México y el reto 2015

Los mexicanos podemos hacer más, debemos lograrlo o estaremos condenados a vivir bajo la sombra de los partidos.
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MEXICO CITY, MEXICO - DECEMBER 01: Mexican protestor wearing Guy Fawkes mask attends a rally against President Enrique Pena Nieto's administration on the second anniversary of his term in office in Mexico City, Mexico, on December 01, 2014. Peña Nieto has been under growing pressure from protesters over government's handling of the case of 43 missing students. (Photo by Daniel Cardenas/Anadolu Agency/Getty Images)
MEXICO CITY, MEXICO - DECEMBER 01: Mexican protestor wearing Guy Fawkes mask attends a rally against President Enrique Pena Nieto's administration on the second anniversary of his term in office in Mexico City, Mexico, on December 01, 2014. Peña Nieto has been under growing pressure from protesters over government's handling of the case of 43 missing students. (Photo by Daniel Cardenas/Anadolu Agency/Getty Images)

Si pudiéramos escoger un tema pendiente para los mexicanos, todos concordaríamos en que la injusticia es el principal pasivo que nos dejó 2014, y desde el cual se ramifica todo un "bosque" de desigualdades y agravios que, sin entrar en el espinoso asunto del revisionismo histórico, uno se pregunta cómo demonios no ha estallado una revolución social como en 1810 y 1910.

Desde hace un par de años, gracias a la conectividad que nos proporcionan las redes sociales, los mexicanos somos testigos de los movimientos de reivindicación de otras sociedades y realidades, y a pesar de que habrá quien considere que nos hemos quedado estancados en la mediocridad del espectador pasivo, lo cierto es que, ni la "Primavera Árabe", los "Occupy Congress" o la revuelta estudiantil en Hong Kong, han demostrado -hasta el momento- que la violencia "justa" es la solución a los problemas.

Los mexicanos enfrentamos un año complicado, aunque lo cierto es que, ¿cuándo no ha sido así? Sin ignorar que las crisis de fin de sexenio son cosa del pasado, el 2015 ya dejaba sentir su efecto desde mucho antes de comenzar, y apenas abierto el telón, el primer acto de esta tragicomedia mexicana nos dejó con los pañuelos -o las antorchas- en la mano, con el aumento a la gasolina.

Hace apenas cinco años, apoyé sin cortapisas el movimiento del "voto nulo", y hoy, en las postrimeras de una desgastante campaña electoral, la mal llamada "responsabilidad ciudadana" me invita a reflexionar sobre qué hacer con mi -nuestro- sufragio (de por si caro, pues en 2012 costó 118.4 pesos, muchísimo más que el salario mínimo).

De entrada, aceptó vehementemente que participar en la elección no sólo es importante, sino necesario, y no por la consabida cantaleta de la autoridad sobre "el deber", y menos, por el "si no votas, no reclames".

La cuestión está en que, sólo el hecho de presentarse en la casilla y sufragar, nos da -en teoría- con la fuerza moral suficiente para hacer frente a los parásitos de la política que han provocado nuestros conocidos agravios: los partidos.

Yo anularé mi voto porque tengo conciencia política, porque participar en los comicios no me obliga a venderme al mejor postor, sino a actuar en consecuencia con lo que considero correcto, y contra eso, no hay instituto, grupo, pandilla, mafia o cártel de San Lázaro que pueda.

Ni la derecha -de la que soy partidario-, ni la izquierda -de la que fui fan-, y muchos menos el centro -que no existe-, serán capaces de gobernar en México sin la legitimidad que les otorga una copiosa participación ciudadana. No importa que se declaren ganadores con el "voto duro": si los mexicanos le dan la espalda a los partidos en las urnas al anular el voto, por más canto de triunfo que entonen, su legalidad no podrá ser empleada para que hablen por nosotros.

¿Qué este escenario es irreal? Por supuesto que no, y lo demostró con creces el movimiento #YaMeCansé en las redes sociales: los ciudadanos salieron a la calle a exigir justicia en nombre de las familias destrozadas por el caso Ayotzinapa, y aunque muchas veces no concordé con sus acciones, su manifestación silenció los intentos del gobierno por "superar" el asunto.

Esta convulsión demostró que mexicanos podemos hablar y hacer política sin necesidad de los partidos, y la "ola de indignación" en su contra, debe sobrevivir, o al menos yo quiero que supere los círculos en los que ahora se mueve, y se refuerce para plantarle cara a los institutos políticos el 7 de junio, cuando tendrá lugar la elección federal.

Los mexicanos podemos hacer más, debemos lograrlo o estaremos condenados a vivir otro trienio, bajo la sombra de los partidos.

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