Los payasos de la política

Que un payaso ande en campaña con seriedad disfrazada de chiste indica que los mexicanos somos tan ciegos para sorprendernos del producto de nuestra propia desidia ciudadana. Los payasos de la política no son ellos -ni los candidatos de siempre-, somos nosotros, y desde hace mucho tiempo.
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La irrupción de un cómico y un futbolista en el escenario electoral mexicano este año tiene muchas aristas sobre las cuales tratar, y la más terrible, es el singular hecho de que nosotros solos nos ganamos a pulso su presencia.

Cuauhtémoc Blanco y Guillermo Cienfuegos, mejor conocido el payaso "Lagrimita", buscan la alcaldía de Cuernavaca y Guadalajara, respectivamente, abanderados, el primero, por el Partido Socialdemócrata (PSD), y el segundo, por la vía independiente.

Más allá de lo anecdótico, singular y chistoso que resulta esta situación, lo grave no está en que el PSD sea tan descarado y burdo en su intento por mantener el registro de la mano del deportista -que es lo único que logrará-, ni que un payaso ande en campaña con seriedad disfrazada de chiste; sino que los mexicanos seamos tan ciegos para sorprendernos del producto de nuestra propia desidia ciudadana.

El que ambos personajes estén en el escenario partidista es evidencia de nuestra falta de compromiso con la política, de la poca visión y entendimiento que sobre ella tenemos, gracias a décadas de desinterés -propio e inducido- por comprender que la administración pública no es un juego o acto circense, sino un compromiso intelectual y moral con la sociedad. Cierto, en casi un siglo, los mexicanos no hemos tenido un ejemplo de responsabilidad social en nuestros gobernantes, pero esto es gracias a nosotros, pues hemos dejado en otras manos la disertación, defensa, discusión y búsqueda de nuestros derechos como ciudadanos.

A nadie le debe sorprender que un futbolista y un payaso -uno más a la lista- quieran entrar a la política, ni que se vean como un chiste de mal gusto o como la tabla de salvación de los partidos minoritarios, pero tampoco debe asombrarnos, pues, ¿REALMENTE nos importa cómo se manejan los asuntos de gobierno? Si las aspiraciones de "el Cuau" y "Lagrimita" son siquiera consideradas con seriedad, es porque los mexicanos no le hemos dado la formalidad que se merece al proceso electoral de este y de otros años, al permitir que nos compren el voto, den despensas a cambio del número de la credencial para votar, o hacernos comparsa, como acarreados, a los aspirantes partidistas. De lo contrario, no permitiríamos que la falta de preparación y el carisma ramplón, se involucraran en los quehaceres del gobierno.

No señores, los payasos de la política no son ellos -ni los candidatos de siempre-, somos nosotros, y desde hace mucho tiempo.

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