La fe de la izquierda

Alguna vez me preguntaron por qué considero que la izquierda mexicana es cada día más reproblable en sus actos -que no en sus ideales básicos-, siendo que tampoco soy un defensor del partido contrario, sobre quien también se ha hecho señalamientos sobre sus prioridades y métodos.
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Alguna vez me preguntaron por qué considero que la izquierda mexicana es cada día más reproblable en sus actos -que no en sus ideales básicos-, siendo que tampoco soy un defensor del partido contrario, sobre quien también se ha hecho señalamientos sobre sus prioridades y métodos.

Lo cierto es que todo se debe al dogma. Los partidos y militantes izquierdistas mexicanos son dados a señalar los errores de los demás, tanto de gobierno como sociedad, pero al tiempo son incapaces de ver los suyos y trabajar para mejorarlos.

Señalan y rechazan la ideología contraria a la suya, forzando a quienes los vean con simpatía, a callar las opiniones personales y plegarse sin más a la filosofía del partido o caudillo que la controle. Y no hablamos de personajes, candidatos o resentidos, sino de conceptos. La izquierda mexicana pide tanta o más devoción que la propia fe religiosa, y siendo el pueblo mexicano tan afecto a seguir cuestiones de fe e ideología a ultranza, la militancia izquierdista en México -de general considerada abierta y liberal-, se transforma en Comité de Salvación Pública, con miles de Robespierre controlando los destinos, pensamientos y opiniones de sus miembros.

El dogmatismo no es endémico de la izquierda en el país, sin embargo, resulta más reprobable viniendo de una ideología supuestamente libre de rémoras y dispuesta a tender los necesarios puentes para salvar las discordias. Resulta "chocante" escuchar a los líderes de la ideología mexicana expresarse en términos parecidos a los predicadores de antaño, pidiendo la aceptación a pie juntillas de lo que ellos han declarado como la "verdad" única sobre tal o cual situación.

Como mencioné, esto también se da en otros institutos, pero dentro de esta oprobiada actitud, estos demuestran mejor congruencia al no presentarse al público con los gritos y exigencias de fe que la izquierda exige, no dándose baños de pureza ideológica, creyendo que la sociedad les creerá por el simple hecho de escucharlos.

Es triste, y en el fondo es la razón de las críticas, ver como las encumbradas esferas de la ideología liberal se transforman en personas arrogantes en su discurso -en persona no se les conoce-, cerradas y preparadas para representar los papeles que requiera el momento, demostrando falsedad y saltimbanquismo que es prácticamente imposible no considerarlas más reproblables que la propia derecha radical, porque en el fondo se desea darles una oportunidad para demostrar que sus ideas son aplicables, pero su actitud purista y contraria a los ideales que dicen defender, nos impide dárselos.

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