Francisco: el guiño envenenado hacia América Latina

El primer reto de Su Santidad: ¿cómo detener el avance del protestantismo en América Latina, región que alberga el 40 por ciento de los católicos del mundo?
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No es sencillo ser católico o apologista de la "catolicidad" hoy en día. La férrea estructura de la Iglesia hace difícil encontrar acomodo dentro de sus preceptos morales... sin tener que torcerlos un poco. Y la elección del nuevo pontífice me parece que tampoco ayuda.

La elección del Papa Francisco llega en delicado momentos para la historia de la institución, más allá del "Vatileaks" y más enfocado en los casos de pederastia encubiertos por los líderes, y la debacle católica en la región que Francisco representa: en 2010, los católicos romanos representaban 70 por ciento de América Latina, contra 13 de los protestantes evangélicos; parece poco, pero apenas en 1986, el porcentaje era 81 y 4.

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Aquí el primer reto de Su Santidad: ¿cómo detener el avance del protestantismo en la región que alberga el 40 por ciento de los católicos del mundo? Máxime cuando el pasado de Francisco es opuesto al sentimiento de hartazgo y necesidad de cambio que permea en la región; aunado al hecho cuestionable de supuesta colaboración con la dictadura en Argentina, acusaciones a las que el nuevo Papa se dignó a responder hasta la cuarta llamada por parte de las autoridades civiles.

Si el Cónclave -sepa dios lo que ahí dirimieron- buscaba una acercamiento con América Latina, sinceramente creo que hicieron una elección poco adecuada con la realidad y más acorde con la vieja y caduca ortodoxia de los tiempos de Juan Pablo II.

Para mí, el guiño hacia América Latina es una señal envenenada: por muy "natural" de América Latina que sea el nuevo pontífice, sus acciones como cardenal se interpretan como reaccionarias y ultramontanas. Si bien los dos anteriores papas tampoco demostraron apertura hacia la realidad, digamos que Francisco y su activismo anti-liberal dejan poco espacio -incluso menor al que se pudo pensar de Benedicto XVI- para un verdadero ambiente de diálogo ya no ecuménico, sino real.

El anterior pontífice se declaró contrario y luchó en contra de los derechos civiles de la comunidad LGBT, sin embargo, no se expresó en términos como el actual en 2010, declarando obra del diablo y violación de derechos los matrimonios y adopciones "gay", respectivamente. ¿Es creíble pensar que Francisco tendrá la capacidad de diálogo que necesita la Iglesia mundial? Yo, al menos, no lo creo.

Podrá parecer una posición ambigua y pesimista, siendo que para mí Benedicto XVI fue un Papa en funciones lleno de inteligencia e intenciones medianamente buenas; a pesar de sus yerros, especialmente a la represión a la Teoría de la Liberación. Sin embargo, Francisco enfrenta un mundo diferente, el que el Papa emérito no fue capaz de soportar y que por tal renunció: un mundo donde todo se sabe, todo se investiga y todo se cuestiona.

Con sinceridad, el turbio pasado de Jorge Bergoglio -acusado de colaboracionista con la dictadura argentina entre 1976 y 1983, y su ortodoxia respecto a los derechos de la mujer y la comunidad LGBT; entre otros hechos-, hacen pasar la estancia de Ratzinger en las juventudes nazis -como TODOS en esa época- como un dulce cuento de hadas.

Al menos, no compro la dorada píldora que rescata los elementos de sencillez en la vida de Francisco; incomoda demasiado, pero realmente demasiado, que la única oportunidad para los católicos de América Latina haya terminado en una personaje lleno de sombras y cuestionamientos... los mismos que tienen a la Iglesia Católica en declive.

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