Periodistas, usuarios de redes sociales y medios, ya no son entes separados de la "cadena informativa" actual. Sin embargo, los tres actores viven inmersos en prejuicios y fobias que dificultan no sólo el progreso del profesional como individuo, sino la natural evolución del quehacer periodístico.
Ante esto, esta semana les invito a leer reflexiones sobre algunos convencionalismos que veo en este "ménage à trois" informativo.
Responsabilidad
El periodista está consciente de su responsabilidad social e informativa y conoce o prevé las consecuencias que sus escritos tendrán en la audiencia, por lo que toma el riesgo de publicarlas y acepta las consecuencias del mismo, la mar de veces con estoicismo. Esto choca con la difusión de hechos que los usuarios de medios electrónicos ahora son capaces de hacer: la gran mayoría carece del sentido de la obligación no sólo de comprobar sus dichos, sino de aceptar los efectos de sus publicaciones, en el afán de parecer informado de "x" o "y" situación, o de ser el primero en difundir "a" o "b" acontecimiento.
Independencia
Generador de recelos entre periodistas y usuarios de redes sociales, es la independencia del medio respecto a las noticias que puede publicar: la llamada "línea". La directriz editorial, los compromisos y políticas propias de la misma, crean una barrera entre lo que se puede o no decir en un medio de comunicación, y esta situación inherente y propia de cualquier empresa constituida -y un medio lo es-, es fácilmente confundible por "el público" con la censura.
Esta es una barrera a la que todo periodista se enfrenta día a día, y de la cual no tienen los usuarios de redes sociales, quienes si tienen la libertad de difundir o publicar ciertos hechos sin tapujos o consecuencias punitivas, dado que para ciertos actores sociales, la red es aún un océano informativo plagado de rumores; singular visión que los difusores de información poco a poco están logrando derribar.
Desconfianza y oportunidad
Para el periodista, desconfiar es una forma de hacer su trabajo: dudar de todo y creer en nada, hasta que por sus medios compruebe el hecho que encuentra o le quieren vender. Sin embargo, el tiempo para comprobar la información ahora es tan corto, que el profesional de periodismo queda con doble riesgo: o no hacer correctamente el coteje de datos, o quedar como un "desinteresado" ante el público digital que demanda la inmediatez de la información, tanto la general como la de interés sectario.
Interacción
Un punto a considerar es el tradicional desdén que muchos periodistas tienen por el público; no por el término general de "lector", sino por el ente social llamado "opinión pública". Pese a ser a quien mayormente se dirige, el viejo periodismo no le reconoce la capacidad de participar en la creación de la información , y en las redes sociales donde la retroactividad es obligatoria, la capacidad de responder al periodista crea un sentimiento de "invasión" entre muchos colegas acostumbrados a la antigua "infalibilidad" del profesional de la información.
Ahora, el "lector" cuenta con muchos medios y sobre todo, fomenta no sólo la participación, sino la contestación al periodista. Es capaz de hacer precisiones "a bote pronto", e incluso, cuestionar la visión del reportero o editor sobre un hecho en el que participó, proponiendo una versión divergente a los plasmados en los medios.
Esto crea dos escenarios: por un lado el periodista puede participar de las precisiones y enriquecer su texto o visión, haciendo que el usuario o lector sea parte de la información. El otro, aquel donde el "profesional" es incapaz de aceptar su error u omisión, lo que lo excluye de evolucionar dentro del periodismo actual, tanto en lo personal como para la imagen de su medio.