La manía del mexicano

Llamó mi atención un texto de Adam Gopnik en la BBC sobre las curiosas manías en el comportamiento social en Reino Unido, Estados Unidos, Canadá y Francia, haciendo énfasis -un tanto cómico- sobre los estereotipos y como moldean la visión de los ciudadanos en esas naciones. Pensé inmediatamente en cómo vería el autor a los mexicanos, y obviamente también en que podría escribir al respecto.
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mexicanos

Llamó mi atención un texto de Adam Gopnik en la BBC sobre las curiosas manías en el comportamiento social en Reino Unido, Estados Unidos, Canadá y Francia, haciendo énfasis -un tanto cómico- sobre los estereotipos y como moldean la visión de los ciudadanos en esas naciones. Pensé inmediatamente en cómo vería el autor a los mexicanos, y obviamente también en que podría escribir al respecto.

Gopnik señala cuatro ideas principales sobre las naciones que menciona: del Reino Unido, su condescendencia; de Estados Unidos, su personalidad "insular"; de los canadienses, su imagen de in-impresionables; y de los galos su inseguridad. ¿Qué podríamos decir los mexicanos sobre nuestras manías? Yendo más allá de los conceptos negativos de los cuales nos tachan y tachamos, creo que en cierta forma es complicado definir alguna manía (obsesión, tendencia o delirio) en particular, aunque siempre podemos apostar por una. Así que juego mis cartas a una en especial: la desconfianza.

Los mexicanos somos incrédulos a pesar de ser una nación con fe. Pero nuestro concepto de fe, esperanza, optimismo e ilusiones no están realmente en el lado positivo de nuestra realidad. Desde los indígenas a los criollos y mestizos, nuestras creencias han sido sólo "pantallas" para seguir formando parte del entramado social, haciendo que el tan fervoroso pueblo mexicano desconfíe de los ministros de la fe y la justicia, aunque por fuera seamos de los primeros en su defensa.

Nuestra Historia nos enseña que aún cuando creamos en las promesas, siempre tenemos un "pero" o un "sin embargo" a punto de ser pronunciado. Considero que nosotros no podemos manejar con pragmatismo el significado de creer. Me explico -siempre manteniendo mi apuesta-: nosotros esperamos que la solución a un problema sea definitiva y absoluta. No vemos cómo resolverlo, sólo lo queremos listo para disfrutar. En mi visión, esto nos hace desconfiar de cualquier planteamiento de solución que -como la razón indica-, implica pros, contras, sacrificios y beneficios; haciendo que la desdeñemos, condenando el trabajo antes de haber comenzado.

Tristemente, nuestra desconfianza nos impide combatirla: el mexicano puede crear alternativas de pensamiento basados en sus dudas sobre el cómo y por qué de una situación. Sin embargo, es tanta nuestra incapacidad para creer en la palabra de alguien más que simplemente nos guardamos nuestras ideas. Creemos que no serán tomadas en cuenta y así, la desconfianza se nutre de la frustración cuando la realidad nos desborda, naciendo así el tan nuestro "hubiera".

La solución y contrapartida, al menos para su servidor, es perder la desconfianza y otorgarnos la oportunidad, no de creer a ciegas, sino de arriesgarnos. Parece mentira que en nuestra nación, tan acostumbrada a los tropiezos y caídas, sigamos pensando en las soluciones mágicas y tengamos temor al fracaso. Lo que sólo nos ha llevado a vivir una realidad sin esperanza, derrotista y carente de valentía social para poner toda la carne al asador y defender una visión de nuestro futuro.

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