Camino a la independencia: los jesuitas

Diferente a como se piensa actualmente, la iglesia Católica reconocía a sus fieles el derecho de ponerse en contra de un gobierno que no atentara contra la ley divina, y ésta se definía como el bienestar de los súbditos del Rey en los social, económico y espiritual.
This post was published on the now-closed HuffPost Contributor platform. Contributors control their own work and posted freely to our site. If you need to flag this entry as abusive, send us an email.

La llegada al trono español de la Casa de Borbón con Felipe V en 1700 supuso para la Monarquía Católica un cambio de esquemas y conceptos tendientes a reformar no sólo el gobierno interior sino también la relación con los reinos en América, siendo el principal, el fin del sistema federado a uno central, propio de la filosofía francesa.

Estos cambios supusieron además, un choque social en todos los territorios del imperio ya que los modos y costumbres estaban afianzados y controlados por el gobierno de la dinastía anterior, al grado que en América había virreinatos -que no colonias-: reinos con gran independencia del poder peninsular donde los súbditos participaban activamente en la toma de decisiones de gobierno, emulando con estos a las Cortes tradicionales de los reinos peninsulares.

Además, esta autonomía en América se incrementaba gracias a la colaboración de los propios funcionarios reales llegados de España, que viendo la oportunidad de hacerse de dinero y propiedades, entraban al juego de corrupción y vendimia de cargos y permisos para el comercio entre el Viejo y Nuevo mundo. Para el ideal borbónico del absolutismo ilustrado, esto era inaceptable ya que salía de su control, al menos en el papel.

Carlos III (1859-1888), rey de España, hijo de Felipe V, impulsó agresivamente los cambios tendientes a la modernización de la Monarquía, aún a costa del sentir popular en ambos lados del Atlántico, Carlos era un "déspota ilustrado", lo que se traduce en una máxima parafraseada "gobernar para el pueblo, pero sin el pueblo". Consciente de la necesidad modernizar el poder de España para que su lugar como potencia colonial fuera respetado, emprendió reformas para poner fin a las tradiciones y cotos de poder remanentes del tiempo de los Austrias, siendo una de las más importantes recuperar el poder ideológico y económico que hasta el momento ostentaba una institución que estaba, en la práctica, más allá de su poder: la Compañía de Jesús.

Aunado al tradicional poder que las órdenes religiosas ostentaban en los territorios españoles, los jesuitas tenían preeminencia por sobre todas debido a su labor educativa. En sus colegios se instruía a las clases altas que llegarían a gobernar a la Monarquía y también a las bajas, que a principios del siglo XIX serían quienes consumaran la independencia de sus naciones.

Entre los preceptos que los jesuitas enseñaban se encuentra el "derecho a la rebelión". Diferente a como se piensa actualmente, la iglesia Católica reconocía a sus fieles el derecho de ponerse en contra de un gobierno que no atentara contra la ley divina, y ésta se definía como el bienestar de los súbditos del Rey en los social, económico y espiritual. De esta forma, los jesuitas propagaban la idea de la emancipación ideológica en caso de que los gobernantes no cumplieran el cometido para el que Dios les había entregado el poder.

A los preceptos educativos de los jesuitas se sumaban también otros "peligrosos" males que el gobierno de Carlos III definió como los pecados de la Compañía: les acusaba de fanatismo guiados por sus líderes religiosos, situación que promovía los ataques en contra de ministros ilustrados del gobierno que compartían la visión centralista de la Monarquía, incompatible con la independencia de la orden. Los factores económicos también influyeron en los ministros del Rey para nulificar a la orden. En aquellos tiempos era costumbre que grandes riquezas y territorios fueran puestos en manos de la Iglesia para su administración a fin de buscar la salvación del alma. De esta forma, extenso número de tierras cultivables y cantidades de dinero languidecían en poder de las jesuitas sin que el Estado sacara provecho de ellas.

Las reformas borbónicas pretendían poner fin al gran poder que se le oponía en la figura de una estructura organizada fuera de su influencia y que además poseía grandes recursos económicos con que hacerlo. Tan sólo en España, a mediados del siglo XVIII la Iglesia tenía 150 mil eclesiásticos que componían 1.5% de la población total del reino; también ostentaba la titularidad en 15% de las tierras, 24% de las rentas agrícolas, 70% de beneficios por préstamos hipotecarios y 44% de rentas de propiedades urbanas: todo sin producir ganancias al gobierno.

El 27 de febrero de 1767 se expidio la "Pragmática sanción de su Magestad en fuerza de ley para el estrañamiento de estos Reynos a los Regulares de la Compañía, ocupación de sus Temporalidades, y prohibición de su restablecimiento en tiempo alguno, con las demás prevenciones que expresa", cuya ejecución correspondió a don Pedro de Abarca de Bolea, décimo conde de Aranda en su papel de presidente del Consejo de Castilla.

En América las cosas no fueron pacíficas: los novohispanos en particular tomaron como ofensa de la Corona la expulsión de sus maestros y se armaron motines en Guanajuato, San Luis Potosi, Pátzcuaro y Uruapan. El visitador general encargado de llevar a cabo la orden, José de Galvez, fue inusitadamente cruel: 85 personas fueron ahorcadas, 73 azotados públicamente; 117 civiles fueron desterrados junto con los 2,600 jesuitas avecindados en Nueva España y 674 personas mandadas a prisión.

Pero la Corona no previó una consecuencia particular de la expulsión de los religiosos en los territorios ultramarinos. Para los americanos, la decisión puso de manifiesto la falta de interés de los ministros del Rey por sus asuntos; como una ofensa fue vista la pragmática de la corona que ponía fuera del imperio a sus maestros y mentores; y su expulsión sólo significó que era el momento de tomar su lugar como defensores de la identidad, cultura y modo de vida, en contra de los peninsulares.

Popular in the Community

Close

What's Hot