Circo sin animales, ¿represión o conciencia?

Los circos cambiarán conforme sus clientes lo demanden; las corridas de toros dejarán de ser un espectáculo paso a paso, porque así dejaron de serlo las peleas de gallos o de perros.
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Animal rights activists protest the Ringling Brothers Circus outside the venue where before the start of a show in Mexico City, Saturday, May 26, 2012. The sign reads in Spanish "Circus is abuse" and "Circus = Slavery." (AP Photo/Marco Ugarte)
Animal rights activists protest the Ringling Brothers Circus outside the venue where before the start of a show in Mexico City, Saturday, May 26, 2012. The sign reads in Spanish "Circus is abuse" and "Circus = Slavery." (AP Photo/Marco Ugarte)

"Algo huele mal en Dinamarca", afirma Hamlet al enterarse de la muerte de su padre, y lo mismo podemos decir en México cuando la moral colectiva apoya sin tapujos la tiranía y pone un alto a la libertad de conciencia.

No hablamos del gobierno, ni de Enrique Peña Nieto, el Congreso o las leyes secundarias que tanto ruido han generado en las redes sociales y el colectivo nacional. Nos referimos, otra vez, a la tendencia de los mexicanos por encandilarse en temas políticamente correctos pero carentes de relevancia.

Recién comentamos en la entrada anterior sobre los ataques a la esposa del presidente, Angélica Rivera, por aparecer en la portada de una revista, cuando nuevamente la sociedad se embarca en una cruzada moralina, esta vez, contra los circos, usando de "tapadera" a los animales.

El maltrato animal es, por donde se le vea, un hecho reprobable y muestra de la falta de cultura de una comunidad, sin embargo, parece que en México no se busca erradicar esta práctica, sino cubrirlas con medidas populistas y altisonantes para hacernos creer que estamos cambiando: en la capital del país se aprobó la ley por la que, quienes tengan permisos para efectuar espectáculos circenses, deberán en el plazo de un año adecuar su show para no emplear animales. Reglamentos similares ya se aplican a nivel estatal y municipal en otras entidades del país, y en unos más se están preparando.

Una "cruzada por el respeto a los animales", afirman ellos, pero en los hechos no es así, pues la "progresista" medida no apunta contra las corridas de toros, zoológicos, acuarios, delfinarios y carreras de caballos, por mencionar algunas "actividades no naturales de los animales", frase con la que los activistas se procuran seguidores, sin explicar bien a bien qué se hará con las especies que viven en los circos. Ese, al parecer, no es problema de ecologistas y seguidores, ellos ya cumplieron con prohibir.

Curiosamente, esa comunidad tan interesante en atacar "de raíz" el maltrato animal con medidas represoras, es la misma que atacó al gobierno federal mexicano por las leyes en materia de telecomunicaciones que incluyen escenarios en los cuales se puede "cortar la señal" de internet en manifestaciones públicas, y pedir a los proveedores de conexión a la red, información sobre determinado usuario.

Fácil es imaginar la indignación en las redes sociales, los blogs y mensajes de alerta contra la represión a la sociedad mexicana y la vulneración de sus derechos, pero con esta medida contra enfocada exclusivamente a los circos, ¿quién reclamó represión? Nadie.

Y los pocos que lo intentaron fueron ridiculizados y llamados "mata animales" o "inconscientes" por no plegarse al clamor represivo de la sociedad y las comunidades en Internet.

Es muy cierto el argumento de que la sociedad "evoluciona" y toma conciencia de situaciones que antes no nos parecían incorrectas. Eso es innegable y correcto, pues no somos los mismos mexicanos de hace un siglo, pero esto no debería ser justificante para, por decreto, cambiar las costumbres para satisfacer nuestras conciencias, pues eso no es evolucionar.

Los circos cambiarán conforme sus clientes lo demanden; las corridas de toros dejarán de ser un espectáculo paso a paso, porque así dejaron de serlo las peleas de gallos o de perros: una obra cien por ciento social, no por obra y gracia del gobierno en turno.

Sí, algo huele mal en México cuando dejamos que nuestra libertad de conciencia se apague entre aplausos y leyes represoras, por más "políticamente correcto" que se vean. Al final, es una prohibición, una medida que impide hacer algo sólo porque un grupo lo considera incorrecto, y en el fondo, el maltrato a los animales ahí sigue, porque en nuestro país no se buscan soluciones reales, sólo tapaderas mediáticas para calmar conciencias, no para cambiarlas.

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