Medios y negocio: el dilema social

La imagen de un medio de comunicación, más allá del "branding" o marca, confiere una identidad referente al tratamiento que le da a la información y a la forma en cómo la opinión pública juzga ese procedimiento.
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La red y las posibilidades digitales para la difusión de información han agravado el problema económico de los medios de comunicación, al grado que muchos consideran su situación desde un punto de vista meramente mercantil, trayendo como consecuencia -en el régimen interno- la reestructuración de sus plantillas y cambio de procesos; y -en el externo- la metamorfosis del "medio que informa para vender", al de "el medio que vende para informar".

La imagen de un medio de comunicación, más allá del "branding" o marca, confiere una identidad referente al tratamiento que le da a la información y a la forma en cómo la opinión pública juzga ese procedimiento. Esta característica define casi completamente la líneas del diario "desde afuera", sin embargo, existe una cualidad inherente a todo medio, impreso, digital o audiovisual, que curiosamente, es la más complicada de introducir en el imaginario social de los lectores: todos los medios son empresas, y por ende la misión inherente, nunca oculta pero sí "oscurecida"; es que cada jornada informativa debe traducirse en ganancias, tanto para el capital financiero como para los periodistas que en laboran en él.

Pero, ¿por qué es tan complejo de asimilar este punto? Creemos que porque desde la vista del público, los medios son una trinchera desde la cual se denuncia, informa, enfatiza y clarifica la conciencia colectiva, sea para bien o mal... y nunca para el beneficio económico del mismo.

El problema radica en que, al menos en México, la sociedad no ha demostrado la capacidad de discernir entre la verdad y "la verdad"; entre el boletín y la nota; entre la opinión per-so-nal y la línea. Cuando la sociedad carece del criterio y la autoevaluación de sus propios actos, deja en manos de los medios todo el poder para definir o "encausar" la opinión pública, situación que un ente social como el mexicano, permite a muchos medios de comunicación "venderse" al poder gubernamental o empresarial, desvirtuando con esto el concepto citado: el que todos los medios son un negocio que necesitan sobrevivir económicamente para seguir ofreciendo información y mantener su plantilla laboral.

Bajo este concepto, los medios quedan impedidos -socialmente- de hacer pública su vertiente como empresas que deben buscar también la ganancia económica para subsistir, y aquél que cometa el "pecado" de actuar como tal, casi irreversiblemente está condenado al escarnio público, que no permite la intervención económica en aquellos a quienes considera voceros, sean de su opinión o no.

Para resolver este problema, tal parece que los medios tienen que aprender a depender menos de la sociedad y más en los lectores, al grado de parecer "insensibles" a la crítica o divergencia. En otras palabras: utilizar la nueva sensación de democratización en la difusión de información, sin entrar en los debates; permanecer no ajeno, sino "apartidista" respecto a la opinión pública general, pero muy atentos a los que sus lectores -o público "target"- les demandan como referente de información.

A fin de cuentas, si algo ha demostrado el creciente poder de las redes sociales sobre los medios tradicionales, es que ambos pueden beneficiarse de la necesidad informativa: las redes de la ética y responsabilidad de la tradición; y ésta, de la agilidad y oportunidad de aquellas.

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