Víctimas de la 'caja idiota'

En otras sociedades, a la televisión se le llama la "caja idiota", pero ¿acaso una urna en tiempo electoral no podría usar el mismo apelativo? Ese cubo transparente que nos quieren vender como receptáculo de las bondades de la democracia, hace décadas que no es más que el medio para "legitimar" las decisiones de los hombres pigmeos.
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"Ahora el mundo estaba en manos de pigmeos, hombres de poca talla y aún menor ambición, hombres escogidos no por su carácter excepcional sino porque no ofendían a nadie, hombres que preferían seguir las normas a crear las suyas propias".

Este párrafo corresponde al capítulo VII de "House of Cards", libro escrito por Michael Dobbs, y está de más decir que representa sin cortapisas, el mal que afecta al desarrollo de la política, en especial, la mexicana, que el próximo 7 de junio tendrá una crucial jornada para renovar la Cámara de Diputados, además de varias gubernaturas y alcaldías.

La situación que plantea Dobbs en voz de su protagonista Francis Urquhart, tiene en el contexto mexicano una singular agravante: los hombres pigmeos no sólo están en el poder, también prosperan a costa de los ciudadanos y no tanto por la corrupción, daño económico o pobreza rampante en el país, sino porque se han apropiado del único elemento capaz de tumbarlos "democráticamente".

Los mexicanos sabemos desde hace mucho tiempo que los partidos son los que ponen y quitan a los funcionarios, no es el voto, ni la opinión pública, tanto como el capricho y el "momento político" los que deciden las acciones del gobierno, en todos los niveles. Aún así, se esfuerzan por hacernos creer que las elecciones son el medio para expresarnos y participar en la gobernanza del país, derrochando esfuerzo, tiempo y recursos en una pantomima de la que nadie, ni los analistas, estamos a salvo.

En otras sociedades, a la televisión se le llama la "caja idiota", pero ¿acaso una urna en tiempo electoral no podría usar el mismo apelativo? Ese cubo transparente que nos quieren vender como receptáculo de las bondades de la democracia, hace décadas que no es más que el medio para "legitimar" las decisiones de los hombres pigmeos, esos que imposibilitan la evolución de la sociedad mexicana, constriñéndolos a las reglas que perpetuán el poder a quien lo ostenta.

Nos llaman a "votar con conciencia" de entre cinco o diez opciones, todas malas, esperando que nos conformemos con "el menos peor", y así, vendernos el cuento del "buen ciudadano", perpetuando la ignorancia política, pues no puede llamarse de otra forma al hecho de que una elección, se elija al ganador de entre una variopinta lista de ineptos, desconocidos y arribistas.

Pensemos con calma. Los candidatos pertenecen a los partidos y de ser electos, su voto pertenece al instituto político que los colocó en la Cámara y los intereses que defenderán, los de aquellos que lo apoyaron en su campaña, no necesariamente el elector. Esta percepción tan pesimista, pero realista, es la regla de la vida política en México y por más intentos para romperla, como las candidaturas ciudadanas, no ha sido posible romper la estructura de poder los partidos.

Por ellos, estos personajes que hoy están en campaña, recorriendo calles, estrechando manos y tomándose "selfies" con la ciudadanía, no son realmente los culpables, sino los figurines de un sistema político caduco y partidista, lleno de intereses y votos corporativos que a la larga, son los únicos que cuentan en este simulacro democrático.

El 7 de junio, los mexicanos seremos víctimas de la "caja idiota" sin importar qué aspirante gane la diputación, pues estos personajes, hombres pigmeos y propiedad de los partidos, no legislarán a favor de ese ciudadano al que le dieron la mano, sino en concordancia con el instituto al que le vendieron su integridad.

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