Dejemos al Gabo hacer lo que quiera, ya bastante nos ha dado con su genialidad literaria, con su enseñanzas desde el instituto periodístico que fundó para preparar mejores profesionales de la pluma en español, con su mensaje de leal amistad a Fidel y su cierto enojo con las conservadoras derechas internacionales.
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Fueron los años del boom de la literatura latinoamericana. Los años de los mejores escritores del continente entre ellos Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y en los que proclamarse de izquierda los acercaba más a la juventud. Universitarios y estudiantes de secundaria esperaban la salida de una nueva novela latinoamericana para correr a comprarla. En Perú era una competencia de ver quién era el primero en leerla. Cuba conmovía al mundo, y el Che Guevara inspiraba la adhesión a la revolución cubana, como símbolo del revolucionario de esta parte del continente. Años en los que esa juventud, además de los textos universitarios, cargaba uno o dos de literatura, de su autor preferido bajo el brazo.

Cien años de soledad apareció en las vitrinas de las librerías. La historia de Macondo y de las siete generaciones de los Buendía contada en sus casi 800 páginas de la primera edición, era un reto para quien quería ser el primero o la primera en comentar la tan laureada novela del colombiano. La repetición de los nombres de los descendientes de José Arcadio y de Úrsula, las fantasías, mitos y toda la maravilla mágica que envuelve al pueblito aquel, obligaba a releer los capítulos. El boom colombiano García Márquez en ese momento solo tenía la fama que le otorgaban sus cientos de miles de lectores gracias a su propia belleza original y exótica literatura. Después vendrían los premios, los halagos y el nombre del autor hecho universal.

'Gabo' siguió escribiendo novelas, largas y cortas, cuentos, historias más de ficción con antecedentes de hechos reales y otras historias reales sin antecedentes de ficción. Debo haber leído todas sus obras, o por allí se me escapan una o dos. Algunas de ellas las he releído, cosa que no hice con Cien años... No soy la única, estoy segura que cada admirador tiene y siente esta afinidad con el ´colega´ (para presumir un poco) García Márquez. Cada lector suyo, si es latinoamericano mayor razón, imagino, siente y festeja los premios del Gabo como que fueran propios. Siente y lee las noticias acerca del periodista y escritor como si se tratara de uno de sus seres más queridos.

Lo de su cáncer linfático, su ausencia literaria desde 2004 han hecho pensar que el escritor no volvería a publicar otro título que muchos aguardamos leer; tal vez aquellos dos para completar la trilogía de sus memorias. Los anuncios en 2008 que preparaba una nueva novela de amor, abría la esperanza que en sus ochentas, el gran amigo de Fidel Castro estaría escribiendo nuevamente.

¿Y qué si tan solo es un querer descansar, retirarse de las máquinas o computadoras y disfrutar del cariño de su familia y sus amigos? ¿Y qué si es uno de esos silencios largos a los que nos tiene acostumbrados? Porque todos saben que no le gusta dar entrevistas y habla poco con sus colegas.

Se ha hablado de una demencia senil que dizque es parte de la vida de los antecesores de García Márquez y su hermano Jaime dijo que ahora la padece el buen Gabo. La noticia ha sido desmentida. Parece que el ilustre colombiano esta solo cansado.

Dejemos al Gabo hacer lo que quiera, ya bastante nos ha dado con su genialidad literaria, con su enseñanzas desde el instituto periodístico que fundó para preparar mejores profesionales de la pluma en español, con su mensaje de leal amistad a Fidel y su cierto enojo con las conservadoras derechas internacionales.

Muchos que fuimos adolescentes cuando leímos sus primeras novelas La Hojarasca, La mala hora y nos peleamos por ser los primeros en terminar Cien años de soledad, no pensamos hoy como entonces de la revolución cubana ni de la izquierda latinoamericana, ni admiramos al Fidel Castro de hoy, como lo hicimos entonces; pero eso no nos aleja de Gabo como persona, su gran amigo. Tampoco nos hemos pasado al lado opuesto de la izquierda, y seguimos sintiendo que el colombiano es nuestro gran amigo también.

Que interesante sería si se le pudiera escuchar en un debate sobre la Cuba de los sesenta y la actual, sobre el Fidel de aquel entonces y el que ha puesto a la isla en el estado en que está, el Fidel de quien dijo que nadie es mas obsesivo que cuando se trata de llegar al fondo de cualquier cosa y el Fidel en el ocaso de su vida. Su realismo mágico de pronto termina por arrastrarme como en sus novelas y convencerme que no es cuento aquello que los cubanos escuchan desde el primer año de la revolución: "estamos trabajando para el futuro"...y el futuro sigue siendo futuro.

Pero nada, hay que dejar al gran Gabo que guarde su silencio. Como el silencio comprometido con Vargas Llosa en torno al motivo de su distanciamiento mutuo. Mutis que ambos respetan desde hace más de 30 años.

Creo que para mí es el momento de releer las siete generaciones de los Buendía. Calificada como la más grande de todas las novelas de la época moderna, de pronto ahora me resulta muy familiar, como si la hubiera leído unas 40 veces, una vez por cada año que tiene de creada. Gabo dice que él no relee sus novelas porque le da miedo. A mí no me da miedo releer tus novelas. Le tengo miedo a no volver a leer otro título nuevo tuyo.

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