México y el cine sin visión

México y el cine sin visión
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No soy cinéfilo y mucho menos experto en el séptimo arte, pero si algo se puede esperar del cine es que represente una opción de entretenimiento, y de vez en cuando, una oportunidad para la reflexión sobre nuestra realidad u opciones a futuro.

Luis Estrada, director "El infierno" (2010) y "La Ley de Herodes" (1999); reconocidas por su crudo retrato sobre los aspectos más decadentes de la sociedad mexicana, promociona su nueva película, "La dictadura perfecta", que por lo que hemos podido ver en el avance, augura senda polémica por recrear ciertos aspectos controvertidos y anecdóticos sobre el gobierno mexicano, sus personajes y su estrecha relación con los medios de comunicación.

El tráiler resulta interesante, cómico y pone en la mesa los prejuicios y sospechas sobre cómo los gobernantes mexicanos lidian con las problemáticas del país: creando una situación más grave para que tape a la otra, círculo vicioso que, al menos en la película, se rompe cuando hace su aparición una verdadera situación de crisis.

Evidentemente, hablamos basándonos en el avance del filme a estrenarse el 16 de octubre, pero aún con esos dos minutos y treinta y seis segundos, destaca el hecho de que la cinta no será realmente un motivo para el escándalo nacional o una denuncia contra la corrupción en los medios y gobierno, y esto por una razón muy sencilla: no es la primera vez que el director -y otros- hace lo mismo, y tampoco es una revelación digna de ocho columnas. Sin embargo, lo que sí consideramos que la película demostrará es la falta de creatividad en el cine mexicano actual.

El aplauso fácil y los temas reciclados parecieran la razón que mueve a muchas propuestas artísticas y cinematográficas dirigidas al público general en México. Tanto "El Infierno" como "La Ley de Herodes", mostraron crudamente la realidad política y de seguridad que se vive en muchas regiones del país, y aunque en su momento causaron furor, estupor y llamados a la censura, nada sucedió más allá de los aplausos de ciertos sectores de la población, partidos de oposición y activistas trasnochados.

Otros ejemplos son "Nosotros los Nobles" (2013), de Gary Alazraki, considerado el segundo más taquillero del país y copia casi a nivel calca de "El Gran Calavera" (1949), filme de Luis Buñuel; "El Crimen del Padre Amaro (2002), de Carlos Carrera, que explota, más que denunciar, un problema entre el sacerdocio católico; o "Morenita, el escándalo" (2008), de Alan Jonsson, que explota burdamente el culto mariano.

Todas estas producciones comerciales parecen mostrar que a los creadores mexicanos les faltan ideas novedosas para sus propuestas, buscando sin más tirarle "a la segura": la violencia, corrupción, narcotráfico y el escándalo mediático, sencillos de representar en la gran pantalla, y con inercia propia para su publicidad.

Tampoco consideramos que estas graves problemáticas deban ocultarse (porque es imposible), pero si el cine es un arte, bien podrían utilizarse formas más creativas para representarlas y llevar ya no tanto un mensaje, sino una visión diferente a la realidad que vivimos los mexicanos y que, para tristeza y vergüenza, mostramos una tozuda indiferencia.

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