La esposa del presidente de la República, Angélica Rivera, es el perfecto ejemplo de la doble moral mexicana.
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México es un país de contrastes ideológicos. La libertad y el respeto no son de gratis y aunque se tengan, deben atenerse cánones de conducta tan rígidos que caen en la represión.

La esposa del presidente de la República, Angélica Rivera, es el perfecto ejemplo de la doble moral mexicana. Conocida actriz y ganadora de certámenes dentro del gremio, parece inmutable ante la constante crítica que recibe desde que salió a la luz su relación con el entonces candidato Enrique Peña Nieto.

Durante la campaña, los adversarios políticos de éste atacaron la imagen de su Rivera ridiculizando sus papeles en las telenovelas o sus premios en el mundo del espectáculo, calificándola, casi, casi, como una "cualquiera".

La hoy "primera dama" -figura que de hecho no existe en México y por ende carece de actividades o agenda - aparece en la portada de la revista Marie Claire al lado de su hija, rompiendo un tabú en la política nacional que representa a las esposas del presidente como figuras apocadas y de segundo plano. Pero, ¿esto se ve en las redes sociales? ¿los mexicanos reconocen la ruptura? No. La gente, arrastrada por el desencanto que priva sobre el gobierno de Peña Nieto, ataca a Angélica Rivera por "banalizar" su imagen en una revista "rosa".

La doble moral mexicana que por un lado clama por la libertad de decisión de la mujer para abortar, oprime con saña y burla a la esposa del presidente por abandonar su rol segundón y seguir con la carrera forjada por ella misma, pues nadie puede negar que Rivera, en su rol como actriz, fue popular y querida por el público, el mismo que ahora la ataca por su decisión de trascender, y que la defenestró por casarse con "el delfín del Partido Revolucionario Institucional".

En otras palabras, la ataca por no pensar como ellos, por no ser "del lado ganador". Esta situación, a mi entender, corroe desde hace mucho tiempo a la sociedad mexicana, la filosofía del "sólo yo", y que también se evidencia en otros temas controvertidos como la prohibición de los circos con animales, el aborto y el feminismo, donde las posturas radicales superan los llamados al entendimiento. También la Copa del Mundo es escenario para esta curiosa situación de ideología política: los mexicanos por un lado rechazan y ridiculizan el que sus políticos demuestren interés por el futbol, por otro, aplauden como ejemplo de "cercanía con el pueblo", que presidentes de otras naciones hagan exactamente lo mismo o más.

Todo, a fin de cuentas, es una cuestión de favoritismo político, pero el problema radica en que esta necedad -porque eso es- por no reconocer el valor del contrario, arrastra a los mexicanos a la falta de consenso para resolver nuestros problemas sociales.

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