Renuncia el Papa, ¿y el Rey para cuando?

La sorpresiva renuncia de Benedicto XIV pone en la mira a más de uno en diversos ámbitos de la vida en Occidente, y es que la supuesta imposibilidad que un Papa deje el trono de San Pedro en vida, ha servido de pretexto para la continuidad de muchos líderes; democráticos o no tanto.
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La sorpresiva renuncia de Benedicto XVI pone en la mira a más de uno en diversos ámbitos de la vida en Occidente, y es que la supuesta imposibilidad que un Papa deje el trono de San Pedro en vida, ha servido de pretexto para la continuidad de muchos líderes; democráticos o no tanto.

Pareciera que la reina Beatriz de los Países Bajos marcó la pauta con el anuncio de su próxima abdicación el 29 de enero, dando paso a la nueva generación de la Casa de Orange, buscando asegurar por lo sano, la continuidad de su monarquía que cumple doscientos años. Ahora el Papa aduce razones de salud para ponerse a un lado y dejar que un Conclave a finales de mes decida el rumbo de la Iglesia Católica, dando una pauta poco vista en la iglesia en los últimos años: la de pragmatismo dentro de su gobierno. Benedicto XVI en su comunicado admite no tener la fuerza suficiente para llevar la iglesia por el rumbo que necesita, máxime -aunque sin reconocerlo-, que su imagen queda golpeada por los recientes escándalos de pederastia en Alemania, Irlanda, México y Estados Unidos.

A Benedicto XVI se le reconoce como un pontífice pragmático, serio y poco dado al encanto mediático, razones que a la vez lo han hecho un Papa distante, intelectual y ermitaño. Su renuncia, si bien es un hito, no acarreará tantos problemas como lo hubiera sido la de Juan Pablo II, más "popular" y dado a las masas. Tal vez acá radica la principal razón de la abdicación papal: saben que el daño a la imagen del Pontificado no será muy grande, sino hasta "bienvenida" en una iglesia necesitada de un golpe de timón de 180 grados. Eso, sólo el tiempo nos lo dirá... y en sólo 17 días.

Su Santidad sorprende, y mucho, a un mundo donde lo último que se podía tener en mente, es la renuncia del sumo pontífice católico; pero si bien para muchos fieles esto representa una oportunidad para renovar la desgastada autoridad de la iglesia, también significa una posibilidad de cambio para otro tipo de cuestiones, en especial una muy ligada históricamente a la fe católica: el Reino de España.

La monarquía española pasa por sus peores momentos tras el escándalo financiero del caso Nóos, que salpica a la Infanta Cristina; aunado a los traspiés cometidos por el Rey, y la crisis que golpea a España. La Casa Real ha intentado por todos los medios recomponer la imagen de la institución que ya no es vista con el mismo respeto desde el año pasado, sin embargo ha fracaso, y prueba de ello es la rechifla que recibió don Juan Carlos en Barcelona este pasado fin de semana en la final de la Copa del Rey de baloncesto.

Los círculos monárquicos, tras la renuncia de Beatriz de los Países Bajos, han puesto los ojos en el reinado de don Juan Carlos. Muchos han colocado en tela de juicio su decisión "irrevocable" de continuar en la jefatura del Estado a pesar del evidente desgaste de su imagen, producto de sus "chabacanerías" y errores que, en tiempos de redes sociales y comunicación masiva, sacan a luz demasiados "trapos al sol" sobre la conducta del rey español dentro y fuera de la institucionalidad.

Ante estos hechos, la abdicación de Benedicto XVI es una oportunidad para la reflexión en la Casa Real. Si el mismísimo Papa deja su puesto, ¿qué razón moral tiene un monarca para permanecer en el trono a pesar de los yerros y el desgaste? La necesaria renovación generacional que ha hecho perdurar la Casa de Orange, y que por primera vez desde la Edad Media se hace presente en el trono de San Pedro, se hace imperativa en la Casa de Borbón.

Para España y su monarquía, cabe a bien la frase popular "con la iglesia hemos topado".

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