Ídolos mexicanos

Ese es el verdadero problema de los mexicanos, la idolatría que nos tiene desde hace más de doscientos años, alejados de la modernidad y el progreso social: la necesidad de "ser los buenos", en lugar de "hacer el bien".
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Lo que es bueno para unos, malo para otrose indiferente para muchos más.------------Nuevo Programa por el 102.5 FM desde las 6am
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Entre broma y broma, la verdad se asoma, cita el viejo y conocido refrán tan mexicano; y lo cierto es que "sólo" en nuestro país, estas máximas están hechas para ser dichas y jamás del todo aceptadas sus verdades intrínsecas, al menos, no hasta que no sea demasiado tarde.

La semana pasada, el papa Francisco afirmó que la violencia en México es obra del diablo, como respuesta a la ferviente devoción por la Virgen de Guadalupe.

Una parte del país aceptó las palabras del pontífice, otra las negó, y a muchos otros les dio en qué pensar sobre el verdadero daño que el mito mariano ha creado en la psique nacional: no tanto en la idolatría religiosa -en la que nunca nos pondremos de acuerdo católicos y protestantes-, sino en la necedad del mexicano por "endiosar" algo para sentirse vivos.

Un perfecto y secular ejemplo es el "debate" nacional causado por el diferendo entre Carmen Aristegui y cadena MVS, luego de que la connotada y respetadísima periodista, fuera acusada de utilizar recursos de la empresa para el proyecto @Mexicoleaks, y que, tras dimes y diretes en la prensa escrita, radial, redes sociales y demás, terminara en su despido... y una enorme ola de sospechosismo sobre las "verdaderas" intenciones de la cadena para retirarla de su programación.

¿Dónde está el ejemplo? En la reacción mediática que el caso genera en el país.

Aristegui y su equipo, reconocidos por sus reveladoras, punzantes y directas investigaciones, como la referente a la "Casa Blanca", están considerados por muchos mexicanos como el epítome del periodismo y los máximos ejemplos de la veracidad y justicia, aunque sólo investigan al gobierno y no a la oposición.

Por ende, cualquier situación en la que se vean afectados, se traduce en el infame grito de "¡Represión!" y las huestes de seguidores salen en plan de defensa de sus ídolos, de sus caudillos de la información, la mayoría, cegados por su fanatismo, o por lo menos, incapaces de analizar la situación con objetividad, tal cual demandan de sus contrarios.

Esta idolatría no atañe únicamente a Carmen; prácticamente todos los mexicanos vivimos a la sombra de un héroe del presente, de un ente, persona o institución que aglutina no tanto nuestros anhelos, sino los deseos de la colectividad en la que vivimos.

Tanto los "hardcore fans" de Aristegui, como los "Peñabots" del presidente Enrique Peña Nieto, transforman cualquier debate, por real y serio que sea, en una lucha encarnizada por suprimir el libre pensamiento y la crítica.

Nada importa, sólo "tener la razón"; no hay cortapisas, claroscuros; como en los tiempos previos a la Reforma, la gente, para ambos bandos, se divide en "los míos" y "los contrarios", y quien no se pliegue a su grupo será, por lo menos, un tibio y desdeñable incapaz por no defender la santa causa de la verdad... según la cuentan ellos.

Ese es el verdadero problema de los mexicanos, la idolatría que nos tiene desde hace más de doscientos años, alejados de la modernidad y el progreso social: la necesidad de "ser los buenos", en lugar de "hacer el bien". Las huestes en disputa se encargan, no de sembrar entendimiento, sino de exigir voluntades.

No es el diablo, el gobierno, la plutocracia o Aristegui quien está desgarrando a México: son los propios mexicanos.

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