Ignacio de Loyola que, en su momento, fuera expulsada de varios países del mundo.

Lo que los feligreses parecen estar celebrando más que nada son los reportes periodísticos sobre la personalidad de Bergoglio. Estas noticias hablan de un hombre sumamente modesto que desde que fuera nombrado arzobispo de Buenos Aires, en 2001, optó por vivir en un pequeño departamento anexo a la Catedral en vez de la opulenta residencia arzobispal. Confirmando su simpleza, el arzobispo no aceptó tener secretario y él mismo se encargaba de organizar su agenda. Cuando tenía que visitar las iglesias de su jurisdicción, Bergoglio viajaba en el subterráneo o autobús.

Es más, dicen que el arzobispo, a pesar de las ceremonias y otras obligaciones más formales, no dejaba de visitar las villas de emergencia, las cárceles y a los enfermos con sida y, como se acostumbra, el Jueves Santo lavaba los pies a los pobres.

Por eso no sorprende que alguien con un estilo de vida tan austero, en una región en donde las jerarquías eclesiásticas están asociadas al lujo y al privilegio, haya elegido el nombre de Francisco, el santo de los pobres.

Pero no todos están tan entusiasmados con la elección de Bergoglio. Algunos sectores asociados con las organizaciones de derechos humanos de Argentina recuerdan que Bergoglio no solamente es un representante de los sectores más conservadores de la iglesia, sino que también tiene un pasado bastante obscuro.

Más específicamente, se refieren a las afirmaciones de dos exsacerdotes, Orlando Yorio y Francisco Jalics, que han acusado a Bergoglio de haber colaborado con la dictadura militar argentina de la década de 1970.

Estas acusaciones son recogidas por Emilio Mignone, en su libro Iglesia y dictadura. Allí, el respetado dirigente de una de las organizaciones de derechos humanos más importantes de Argentina, utiliza como ejemplo a Bergoglio para resaltar la complicidad de ciertos prelados con los militares argentinos quienes, durante esos años, secuestraron y asesinaron a aproximadamente 30,000 ciudadanos, incluyendo a sacerdotes que consideraban subversivos.

De acuerdo a Mignone, "el 23 de marzo de 1976 la Infantería de Marina detuvo en el barrio del Bajo Flores al prebístero Orlando Yorio". Otros cuatro catequistas y dos de sus esposos también fueron secuestrados como parte del mismo operativo. Si bien estos últimos pasaron a engrosar la lista de los desaparecidos y nunca más se supo de ellos, a Yorio y a otro sacerdote, los militares los liberaron cinco meses más tarde.

"Una semana antes de la detención", dice Mignone en su libro, "el arzobispo Juan Carlos Aramburu le había retirado (a Yorio) las licencias ministeriales, sin motivo ni explicación. Por distintas expresiones escuchadas por Yorio en su cautiverio, resulta claro que la Armada interpretó tal decisión y, posiblemente, algunas manifestaciones críticas de su provincial jesuita, Jorge Bergoglio, como una autorización para proceder contra él".

Aunque Bergoglio ha publicado su propio libro, El jesuita, que fue interpretado como una respuesta a las acusaciones en su contra, Yorio se mantiene firme en sus acusaciones y ha confirmado sus sospechas sobre Bergoglio.

"Bergoglio no nos avisó del peligro en ciernes", dijo Yorio, "...tampoco tengo ningún motivo para pensar que hizo algo por nuestra libertad, sino todo lo contrario".

Roma y el mundo católico saluda a su nuevo líder. Sería reconfortante que se aclaren las relaciones entre el nuevo Papa y la dictadura militar argentina. Mientras tanto, queda una seria duda sobre nuestro nuevo Papa y su pasado en épocas de secuestros, torturas y desapariciones.

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